‘Song Machine’: la fascinante nueva chaladura de Gorillaz
El último disco de la banda de Damon Albarn integra con brillantez invitados tan dispares como Robert Smith, Elton John, Fatoumata Diawara, Mos Def o Grace Jones
Este año se cumplen 20 de la existencia de Gorillaz, aquel proyecto con aspecto de capricho en el que se embarcó Damon Albarn junto al ilustrador Jamie Hewlett cuando se descorchó este siglo. En un principio podía parecer algo basado, en parte, en la indulgencia de una estrella y, en otra parte, en la necesidad de esa misma estrella de mantener cierta relevancia sin apelar a la nostalgia. Pero hubo un segundo disco de Gorillaz. Y era incluso mejor que el primero. Entonces, las dudas mutaron. Ese proyecto ya iba en serio, de acuerdo, pero no...
Este año se cumplen 20 de la existencia de Gorillaz, aquel proyecto con aspecto de capricho en el que se embarcó Damon Albarn junto al ilustrador Jamie Hewlett cuando se descorchó este siglo. En un principio podía parecer algo basado, en parte, en la indulgencia de una estrella y, en otra parte, en la necesidad de esa misma estrella de mantener cierta relevancia sin apelar a la nostalgia. Pero hubo un segundo disco de Gorillaz. Y era incluso mejor que el primero. Entonces, las dudas mutaron. Ese proyecto ya iba en serio, de acuerdo, pero no podía durar mucho más. Lo de las animaciones, el hip hop y las colaboraciones tarde o temprano debía cansar. La única duda era si se cansarían antes sus autores o su público. Pero aquí estamos. Séptimo disco de Gorillaz —uno más y alcanzan a Blur—, un festival (Demon dayz) y una sólida discografía en la que han participado desde De la Soul o Pusha T hasta Mark E. Smith o Bobby Womack, pasando por Ike Turner, Mos Def o Grace Jones. Gorillaz son tan grandes y tienen un catálogo tan espectacular, que este brillante disco es solo el tercer mejor que han grabado nunca.
El asunto arrancó como un proyecto por lanzar un single cada cinco semanas. Song Machine, como Humanz o Plastic Beach, iba entrar en la categoría de largos de Gorillaz armados a partir de las colaboraciones externas. En enero, cuando la pandemia era solo cosa de murciélagos, se lanzó el primer corte, la impetuosa ‘Momentary Bliss’, en la que participaban la banda de punk británica Slaves y Slwothai, el mejor rapero inglés del momento. El tema, con sus reminiscencias al sonido 2 Tone, adivinaba una tendencia de Albarn —algunas veces sugerida pero jamás explicitada de forman tan clara y brillante como en este corte— por recoger la celebración de lo británico que definió los primeros discos de Blur, eso sí, cambiando la exaltación del paisaje de las playas y acantilados de Dover por la idea de las playas y acantilados de Dover como lugar en el que desembarcan las pateras llegadas desde Calais. Del jubileo de la Reina al carnaval de Notting Hill. This is England, no The Crown. Esa tendencia continúa en el largo, con la colaboración de nuevas voces del hip hop inglés como Octavian en la deliciosamente resacosa ‘Friday the 13th’ o de Skepta junto al fallecido Toni Allen —icono del afrobeat y compañero de Albarn en el proyecto The Good The Bad and The Queen— en ‘How far?’, el mejor corte de los incluidos en la versión deluxe del disco.
Pero Damon Albarn sabe ya a estas alturas que Gorillaz es demasiado grande como para nutrirse solo de su pasión por la novedad. A jugar, a Malí. Así, por cada ejercicio adhesivo de afropop, como ‘Desolé’, el tema junto a Fatoumata Diawara, hay uno junto a algún mito al que podrían reconocer en El Corte Inglés. Este puede llamarse Robert Smith y se le puede escribir un tema house pop que recuerda a su ‘The Caterpillar’ (‘Strange Timez’) o Elton John, al que se invita a cantar junto al rapero 6LACK en ‘The Pink Phantom’, una fascinante chaladura a medio camino entre el trap y Meat Loaf. Imagine a C. Tangana junto a Raphael.
En algunos cortes, Damon decide hacer algo que remite a la idiosincrasia del invitado, como en ‘The Valley Of Pagans’, en el que aparece Beck, o en ‘Aries’, en el que Peter Hook se explaya junto a Georgia en la cosa más New Order que ha grabado en tiempo. En otros, todo lo contrario. St. Vincent se convierte en diva new wave en ‘Chalk Table Towers’ —lo más britpop que ha grabado Albarn fuera de Blur— y el antaño circunspecto rapero Schoolboy Q hace lo que puede en ese corte de funk de dibujos animados que es ‘Pac Man’.
Se ha escrito mucho sobre lo coherente que suena todo, a pesar de ser casi todo de padres y madres distintos. Pero lo cierto es que no es así. El único nexo que encontramos es que todo parece depender de lo que haya desayunado Damon Albarn. No es necesario más. De hecho, Gorillaz ya nos han dado más de lo que esperábamos. La coherencia solo se busca cuando algo falla. Y aquí casi nada lo hace.