Victoria Murillo, politóloga: “La bronca antisistema tarde o temprano iba a llegar a Argentina”

La profesora de la Universidad de Columbia ve que la fragmentación del escenario político tras la irrupción del ultraderechista Javier Milei es aún “limitada”: “No podemos saber hacia dónde se va”

La politóloga Victoria Murillo.cortesía

La politóloga Victoria Murillo (Buenos Aires, 55 años) cree que el candidato peronista a la presidencia de Argentina, Sergio Massa, ha llegado a la segunda vuelta de los comicios por dos razones: es un político “audaz” que “ha dejado a sus competidores en el camino” y tiene enfrente a Javier Milei. Es la forma en la que explica que el actual ministro de Economía de un país en crisis –la inflación supera el 140%, cuatro de cada diez habitantes viven en la pobreza y las reservas del Banco Central están en mínimos– tenga posibilidades verdaderas de llegar a la Casa Rosada tras las elecciones de este domingo. El otro aspirante, un ultraliberal de derecha sin experiencia política que ha roto consensos democráticos construidos en los últimos 40 años, tiene posibilidades similares, según los sondeos.

Murillo ha seguido el proceso electoral argentino desde la Universidad de Columbia, donde es profesora titular de Ciencia Política y Estudios Internacionales y dirige el Institute for Latin American Studies. Desde allí, se pronunció junto a otras mujeres en contra de Milei por las “propuestas inaceptables” del líder de La Libertad Avanza, como también lo han hecho expresidentes, economistas, premios Nobel, artistas, intelectuales... “La bronca antisistema tarde o temprano iba a llegar a Argentina”, dice la politóloga, que habla con EL PAÍS por videoconferencia. Murillo avisa que la fragmentación que causó la irrupción de Milei en el escenario político argentino es aún “limitada”: “No podemos saber hacia dónde se va”.

Pregunta. ¿Por qué están suscitando tanto interés fuera del país estas elecciones?

Respuesta. Lo que más despierta interés es Milei. Al ser un candidato de derecha y populista se identifica con Trump o con Bolsonaro y se ve como parte de un movimiento mundial. Hay una sensación de que Argentina es parte de una ola mundial. Es una elección diferente a las anteriores porque no se lee en clave argentina sino más bien en clave mundial.

P. ¿Era esperable que surgiera un candidato antisistema también en Argentina?

R. Era esperable porque Argentina ha tenido un desempeño económico muy malo durante ya varios gobiernos y, en general, hay un voto económico en América Latina. Se vio en Chile, por ejemplo, y una esperaría que pase en algún momento en Uruguay. A la gente, cuando no le gusta el presidente y tiene un sistema de partidos va alternando; pero cuando probás y no dan soluciones, suele emerger un outsider. La bronca antisistema tarde o temprano iba a llegar a Argentina. Milei no es un personaje particularmente preparado: es más bien que estaba en el momento adecuado en el lugar adecuado. Después, claro, hay actores políticos que se beneficiaban de su surgimiento.

P. ¿Quiénes se benefician?

R. En el caso europeo, a los partidos de izquierda les conviene que crezca la extrema derecha porque divide a la derecha. En Estados Unidos, en las primarias legislativas, hubo financiamiento de demócratas a candidatos republicanos extremos. En Argentina lo mismo: la división de la oposición beneficia claramente al peronismo. Si hubiera habido una sola figura de la oposición no creo que hubiera sido una elección tan competitiva. Argentina entró en una lógica que también benefició el crecimiento de Milei, incluso más de lo que él esperaba.

P. ¿Cómo se explica que Massa, el actual ministro de Economía de un país en crisis, sea un candidato competitivo?

R. Massa tiene enfrente a un candidato que rompe el consenso democrático y que no tiene capacidad de gobernabilidad. Si enfrente tuviese a otro candidato no sería un candidato competitivo porque la economía está en una situación más que complicada y el año que él estuvo en el ministerio no lo pudo resolver; no sabremos qué hará que no hizo hasta ahora si gana. Además, Massa ha sido un político muy audaz y hábil en su capacidad de hacer campaña y aprovechar cada oportunidad que tuvo.

P. Con la aparición de Milei, ¿se termina la alternancia entre dos grandes coaliciones, la peronista Unión por la Patria y la conservadora Juntos por el Cambio?

R. Ambas coaliciones eran muy heterogéneas antes de la emergencia de Milei. Estaban más unidas por el espanto que por el amor, como diría Jorge Luis Borges. Cuando el peronismo se dividió en 2015 y Massa armó el Frente Renovador eso permitió la victoria de [Mauricio] Macri. Y cuando la oposición estaba fragmentada, el peronismo era más hegemónico. Se sostenían en tanto y en cuanto solo había dos opciones; la grieta las sostenía. Hasta ahora, en Argentina prevaleció esta polarización, pero ahora vemos un aumento de la fragmentación, que todavía es limitado. Lo que se ve en otros países de América Latina es que los outsider emergen en contextos que vienen de una fragmentación mayor. Para poner un ejemplo: en Chile, en la última elección presencial, que surge después del estallido social, vimos mucha más fragmentación, una situación similar a la española, con cuatro cuartos. En Argentina todavía no llegamos a ese grado de fragmentación. Es un momento de transición y no podemos saber hacia dónde se va.

P. ¿Cómo será la oposición? ¿Ve líderes claros?

R. Es bastante fácil imaginar una oposición a Milei y un Gobierno de gran inestabilidad. Sabemos que no tiene gobernabilidad, no tiene gobernadores, tiene poquitos diputados, poquitos senadores, no tiene equipo... El peronismo se unificaría contra Milei, incluso parte del radicalismo se sumaría. Ahora, si gana Massa, es menos claro cómo se articulará el liderazgo de la oposición. Va a depender mucho de cómo termine de desarrollarse lo que ocurre con Juntos por el Cambio [la coalición conservadora se fracturó tras la derrota en la primera vuelta de su candidata, Patricia Bullrich, y el ala más dura apoyó a Milei].

P. ¿Milei dónde quedaría en ese escenario?

R. Milei no ha jugado nunca un papel político, ni siquiera durante sus dos años de diputado. ¿Dónde queda? ¿Volviendo a los medios tal vez? Con un grado de conocimiento enorme y habiendo generado un movimiento social de extrema derecha, especialmente alrededor de los hombres jóvenes. Ese espacio existe en muchos países: es el espacio de los hombres que se sienten dejados atrás. Hay otro espacio que no logro entender, que es el de [la compañera de fórmula de Milei, Victoria] Villarruel y la militarización. No solo la relectura del terrorismo de Estado, sino también la idea de militarizar la seguridad. Yo no pensaba que hubiera en las Fuerzas Armadas argentinas en actividad gente que quisiera eso. No veo por qué entrar.

P. No suma votos.

R. No. Salvo que el objetivo de Villarruel sea cuestionar el consenso democrático. Ya cambió la forma en la que discutimos. Los llamados partidos de nicho en Europa, como el Frente Nacional en Francia, no buscaban necesariamente llegar al poder cuando surgieron. Mucho de lo que buscaban era influenciar la agenda de políticas públicas y lo hicieron con mucho éxito. Una vez que la agenda de políticas públicas cambia es para ellos más fácil acumular votos. Si los temas terriblemente fuera del sistema que proponen se vuelven normales, el partido extremo resulta menos extremo. Villaruel propone una ruptura clara con el consenso que emerge de la transición democrática y pareciera ser puramente ideológico.

P. Se cumplen 40 años de democracia. ¿Qué tan fuerte son los consensos democráticos en Argentina? ¿Quedó abierto el espacio para que se siga cuestionando el terrorismo de Estado o la educación pública, por ejemplo?

R. No puedo decir qué va a pasar, pero me parece que el hecho que esta discusión haya emergido no tiene que ver solo con los personajes, sino con un descontento con el sistema. Yo adoro la educación pública, estoy acá por la educación pública y la única escuela privada a la que fui en mi vida fue Harvard, becada. Ahora: la realidad es que la calidad de la educación pública cayó. Cuando alguien sale a criticar la educación pública no es una crítica vacía, es una realidad y una discusión que no estamos dando.

P. ¿También quedó abierta la puerta para seguir cuestionando el terrorismo de Estado?

R. Es un tema que trajo Villarruel. Ella tiene un discurso muy inteligente y engañoso en ese sentido. La entrada a partir de las víctimas de los ataques terroristas es una entrada de sentido común que ignora muchas veces que quienes cometieron esos delitos no fueron juzgados. No sé cuánto llega el tema de la justicia y los derechos humanos al público general. A mí me tocó ir de chica de público al juicio [a las Juntas militares] y marcó mi vida. Pero los chicos hoy no tienen recuerdo de la crisis del 2001, mucho menos de la transición democrática. Tal vez lo que habría que hacer es conceptualizar más los derechos humanos como política de Estado, porque ha sido muchas veces apropiado de un modo más partidario, y eso permite entradas al tema que antes no se hubieran pensado.

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