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Un peronismo en crisis se arriesga a un castigo en las PASO en Argentina

El país sudamericano celebra unas elecciones primarias, que definen los contendientes de las presidenciales, marcadas por una inflación del 115% y la muerte violenta de una niña de once años

Aspecto de un mitin de la Confederación General del Trabajo con el aspirante presidencial Sergio Massa, en Buenos Aires, Argentina, el martes 8 de agosto de 2023.
Aspecto de un mitin de la Confederación General del Trabajo con el aspirante presidencial Sergio Massa, en Buenos Aires, Argentina, el martes 8 de agosto de 2023.Natacha Pisarenko (AP)

El peronismo llega a las elecciones primarias de este domingo golpeado por una crisis de popularidad. La imagen negativa del presidente Alberto Fernández supera el 70% y el rechazo es tan unánime que renunció a buscar su reelección. Su sucesor comenzará a definirse en estos comicios, a los que están convocados más de 35 millones de argentinos. Los vencedores de las internas partidarias (conocidas como PASO) se disputarán la presidencia el próximo 22 de octubre. De ser necesario, habrá segunda vuelta el 19 de noviembre.

Son una de las elecciones más inciertas de la historia reciente de Argentina, sin un claro favorito. Este domingo no están en juego cargos sino candidaturas, por lo que el Gobierno podría recibir un voto de castigo masivo similar al de Mauricio Macri en las primarias de hace cuatro años, cuando perdió por paliza ante el precandidato Fernández. Ese resultado se replicó en las generales, dos meses después, aunque por una diferencia menor.

El peronismo gobernante tiene a su favor en estas PASO una oposición dividida en dos: la coalición de centroderecha Juntos por el Cambio —que define su liderazgo entre el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y la exministra de Seguridad Patricia Bullrich— y el partido de extrema derecha encabezado por Javier Milei. Las encuestas vaticinan que el apoyo de la oficialista Unión por la Patria será inferior al 32% cosechado por Macri en las primarias de 2019, cuando quedó 15 puntos por detrás de Fernández. Sin embargo, la división del voto opositor podría maquillar la pérdida de apoyo del peronismo si su precandidato, el ministro de Economía Sergio Massa, es el más votado.

El peronismo ha apostado por Massa para mantenerse en el poder y confía en evitar una fuga de votos por la izquierda con la precandidatura del dirigente social Juan Grabois. Desde el sentido común de la política, la carta de Massa parece un suicidio. Durante su gestión como ministro, la inflación ha escalado hasta el 115,6% interanual —en una carrera endiablada con los salarios, que han quedado atrás— y el peso argentino se ha desplomado hasta niveles récord pese a la sangría de reservas internacionales para sostenerlo. Su elección como precandidato es evidencia de los problemas que enfrenta el peronismo: sin Massa hubiese sido peor. Decir peor, en la memoria de los argentinos, es volver a la última hiperinflación, en 1989, cuando los precios subían hora a hora.

La politóloga María Celeste Ratto aporta otra razón para entender por qué los pesos pesados del peronismo, como la vicepresidenta, Cristina Kirchner, se abroquelaron detrás de Massa: a la hora de votar, la coyuntura económica influye menos que la identificación partidaria. Es decir, es poco probable que un argentino que se identifica como peronista vote a la coalición Juntos por el Cambio, y viceversa, por más o menos plata que tenga en el bolsillo. ¿Por qué? Porque los argentinos han normalizado vivir en crisis y con niveles de inflación elevados.

“En Argentina lo que más influye en el voto es la identidad partidaria. Le sigue el manejo de la economía y después otros factores como la edad, nivel socioeconómico o género”, dice Ratto. En promedio, según los datos analizados por esta investigadora del Conicet para su tesis doctoral, el impacto de la economía en el voto oscila entre el 15% y el 20%. Si la economía empeora por encima de lo que en Argentina se considera normal, el impacto crece. Cuando la grieta partidaria domina el debate público, la influencia de los factores económicos cae.

Una pancarta de la campaña electoral del aspirante presidencial Sergio Massa, el actual ministro de Economía, y su compañero de fórmula Agustín Rossi durante cubre un muro en una calle en Buenos Aires, Argentina, el miércoles 9 de agosto de 2023.
Una pancarta de la campaña electoral del aspirante presidencial Sergio Massa, el actual ministro de Economía, y su compañero de fórmula Agustín Rossi durante cubre un muro en una calle en Buenos Aires, Argentina, el miércoles 9 de agosto de 2023.Natacha Pisarenko (AP)

Voto bronca

Este domingo, el peronismo sabrá si la gravedad de la crisis económica ha sobrepasado o no el umbral de resistencia de sus votantes. De hecho, la irrupción de un candidato procedente de la antipolítica como Milei tiene consecuencias imprevistas. Las encuestas prevén que alrededor del 20% de los sufragios sean para este economista ultraliberal que promete eliminar el Banco Central, dolarizar la economía y liberar la venta de armas y de órganos.

Durante meses, la campaña electoral ha estado centrada en la economía. Massa está al frente de la cartera económica y dos de sus tres principales rivales son economistas: Rodríguez Larreta y Milei. Massa reparte culpas entre la deuda heredada de Macri con el Fondo Monetario Internacional y la sequía que provocó pérdidas de más de 20.000 millones al campo en este 2023. Para pedir el voto recurre al miedo: asegura que la oposición planea devaluar, recortar el gasto público y reprimir la protesta social. Los referentes opositores responden que no hay opción: gane quien gane deberá reducir el déficit fiscal y eliminar las restricciones cambiarias vigentes.

La tensión cambiaria se ha disparado en vísperas de la elección. Pero el eje de la campaña ha virado de la economía a la inseguridad. La chispa fue la muerte violenta de Morena Domínguez, de 11 años. El miércoles, dos ladrones la asaltaron a metros de su escuela para robarle la mochila y murió por los golpes recibidos. El crimen de Morena paralizó la campaña electoral, con la suspensión inmediata de todos los actos proselitistas. Mientras, los casos de inseguridad regresaron al primer plano de la actualidad informativa. Un día después de esa muerte violenta que conmocionó al país, dos delincuentes mataron de un tiro en la cabeza a un cirujano para quedarse con su automóvil.

El clima preelectoral es tenso. El jueves, trabajadores de seguridad privada precarizados cortaron las vías de tren para exigir mejores salariales y pasajeros enojados por la interrupción del servicio descargaron su ira a pedradas contra la entrada de una de las principales estaciones de Buenos Aires. Esa misma noche, un pequeño grupo de activistas de izquierda se manifestó contra el proceso electoral en los alrededores del Obelisco, uno de los puntos emblemáticos de la capital argentina. Agentes antidisturbios reprimieron la protesta y detuvieron a seis personas, entre ellas a Facundo Molares, exguerrillero de las FARC de 47 años, que murió allí mismo de un paro cardíaco. Los movimientos sociales consideran a la policía responsable de su muerte y exigen que se haga justicia.

Los episodios de violencia se han registrado en Buenos Aires y su área metropolitana, donde se concentra más de un tercio de la población, y han aumentado la incertidumbre sobre el resultado electoral. La agenda de inseguridad podría beneficiar a Bullrich, la precandidata que ha apostado con mayor decisión por la mano dura frente a la delincuencia, o a Milei, receptor mayoritario del voto bronca contra la clase política. Rodríguez Larreta se aferra a su deseo de ser la sorpresa de la noche e imponerse a la exsecretaria de Seguridad. El peronismo aguarda con nerviosismo el veredicto de las urnas. El voto de castigo podría ser aún mayor del esperado o mantener viva la ilusión de una remontada en octubre.

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