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De repartidor de pizza a empresario en Miami: cómo el argentino Fernando Pérez Algaba terminó muerto en una maleta

Famoso en las redes sociales como asesor financiero, su cuerpo apareció desmembrado en un arroyo a las afueras de Buenos Aires

José Pablo Criales
Fernando Pérez Algaba,
Fernando Pérez Algaba, en una imagen de sus redes sociales.

La policía de Buenos Aires halló este miércoles por la madrugada los restos de un hombre al que buscaban desde hace una semana. Fernando Pérez Algaba, de 41 años, estaba desaparecido desde el miércoles 19 de julio, cuando la dueña de un departamento que había alquilado en la periferia sur de la capital argentina denunció que este no le había devuelto las llaves y no le contestaba el teléfono. El domingo, la policía bonaerense descubrió sus brazos y sus piernas en una maleta abandonada en un arroyo de la ciudad de Ingeniero Budge, en la provincia de Buenos Aires. Este miércoles, encontró su torso y su cabeza tras buscar en el lugar. Pérez Algaba, apodado Lechuga, tenía casi un millón de seguidores en Instagram, donde promovía alquileres de vehículos de lujo e inversiones en criptomonedas. La principal hipótesis de la investigación es que fue víctima de un ajuste de cuentas por sus deudas.

Pérez Algaba había llegado a Buenos Aires desde Barcelona, donde se había mudado después de pasar una temporada en el sur de Estados Unidos. Los principales medios argentinos han dedicado la mañana a reconstruir su historia a partir de las huellas que dejó en internet.

El pasado marzo, Pérez Algaba había sido entrevistado por varios portales de noticias que difundían su historia como la del migrante que deja un país en crisis para tener éxito en otro lugar. Lo definían como un trader –comerciante de activos financieros– que había hecho fortuna en Miami dedicado al alquiler de coches de lujo. “Comencé a trabajar a los 14 años, me inicié con una bicicleta y una caja y empecé a vender sándwiches”, decía Pérez Algaba, que afirmaba haber dedicado su vida a escalar en los negocios: de adolescente había repartido pizzas y vendido helados en Buenos Aires; se había emancipado a los 17 años para coordinar viajes de bachilleres en la ciudad de Bariloche; y a los 24 años comenzó a dedicarse a la compraventa de coches tras vender la motocicleta que se había comprado con sus ahorros.

Al menos cuatro de esos artículos están anclados todavía en sus redes sociales, donde Pérez Algaba presumía de una vida de coches de lujo, viajes por Europa y dos perros bulldog francés. Tenía casi 920.000 seguidores en Instagram, pero muy pocos comentarios de amigos.

Su historia era otra. Según la agencia Télam, Pérez Algaba acumulaba deudas con la agencia de impuestos argentina, que las había calificado como “irrecuperables”; su empresa, “Motors Lettuce S.R.L.”, empezó a rebotar cheques apenas 10 meses después de ser constituida en enero de 2018. Según fuentes judiciales citadas por el diario La Nación, Pérez Algaba había dejado escrita una nota en su teléfono móvil en la que explicaba que había perdido mucho dinero invertido en un negocio de criptomonedas. También había cruzado amenazas con el hijo de uno de los principales líderes de la barra brava de Boca Juniors, que le reclamaba un préstamo de 40.000 dólares. Lechuga había difundido un largo mensaje en el que explicaba su situación a algunos contactos. “Si me pasa algo ya están todos avisados”, escribió. Pérez Algaba dijo que tenía otros cuatro testigos que también habían sido amenazados. Ninguno ha salido a la luz.

La única persona arrestada por el caso, según ha informado el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, es una mujer a quien la policía encontró siguiendo el rastro de unos documentos hallados en la maleta en la que encontraron los restos. “Por lo que hemos investigado, no tenía una relación fluida y había cortocircuitos con la familia”, explicó el ministro Sergio Berni al canal de noticias C5N. “Pero esos son temas personales. Lo que sí puedo decir es que es una vida media difícil de explicar, vinculada a las estafas”.

Berni afirmó que la investigación avanzaba con velocidad y que los criminales habían actuado de “manera rápida y casi alocada”. “Un delincuente más profesional lo hace de otra manera, no así. Fue muy espectacular la situación, un hecho medio macabro”, definió.

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Sobre la firma

José Pablo Criales
Es corresponsal de EL PAÍS en Buenos Aires. Trabaja en el diario desde 2019, fue redactor en México y parte del equipo de la mesa digital de América. Es licenciado en Comunicación por la Universidad Austral y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS.

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