La Justicia argentina niega la libertad condicional a Alfredo Astiz, ‘El Ángel de la muerte’
El militar de 72 años, uno de los represores más crueles de la dictadura, cumple cadena perpetua por, entre otros crímenes, haberse infiltrado en las Madres de Plaza de Mayo para asesinar a sus fundadoras
Esta semana, Argentina recuerda los 45 años de las muertes de Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco, las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo que fueron detenidas, torturadas y arrojadas desde un avión al río de La Plata en diciembre de 1977. Su secuestro fue coordinado por un exalumno de la Marina que entonces tenía 26 años. Alfredo Astiz, que tras el golpe militar de 1976 integró el grupo de operaciones ilegales encubiertas del centro clandestino de detención mon...
Esta semana, Argentina recuerda los 45 años de las muertes de Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco, las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo que fueron detenidas, torturadas y arrojadas desde un avión al río de La Plata en diciembre de 1977. Su secuestro fue coordinado por un exalumno de la Marina que entonces tenía 26 años. Alfredo Astiz, que tras el golpe militar de 1976 integró el grupo de operaciones ilegales encubiertas del centro clandestino de detención montado en la Escuela Militar de la Armada (ESMA), se hizo pasar por familiar de desaparecidos para infiltrarse en el grupo. En prisión desde 2003, Astiz jamás se arrepintió del asesinato de las 12 personas que engañó en un grupo parroquial para dar con las Madres ni de ninguno de sus crímenes. Este martes, a sus 72 años, el mismo tribunal que lo condenó dos veces ha rechazado excarcelarlo.
Astiz fue condenado a cadena perpetua dos veces. La primera fue en 2011, cuando fue sentenciado junto a otros 15 oficiales por los crímenes de la ESMA, el centro de torturas más grande de la dictadura, habilitado clandestinamente en la escuela de mecánica del Ejército en un barrio residencial de Buenos Aires. Astiz volvió a ser condenado en 2017, cuando el mismo tribunal federal que lo había sentenciado años antes decidió volver a condenarlo. Ese juicio fue simbólico porque, entre sus 48 sentencias, se condenó a los pilotos de los vuelos que el Ejército usó para arrojar a sus prisioneros al agua y se probó que fue un mecanismo habitual de los crímenes de la dictadura. El exmilitar impugnó ambos juicios, pero solo recibió una sentencia firme en el primero.
Astiz pidió el lunes salir en libertad por el segundo juicio, cuya condena todavía no ha sido ratificada tras su impugnación. La respuesta del tribunal ha sido contundente. “En el caso de crímenes de lesa humanidad, el fin de la pena podrá ser la resocialización, pero también cabe la prevención general, pues el Estado debe evitar la impunidad que favorece la repetición de los hechos y la indefensión de las víctimas y sus familiares”, dice el fallo citado por la agencia Télam.
“Nunca voy a pedir perdón por defender a mi patria”, había dicho Astiz en una de sus últimas apariciones públicas en 2017, esa vez frente al tribunal que lo juzga por el asesinato de la adolescente sueca Dagmar Hagelin, que desapareció en Argentina cuando tenía 17 años. El Ángel de la muerte, como le apodaron en su juventud por el pelo rubio y la cara de niño que le favorecieron en sus tareas de espionaje, era consiente entonces de que pasaría el resto de su vida en la cárcel. Pero eso no evitó que intentara salir varias veces, la última en 2020, cuando pidió un régimen domicilario ante la pandemia del coronavirus. Muertos todos los dictadores del proceso que gobernó el país entre 1976 y 1983, Astiz es el último gran símbolo de la dictadura militar que permanece en prisión. El otro, Miguel Etchecolatz, atuor de la llamada Noche de los lápices, murió el pasado 2 de julio.
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