Uruguay elige presidente con el Frente Amplio de José Mujica como favorito

El opositor Yamandú Orsi encabeza los sondeos, pero todo indica que deberá disputar una segunda vuelta

El candidato a la presidencia por el Frente Amplio, Yamandú Orsi, en un acto de cierre de campaña en Montevideo, el 22 de octubre.Federico Gutiérrez (EFE)

La campaña política que culmina este domingo en las elecciones presidenciales y legislativas de Uruguay será recordada por aquello que no tuvo: intercambio de ideas y adhesión ciudadana, en un país que solía vibrar como pocos en cada ciclo electoral. Todo indica que en esta jornada quedará definida la conformación del nuevo Parlamento, no así la figura presidencial, que necesitará de una segunda vuelta. El candidato del izquierdista Frente Amplio, Yamandú Orsi, promovido por el expresidente José Pepe Mujica, parte como favorito en los sondeos, pero no alcanzaría el 50% más uno de los votos que necesita para ganar en primera vuelta. Según la consultora Cifra, Orsi obtendría el 44%, seguido por el oficialista Álvaro Delgado, del Partido Nacional (PN – centroderecha), con un 23%. El PN, del actual presidente, Luis Lacalle Pou, es el socio principal de la coalición de partidos que derrotó al FA en 2019 y que en esta instancia compiten por separado. Buscan así lograr la mayoría parlamentaria y renovar la alianza en una eventual segunda vuelta el 24 de noviembre.

El único que se muestra triunfalista es Andrés Ojeda, del conservador Partido Colorado, que pretende superar a Delgado y meterse en la segunda vuelta para convertirse en el líder coalicionista, apoyándose en un gran despliegue de márketing político. “El nuevo presidente”, se lee en vallas, propaganda televisiva, medios digitales y redes sociales. Ojeda comenzó la carrera electoral en junio con el 8% de la intención de voto y llega a la meta con el 15%. Los otros socios de la coalición oficialista, Cabildo Abierto y el Partido Independiente, lograrían el 3% y el 2% respectivamente.

Esta campaña electoral ha sido atípica, coinciden los analistas, sin grandes movilizaciones populares y con candidatos que no han avivado la pasión política que despertaban sus predecesores, Tabaré Vázquez o José Pepe Mujica (FA) y el actual presidente, Luis Lacalle Pou (PN), que cierra su mandato con un 50% de aprobación, según Equipo Consultores. En esta contienda, tanto Orsi como Delgado se han movido por la vía de la moderación característica de este país de 3,4 millones de habitantes, evitando la crispación política que recorre el continente americano. Ambos han apostado por el contacto directo con la ciudadanía para convencer al 8% de indecisos.

“Es un gusto la tranquilidad que hay”, dice María Inés Adami, jubilada de 68 años, mientras pasea por la calle Reconquista de la Ciudad Vieja de Montevideo. Explica que se ha mantenido al margen de la campaña, pero tiene decidido su voto. “El gran desafío del país está en la educación, esa es la base de todo, ahí está el futuro”, comenta. Como esta vecina, el domingo acudirán a los centros de votación unos 2,7 millones de ciudadanos. En Uruguay votar es obligatorio y solo es posible hacerlo dentro del territorio nacional; los más de 500.000 uruguayos que residen en el exterior no pueden votar vía consular o epistolar. Si quieren participar, deben viajar hasta el país, estén en Argentina, Suecia o Australia.

El candidato por el oficialista Partido Nacional, Álvaro Delgado, en un evento en Las Piedras (Uruguay), el 22 de octubre.Gastón Britos (EFE)

Dos plebiscitos

Además de elegir presidente, vicepresidente y a la totalidad del Parlamento, los uruguayos también decidirán ―plebiscito mediante― si acompañan o no las modificaciones a la seguridad social propuestas por la central de trabajadores PIT-CNT y sectores de la izquierda. Esta reforma busca bajar la edad jubilatoria de los 65 a los 60 años, equiparar la jubilación al salario mínimo nacional y eliminar las administradoras privadas de ahorro previsional. Según los sondeos, el resultado no sería favorable a esta iniciativa, pero sí podría llegar a serlo en la otra consulta popular que tiene lugar este domingo y habilitaría los allanamientos policiales nocturnos, prohibidos actualmente por la Constitución.

“Los principales candidatos no se han lucido, ha habido muy poco debate de propuestas y ha predominado la opción de no exponerse para evitar cometer errores”, observa el politólogo e historiador Gerardo Caetano. Considera que Orsi “no ha tenido un gran desempeño” y no ha terminado de configurarse como líder del FA; tampoco Delgado ha hecho una buena campaña, señala Caetano, con una intención de voto que ha caído del 33% al 23%. “La fórmula del Partido Nacional es muy débil”, valora. La sorpresa disruptiva la ha protagonizado Ojeda, el candidato del Partido Colorado: “Hace todo lo que la política del márketing dice que hay que hacer, pero no parece que vaya a llegar a la segunda vuelta, y aún llegando parece claro que no le ganaría a Orsi”.

Durante la campaña, Delgado ha evitado confrontar con Ojeda, centrándose en la defensa de la gestión de esta Administración, que estuvo condicionada por dos años de pandemia y otro de sequía. Pese a esos factores adversos, han reiterado el candidato y los integrantes de la coalición, se crearon 76.000 puestos de trabajo, aumentó el salario real y la inflación, estimada en un 4,5%, es la más baja de los últimos 18 años. En este periodo ha habido una “histórica inversión” en rutas nacionales, aseguran desde el oficialismo, también en la concreción de obras como la del Hospital del Cerro, en el oeste de Montevideo.

“Acá el Gobierno lo tiene muy difícil”, dice Julio Herrera, de 48 años, vecino de este popular barrio considerado bastión de la izquierda. En el Cerro, Herrera está al frente de una pequeña parrillada que mira al hospital, emplazado sobre una calle repleta de banderines con los colores del FA. No se considera “tradicionalista” y aclara que hubiese votado a algún partido del oficialismo, pero no está conforme con los resultados y se inclina por la izquierda, que tampoco lo convence demasiado. “El Frente Amplio se aburguesó”, sostiene, “se alejó de la gente como uno”. “Pero quiero que gane”, agrega.

Preguntado por los desafíos que tendrá que enfrentar el próximo gobierno, Herrera menciona sin titubear a la pobreza y la falta de oportunidades para la juventud. En Uruguay la tasa de desempleo general se sitúa en el 8%, pero escala al 26% en los jóvenes de entre 14 y 24 años. También habla de la inseguridad, que es una vieja conocida en esta parte de la ciudad y es el asunto que más inquieta a la ciudadanía uruguaya. En el barrio, afirma Herrera, se palpa la penetración de bandas narco y el involucramiento de jóvenes que están por fuera del ámbito educativo y no tienen contención familiar. “La violencia empeoró en los últimos años”, remarca.

Pobreza en el 10%

En este periodo la coalición gobernante no ha conseguido revertir la pobreza que afecta al 10% de los uruguayos (casi 350.000 personas) ni la alta tasa de homicidios (11 cada 100.000 habitantes, el doble que el promedio mundial), que en buena medida se arrastran de la gestión del FA. “Hay un conjunto de problemas que demandan propuestas distintas”, insiste Caetano. El politólogo discrepa con quienes postulan que no hay dos proyectos de país, instalando la idea de que tanto da que gane un bloque u otro. “Sí hay proyectos distintos, pero los candidatos han eludido los temas complejos; han preferido no cometer errores en lugar de debatir y ofrecer propuestas diversas”.

Desde el Hospital del Cerro y de camino al barrio residencial de Carrasco se suceden los anuncios partidarios que dominan el paisaje electoral. “Reelegí un buen gobierno”, invita por doquier la fórmula del Partido Nacional. Y en más de una medianera, el Frente Amplio propone: “Que gobierne la honestidad”. Con ese eslogan como cabecera, la izquierda ha pretendido hacer foco en los escándalos que enturbiaron la gestión de esta administración, como la condena y encarcelamiento del jefe de la seguridad presidencial por tráfico de influencias o la renuncia de dos ministros, un subsecretario y un asesor presidencial por la entrega del pasaporte uruguayo al narcotraficante Sebastián Marset, entre otros.

“Este Gobierno ha estado muy asociado con escándalos de corrupción”, dice Caetano. Sin embargo, continúa el politólogo, es difícil saber si esos hechos van a pesar o no en la decisión del electorado, porque hasta ahora no dañaron a la figura presidencial. Lacalle Pou, referente indiscutido de la actual coalición gobernante, mantiene un índice de aprobación del 50%.

A pocas horas de la definición de este domingo, en la calle Arocena del acomodado barrio de Carrasco casi no hay indicios de la contienda electoral. “Con todo lo que se vivió, con la pandemia, la crisis argentina que perjudicó al comercio del litoral, la sequía…No tengo quejas sobre este Gobierno. Sí hay que mejorar la seguridad y bajar el costo de vida”, dice Mariela García, de 65 años. Junto a hijo y a su marido, que se acercan a conversar, coincide en que más allá del resultado no habrá grandes cambios en Uruguay. “Gane quien gane, la aguja no se moverá”, opinan.

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