Decisiones valientes y transformadoras hacia la reducción del hambre

Es urgente tomar acciones concretas y coherentes, incrementar las inversiones, movilizar los recursos necesarios que nos permitan reducir la pobreza y el impacto de la crisis climática en los sistemas agroalimentarios

Vista de unos cultivos del Altiplano guatemalteco, con una de las tasas de desnutrición crónica más elevadas de la región.Nayeli Cruz

Aunque el hambre sigue siendo uno de los desafíos más urgentes y profundos en América Latina y el Caribe, afectando diariamente a 41 millones de personas, en los últimos dos años se han registrado avances que nos ofrecen una luz de esperanza.

En 2023, la región registró una tasa del 6,2% de la población afectada por el hambre, marcando una reducción de 4,3 millones de personas, impulsada principalmente por América del Sur. Estos progresos han captado la atención internacional y podrían servir de mode...

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Aunque el hambre sigue siendo uno de los desafíos más urgentes y profundos en América Latina y el Caribe, afectando diariamente a 41 millones de personas, en los últimos dos años se han registrado avances que nos ofrecen una luz de esperanza.

En 2023, la región registró una tasa del 6,2% de la población afectada por el hambre, marcando una reducción de 4,3 millones de personas, impulsada principalmente por América del Sur. Estos progresos han captado la atención internacional y podrían servir de modelo para otras regiones.

En respuesta a esta realidad, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura está promoviendo un diálogo de alto nivel con líderes de América Latina y el Caribe para analizar experiencias y resultados en el combate del hambre. Estos intercambios se basan en los hallazgos del reciente Informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (SOFI 2024).

Si bien los desafíos son considerables, existen las bases necesarias para avanzar hacia soluciones tangibles y sostenibles, siempre que se consoliden políticas públicas eficaces e inclusivas y se fortalezcan las alianzas entre los Gobiernos y otros actores clave.

La FAO está trabajando junto a múltiples socios a través de alianzas internacionales, como el Plan de Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Plan SAN CELAC) y la Alianza Mundial contra el Hambre y la Pobreza, liderada por la Presidencia brasileña del G-20. Este tipo de iniciativas basadas en la cooperación y la movilización de recursos son esenciales para construir sistemas agroalimentarios más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles.

Un componente fundamental en este camino es el apoyo a la agricultura familiar y la producción sostenible, sectores que han demostrado su capacidad de adaptación frente a desafíos globales y que son esenciales para el desarrollo rural y la seguridad alimentaria en la región.

Es crucial que los países cuenten con sistemas de protección social robustos que garanticen una respuesta adecuada ante cambios imprevistos y que aseguren que los recursos lleguen a las personas en condición de mayor vulnerabilidad.

Los programas de alimentación escolar apoyados por la FAO y otras instituciones actualmente benefician a más de 80 millones de niños y niñas en la región, ayudando a mejorar su nutrición, contribuyendo a la compra de alimentos locales y de la agricultura familiar, y constituyéndose en una inversión en el bienestar futuro de nuestras sociedades.

Por lo tanto, las políticas públicas bien diseñadas son un recurso muy valioso para los países de América Latina y el Caribe, especialmente para aquellos donde los desafíos en la lucha contra el hambre y la malnutrición aún persisten.

Es urgente tomar acciones concretas y coherentes, incrementar las inversiones, movilizar los recursos necesarios y asumir con valentía decisiones transformadoras que nos permitan reducir integralmente el hambre, la pobreza y el impacto de la crisis climática en los sistemas agroalimentarios.

América Latina y el Caribe es una región privilegiada, con una biodiversidad y riqueza natural que le permite producir una amplia variedad de alimentos. La región aporta alrededor del 14% de la producción alimentaria mundial y podría consolidarse como una de las principales proveedoras de dietas saludables y sostenibles para la población mundial.

Este enorme potencial, respaldado por la voluntad política de los líderes regionales, nos brinda las bases para avanzar con determinación hacia la transformación de nuestros sistemas agroalimentarios. Podemos construir un mundo en el que el hambre sea solo parte de una historia que jamás debemos repetir, y garantizar el derecho a los alimentos para una vida y un futuro mejores.


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