La muerte de María José Ardila cuestiona la falta de protocolos médicos en los bares de Colombia
La familia busca ser reconocida como víctima en el proceso penal y estudia acciones legales internacionales, pues el esposo de la joven es ciudadano estadounidense
Transcurría la noche del sábado 25 de octubre en Cali. María José Ardila, de 23 años, salió a celebrar el cumpleaños de una amiga en la tercera ciudad de Colombia. Luego de cenar, el grupo de amigos fue a la discoteca Sagsa Bar, en la exclusiva zona del Peñón, cerca del icónico monumento al Gato del Río Cali. El establecimiento promocionaba un desafío con el lema “cinco retos, cinco premios”. La mecánica era simple: consumir alcohol de diferentes grados y calidades en tiempo récord. Eran seis rondas para ganar 1,5 millones de pesos, unos 400 dólares. María José no planeaba hacerlo, pero “perdió un juego de azar con una amiga, y por eso le tocó”, cuenta a EL PAÍS su padre, Andrés Ardila, de 51 años.
La primera prueba consistía en tomarse un cucaracho doble en cinco segundos. Se trata de un cóctel fuerte, preparado con tequila, licor de café y crema de whisky. El premio, de lograrlo, era un cóctel gratis. Después fueron tres shots o chupitos en cinco segundos; luego una cerveza a fondo blanco, seguida de otros tres shots sin usar las manos; tras ello, 13 segundos de aguardiente directo a la boca, para finalmente culminar con ocho shots de diferentes tragos, con pitillo. En total eran al menos 17 dosis de alcohol, pero si se suman las equivalencias reales del aguardiente, la cifra podría acercarse a 21 unidades, una carga extrema para cualquier organismo.
María José llegó a la última etapa en menos de 10 minutos. “Las bebidas tenían concentraciones de alcohol que oscilaban entre el 5% y el 40%. Esa mezcla, en tan corto tiempo, sobrecarga el sistema metabólico”, explica a este diario Maurix Conequis Rojas, toxicólogo del Hospital Universitario del Valle. “El hígado no logra procesar el alcohol con esa rapidez, lo que eleva la concentración en sangre y afecta directamente el sistema nervioso central. En minutos, puede inducir un estado de coma”, agrega.
En un video que circula por las redes sociales se ve cómo la joven toma un trago oscuro. “Entre todos los tragos blancos, ese se veía raro. Cuando lo toma, dice: ‘¿Esto qué es? Esto sabe horrible’”, relata su padre. “La cara se le desfigura”, describe. Segundos después, se desploma. Ya inconsciente, vomita, bronco aspira y pierde el conocimiento. No había paramédicos ni protocolos de emergencia, denuncia el padre. “Pasaron 17 minutos sin atención. Los taxistas no querían llevarla, pensaban que estaba borracha”, ahonda Ardila. Los jóvenes que estaban con María José llamaron a otro amigo, que la trasladó en su carro particular a la Clínica de Occidente, a seis minutos del sitio, según Google Maps.
Ya en el hospital, los médicos la reanimaron tres veces. “Vi morir a mi hija tres veces”, relata el padre. El vómito llegó a los pulmones y el daño era irreversible: se declaró la muerte cerebral. Para el 30 de octubre, la familia autorizó su desconexión; había cumplido 24 años dos días antes. Ahora la Fiscalía investiga el caso como posible homicidio culposo, el que se da cuando alguien causa la muerte de otra persona sin intención, por negligencia. El abogado de la familia, Camilo Rojas, explica a EL PAÍS que, a su juicio, el bar “incumplió el deber objetivo de cuidado que exige la ley a cualquier establecimiento comercial”.
Los Ardila han solicitado ser reconocidos formalmente como víctimas en el proceso y su equipo jurídico evalúa si el caso puede trascender las fronteras. Carlos Herrera, viudo de María José y ciudadano estadounidense, quedó al cuidado del hijo de ambos, un bebé de 10 meses, nacido también en EE UU. “Estudiamos vías legales complementarias en el sistema judicial norteamericano, que podrían abrir una segunda línea de responsabilidad internacional”, explica el abogado. María José estudiaba ingeniería agroindustrial en la Universidad de San Buenaventura, pero tramitaba la homologación de materias para terminar la carrera en Estados Unidos.
Al día siguiente del suceso, la Alcaldía inspeccionó el establecimiento y confirmó que cumple con los requisitos básicos de funcionamiento, por lo que a día de hoy opera con normalidad. El gremio sectorial, Asobares, destacó que el sitio tiene trazabilidad del origen del licor que venden y que está en regla. Con todo, el caso abrió un debate sobre un vacío normativo, pues la ley colombiana no obliga a los bares a contar con personal médico ni protocolos de atención, solo exige un botiquín y un plan básico de emergencias. “No tenemos una herramienta para prohibir estos retos, pero estamos trabajando con la Secretaría de Salud para ver si podemos sacar algo que los impida”, cuenta a EL PAÍS una fuente conocedora de los operativos en la ciudad, que se prepara para la 68ª edición de la multitudinaria Feria de Cali.
Mientras María José estaba en cuidados intensivos, cuenta la familia, el bar aumentó el premio del reto de 1,5 a 2 millones de pesos. “Eso fue lo que más me dolió. Mientras mi hija se debatía entre la vida y la muerte, ellos seguían incitando a otros a hacer lo mismo”, denuncia Andrés, el padre. Sagsa Bar ha comentado a EL PAÍS que “en ningún momento se anunció que se realizaría un nuevo reto, ni tampoco que se incrementara en 500.000 mil pesos el premio”, y agrega que “el reto se hacía ocasionalmente, a pedido de los participantes”.
La discoteca Sagsa Bar es una marca de la empresa Inversiones Cri SAS, inscrita en la Cámara de Comercio de Cali y representada legalmente por Alfonso Duque Madriñán. Tiene como socios a Juan Felipe Velasco y Martha Lucía Ocampo, cada uno con participación accionarial del 11%. El bar emitió un comunicado lamentando lo ocurrido y eliminó su cuenta principal de Instagram para luego crear una nueva, por “fallas técnicas” con la cuenta vieja. Andrés, el papá de María José, asegura que no ha recibido una llamada del establecimiento “ni para las condolencias”.
A María José Ardila la despidieron con bombas blancas en el Parque de las Banderas el sábado 1 de noviembre. “Espero que esto cambie a nivel nacional. Que la imagen de Majo sirva como precedente. Que sea un ejemplo para detener retos absurdos”, destacó Ardila ese día ante amigos, familiares y medios que acudieron al último adiós. “Vuela alto, hija”, exclamó al soltar su globo, que se perdió en el horizonte de una tarde soleada en la capital del Valle del Cauca.