Juan Fernando Cristo: “El Frente Amplio tiene que ofrecer algo más que la continuidad del petrismo”
El exministro y dirigente de En Marcha plantea que la coalición de centroizquierda para las presidenciales de 2026 debe organizarse alrededor de una propuesta liberal, reformista y no confrontacional con la oposición. “Se necesitan acuerdos mínimos”, advierte
A ocho meses de su salida del Gobierno de Gustavo Petro, Juan Fernando Cristo (Cúcuta, 61 años) reaparece como una de las voces que busca tender puentes entre la izquierda y el centro. El exministro liberal, víctima del ELN e impulsor de la paz de 2016, defiende la alternancia como un avance histórico y pide menos gritos y más acuerdos en la política colombiana. Con la experiencia de 16 años como senador del Partido Liberal, ministro de Interior de dos Gobiernos y ahora dirigente de En Marcha, que formalmente fue un partido y dejó de serlo por decisiones judiciales que cuestiona, es parte del extenso listado de aspirantes presidenciales y uno de los impulsores de la idea de un frente amplio que aglutine a las fuerzas del centro y la izquierda para llevar un candidato único a la primera vuelta, en mayo de 2026.
Pregunta. Tras ocho meses fuera del Ejecutivo, ¿cómo ve a Colombia?
Respuesta. Desde hace un buen tiempo convertimos la autoflagelación en deporte nacional. No reconocemos los avances, se nos volvió costumbre el fatalismo. Decimos, por ejemplo, que la violencia nunca había estado en estas dimensiones. Se nos olvida todo lo que el país ha superado en las últimas décadas, más allá del Gobierno Petro. Me niego a militar en el partido del catastrofismo, prefiero militar en el partido del optimismo.
P. Entonces, ¿el país va bien?
R. No va ni tan mal como dice la oposición ni tan bien como lo plantea el Gobierno. Creo que el Gobierno tiene muchas más cosas buenas de lo que la oposición reconoce, y ha cometido muchas más equivocaciones de las que él mismo acepta.
P. ¿Qué rescata?
R. La llegada de la izquierda democrática al poder, que va a tener un saldo positivo en el mediano y largo plazo. Más allá de lo bueno o lo malo del Gobierno actual, quien lo reemplace el 7 de agosto de 2026 tendrá que hacer las cosas mucho mejor de como las hicimos en las últimas décadas, porque ahora hay alternancia democrática. Me explico: antes, quien llegaba al poder sentía que podía hacer cualquier clase de estropicios o barbaridades porque mandaban más o menos los mismos. Ahora, cualquier Gobierno sabrá que va a tener un control político, que hay alternancia. Si hay que definir qué es la democracia, es una alternancia del poder como la que Colombia no había tenido en 200 años.
P. La alternancia se dio desde 2022, ¿qué rescata del ejercicio de Gobierno?
R. Las reformas sociales, que van avanzando, son importantes y no van a acabar el país como dice la oposición. Ni la agraria es para expropiar a todo el mundo, ni la laboral es para quebrar a las empresas ni la pensional es para dañar el sistema.
P. ¿Y la reforma a la salud?
R. Ahí sí veo problemas, que son responsabilidad del Gobierno y de la oposición. Ya la crisis es tal que más allá de cualquier reforma, habrá que rescatar el sistema al que invertimos el 20% de todo el presupuesto, pero no alcanza. El Gobierno desperdició grandes oportunidades para hacer mucho más y para concertar las reformas, aunque el proceso de entendimiento se dificultó por los sectores del establecimiento político y económico que nunca reconocieron que la izquierda había llegado al poder y que Gustavo Petro era el presidente. También rescato que se demostró la fortaleza institucional. Pese a los augurios de toda clase de desastres, la justicia está funcionando, el Congreso está funcionando, el Ejecutivo está funcionando. Tenemos 100 candidatos y algunos hacen campaña diciendo que no vamos a tener elecciones. Es medio esquizofrénico.
P. Hemos hablado de lo positivo del Gobierno, ¿qué ha hecho mal?
R. Ha cometido varias equivocaciones, empezando por un estilo confrontacional que no le conviene al país. Estando en el Gobierno, marqué esa diferencia con el presidente. El Gobierno que llegue necesitará consensos nacionales. ¿Cómo enfrentar con éxito los problemas de seguridad sin un acuerdo nacional sobre lo que tenemos que hacer?, ¿la crisis fiscal?, ¿la de salud? Una sociedad que no es capaz de ponerse de acuerdo en lo mínimo es una sociedad que no puede avanzar.
P. Habla más como analista que como candidato...
R. ¡Soy analista, no candidato! (risas). Propuestas tengo, de todo tipo, las hice mientras estuve en el Ministerio. Y tengo un diagnóstico claro de las cosas que hay que cambiar y de las que hay que mantener.
P. ¿Cuáles cambiaría?
R. Primero, el cumplimiento de la agenda. Parece un asunto de forma, pero es muy de fondo. Yo me sentí muy bien en el Gobierno, tenía mucha discusión, conversación y debate con el presidente. Aunque pensamos muy distinto en muchas cosas, fue respetuoso y generoso conmigo, pero las demoras le hacen mucho daño al ejercicio del Gobierno. Segundo, cambiaría el discurso antiempresarial. Este país necesita colaboración entre los poderes públicos y entre el sector público y el privado. A veces de manera innecesaria se agudiza ese discurso anticapital, cuando necesitamos construir un capitalismo moderno, emprendedor, solidario, y eso se logra con el sector privado. Tercero, cambiaría la política de seguridad y de paz. El presidente sabe que la paz total fracasó. Fue ambicioso, generoso, tal vez ingenuo. Se le olvidó que él fue un alzado en armas pero hoy hay unos bandidos, unos terroristas que no buscan cambiar el modelo económico y social, sino tener control territorial para apropiarse de las rentas criminales como las de la minería ilegal y el narcotráfico. Por último, cambiaría la inestabilidad del equipo de Gobierno.
P. ¿Y qué mantendría?
R. El espíritu reformista. Este país no puede volver al pasado, no podemos partir de la base de que no necesita reformas. Mantendría el ímpetu y el compromiso con la reforma agraria, por ejemplo, pero buscando más concertación. También mantendría el espíritu de inclusión y de representatividad; este Gobierno incluyó a muchos sectores que históricamente habían estado marginados del ejercicio del poder. Ahora, es una equivocación creer que incluir a unos implica excluir a otros: la reforma laboral no puede ser interpretada como un castigo a los empresarios. Es una reforma para mejorar la economía y la competitividad, para que el trabajador tenga unas condiciones más dignas.
P. Critica a la oposición...
R. Varios sectores reaccionarios de la derecha hacen una propuesta con cierta nostalgia pero, ¿acaso la Colombia de los años 90 o 2000 era el país de las maravillas? Además, pedirlo es desconocer que ese país ya no existe, que hay uno nuevo, con muchas más expresiones, con una juventud, unos sectores indígenas, afros o campesinos más empoderados. Guste a quien le guste, Colombia cambió con el acuerdo de paz de 2016. Por eso, no conviene una apuesta que, como dijo algún candidato, tenga como propósito fundamental “destripar a la izquierda” -y tampoco exterminar a la derecha. Se necesita un gobierno convocante, que mantenga una democracia vibrante, como la que tenemos hoy con tanto debate, y que al mismo tiempo sea capaz de llegar a acuerdos mínimos.
P. Usted lo intentó como ministro, y no funcionó...
R. Sí, terminó mal. Es curioso porque el presidente dice que fracasó por los opositores, y la oposición señala al presidente de no querer un acuerdo. Se nota la incapacidad para el diálogo, pero creo que tenemos que avanzar hacia allá, no para estar de acuerdo en todo sino para encontrar esos mínimos. Aunque tengo esa preocupación, al tiempo soy optimista. Aunque parece absurdo, no estamos tan lejos: todos los sectores, salvo los más radicales de lado y lado, coinciden en cómo tratar la violencia. Partamos de que la guerrilla ya no existe: el ELN sepultó toda su legitimidad política en enero, con los cadáveres de los líderes sociales que enterramos. Por eso, tampoco existe la disyuntiva entre diálogo o mano dura.
P. ¿Y qué deberíamos hacer?
R. Primero, juntar a los colombianos que estamos de este lado, contra los violentos. Si no, cualquier política fracasará por brillante que sea. Luego, debemos apostar por la transformación territorial, pero de verdad. Llevamos años en ello, y hemos logrado cosas en las regiones más azotadas por la violencia, pero el atraso es de tal dimensión que tenemos que volcar todo el Estado por 10 años al Cauca, Chocó, Catatumbo o Arauca, a los 170 municipios identificados desde el Acuerdo como zonas Pdet. Ahí viven 7 millones de colombianos, el 15% de la población, y ahí surgen los fenómenos de violencia, ahí están los cultivos ilícitos, ahí está la minería ilegal. La meta es lograr un acuerdo con implicaciones fiscales, que se debe combinar con una estrategia de seguridad. Sobre esos elementos es posible construir un acuerdo, con una posición clara: solo nos sentamos a negociar cuando un grupo tiene la decisión clara de dejar la violencia, y no como una negociación política sino una de sometimiento a la justicia.
P. ¿Incluso con el ELN?
R. Tal vez haría esa salvedad, una última oportunidad aunque le han “mamado gallo” a los últimos siete gobiernos. Pero yo no les ofrecería una mesa de negociación hasta que no tomen la decisión de dejar a la violencia.
Constituyente sí, peor para unas reformas concretas
Juan Fernando Cristo señala que el enredo de la consulta del Pacto Histórico demuestra la necesidad de una reforma profunda al sistema político y electoral, que se ha debatido durante 20 años e hizo parte del acuerdo de La Habana. "Yo soy experto en derrotas de la reforma política, que ha negado una y otra vez el Congreso", señala tras recordar que la ha apoyado como senador y como ministro de Juan Manuel Santos y Gusatvo Petro "De ahí empieza a surgir la idea de usar mecanismos extraordinarios para reformar la Constitución, una discusión que hay que abrir. Nunca una constituyente para revivir la reelección presidencial, para cerrar el Congreso, para no hacer elecciones, pero sí para hacer una reforma política, una reforma de la justicia. , si se puede hacer un acuerdo, de pronto vale la pena".
P. Antes de llegar a eso, vienen las elecciones. Hay varias propuestas de convergencia, y usted está cerca del llamado Frente Amplio de la izquierda. ¿En qué va ese proceso?
R. Hoy no está claro qué consultas habrá para seleccionar candidatos y quiénes van a participar en ellas. Las elecciones legislativas de marzo van a ser una primera vuelta presidencial, con mensajes en cómo vote la gente al Congreso y qué tanta fuerza tengan las consultas de ese mismo día. En Marcha está concentrada en las listas que tendremos en coalición con la Alianza Verde, en las que esperamos tener la mayor votación al Senado. Luego, en noviembre esperamos tomar una decisión en materia presidencial. Nos han invitado mucho a una coalición de centro izquierda, donde me siento cómodo, pero antes hay que definir qué es el Frente Amplio.
P. ¿Y qué es el Frente Amplio hoy?
R. Nadie sabe (risas), hoy es solo una frase. Pero no puede ser una sumatoria de partidos y de candidatos para escoger el candidato de Petro. Sería una grave equivocación. El Frente Amplio tiene que ir mucho más allá de Petro, tiene que hacerle a los colombianos una propuesta clara. Una vez termine este zaperoco de la consulta del Pacto se debe definir cuáles son sus propuestas para afrontar la crisis fiscal, la transición energética o cómo profundizar la autonomía territorial. Yo no me metería en ningún Frente Amplio que sea centralista y enemigo de avanzar hacia un régimen cuasi federal. Si hay esos consensos, podríamos avanzar hacia un acuerdo electoral y político.
P. ¿Cuáles son los límites políticos de esa convergencia?
R. El Frente Amplio tiene que tener un sabor auténticamente liberal. Este gobierno ha defendido la reforma agraria que planteó el presidente liberal Alfonso López Pumarejo hace casi 100 años. Resulta curioso que hoy la directiva del Partido Liberal -no la bancada liberal- se oponga a reformas como la laboral, que buscaba restablecer derechos que Álvaro Uribe quitó hace 20 años en una contrarreforma que los congresistas liberales de entonces rechazamos. Además de esa dificultad con la dirigencia del Partido Liberal, está claro que en el Frente Amplio no cabe el uribismo, ni pretendería caber Cambio Radical.
P. Llama la atención que no menciona a fuerzas de centro, cuando usted estuvo en esa franja hace cuatro años
R. Hoy no se ven caminos claros para una consulta de centro, quizás haya dos además de una de la derecha y la del Frente Amplio. En el mundo entero, la política se mueve a una visión de blanco y negro, no al debate de propuestas. Este país hoy no está para populismo, para autoritarismo ni para improvisar; necesita seriedad, experiencia, resultados. Pienso, seguro de manera optimista, que hay una opinión pública preparada cambiar el show, los insultos y los likes por un debate de propuestas. Hoy la confusión es total.