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Sandro Romero: “Un verdadero artista no necesita consejos, solo ética y rigor”

El dramaturgo caleño figura clave de ‘Caliwood’ y autor de más de 40 obras, es asesor artístico del Centro Nacional de las Artes Delia Zapata. Desde allí busca tender puentes entre lo clásico y lo popular, mientras sigue apostando a la creación escénica

Descifrar a Sandro Romero Rey (Cali, 66 años) es adentrarse en medio siglo de cultura colombiana. Dramaturgo con más de 40 obras en su haber, crítico, cineasta, novelista y hasta cantante de rock, ha transitado todos los escenarios posibles. Amigo cercano del escritor y cineasta Andrés Caicedo y parte de Caliwood, un grupo de jóvenes que marcó la historia del arte de los setenta en Colombia, Romero se mueve con soltura entre el teatro experimental y las instituciones culturales. Hoy, además de seguir escribiendo —suma seis libros de novela, cuento, crónica y ensayo— ejerce como asesor artístico del Centro Nacional de las Artes Delia Zapata (CNA), cargo en el que busca articular la diversidad del país.

Pregunta. ¿Cuál ha sido su apuesta en el Centro Nacional de las Artes?

Respuesta. Es la continuación natural de mis pasiones, como narré en mi libro Profesión: espectador. Desde que estudié teatro y hace décadas escribo sobre los espectáculos que veo, pienso en el arte como espectador y como creador. Ahora en el CNA con un equipo estupendo liderado por Xiomara Suescún, trabajamos en una programación que se ha convertido en referente de las artes escénicas en Colombia. Tenemos visiones complementarias y fusionamos miradas distintas: de la ópera a las fiestas de San Pacho, de Arthur Miller a la música paleo-futurista. El desafío es tejer esas sensibilidades sin jerarquías.

P. Usted ha seguido inmerso en la dramaturgia y continúa presentando Pola Ardiente, una versión punk de la historia de Policarpa Salavarrieta. ¿Qué significa para usted el teatro en este momento?

R. Pienso en ello a diario. El teatro es mi vida. Después de la pandemia, las artes vivas experimentan un renacimiento; mientras caen los espectadores en las salas de cine, aumentan los del teatro. Pola Ardiente nació del trabajo con la actriz Myra Patiño, que en el estallido social de 2021 “inventó” junto a varios amigos actores, una Policarpa para las marchas. A partir de esa memoria colectiva hicimos una obra que mezcla punk, poesía, video y teatro clásico. El teatro no es solo “montar obras”: es crear y aportar nuevas formas para dialogar con el público.

P. ¿Por qué rescatar a Policarpa y no a otro personaje histórico?

R. Porque fue una construcción viva de los actores en las calles. Me interesó esa Policarpa nacida en la protesta social, vista desde la memoria de la actriz. Así apareció una obra que se ha mantenido en cartel desde 2023 y que sigue dando frutos.

P. Usted también ha sido novelista, crítico cultural y cineasta. ¿Cómo conviven esas facetas?

R. Para mí todas las artes son una sola cosa. El teatro, la literatura, la danza, las artes visuales y el cine tienen un mismo núcleo poético. En la novela El miedo a la oscuridad, de 2010, reflexiono sobre la creación y la desaparición de un artista. Nunca dejo de pensar en los acertijos del arte. Programar espectáculos también es un acto creativo, y escribir sobre lo que se ve puede ser tan literario como una novela.

P. ¿Qué significó para usted el movimiento de Caliwood?

R. Fue esencial. Aprendí a ser feliz en medio del horror del país. Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y Luis Ospina eran mayores que yo, pero compartimos pasiones. Con ellos confirmé que la creación es una forma de resistir el fracaso de la condición humana. Muchos han muerto, pero sigo viéndome con otros amigos de los tiempos del llamado Grupo de Cali: Karen Lamassonne, Eduardo La Rata Carvajal, Rosario Caicedo, con todos, de alguna manera, seguimos conspirando. Pero mis colegas actuales son otros. Son mis exalumnos, son mis amigos de la ASAB o del CNA, mis cómplices de la creación.

P. Usted ganó un Premio Simón Bolívar por crítica cultural. ¿Cómo ve la desaparición del periodismo cultural?

R. Veo que no ocurre solo en Colombia, sino que es un fenómeno global. Los modelos de comunicación cambiaron para siempre y quizá la verdadera vanguardia sea volver a lo esencial: al origen, al primer día del mundo. Pero haciéndolo con herramientas nuevas que apenas estamos aprendiendo a usar.

P. ¿Qué viene para el Delia Zapata?

R. Es un volcán en erupción. Cada día hay mil asuntos por resolver y trabajamos como en Fuenteovejuna: todos a una. Lo que importa no son los gestores, sino lo que sucede en el escenario, lo que enciende al público cada noche.

P. ¿Qué consejo les daría a los jóvenes que insisten en dedicarse al arte?

R. Un verdadero artista no necesita consejos. Solo dos palabras: ética y rigor. Están pasadas de moda, pero son esenciales. El arte debe conmover al monstruo de mil cabezas que es el público. No es fácil, casi imposible, pero cuando ocurre, la compensación es inmensa.

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