La mesa con el ELN sigue congelada aunque la población civil pida avanzar

Ya hay muchas voces que piden mano dura y este grupo guerrillero ha dado motivos para hacer pensar que ese es el camino, pero hay que mantener una vía de diálogo

Integrantes del Ejercito de Liberación Nacional (ELN), patrullan las aguas del río San Juan, en el Chocó, el 18 de noviembre de 2017.Ivan Valencia (Bloomberg)

Mientras en el país los debates van y vienen sobre distintos asuntos, en algunas regiones el interés mayor gira en torno a las mesas de la paz total, y en ciertas zonas en particular hay incertidumbre por la negociación con el ELN que lleva ya varios meses congelada. En los territorios en donde actúa esta guerrilla este tema no es una pelea política para mover en redes o en micrófonos, es cuestión de vida o muerte. Y frente a esa mesa el Gobie...

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Mientras en el país los debates van y vienen sobre distintos asuntos, en algunas regiones el interés mayor gira en torno a las mesas de la paz total, y en ciertas zonas en particular hay incertidumbre por la negociación con el ELN que lleva ya varios meses congelada. En los territorios en donde actúa esta guerrilla este tema no es una pelea política para mover en redes o en micrófonos, es cuestión de vida o muerte. Y frente a esa mesa el Gobierno parece estar ante un nudo ciego que no logra desatar.

El 26 de julio se conoció un comunicado de la delegación de paz del Gobierno en la mesa con el ELN. En ella informaba sobre los reiterados llamados hechos a esa guerrilla para retomar las conversaciones suspendidas y decía que “una y otra vez, ante esa voluntad las respuestas han sido las mentiras y la arrogante posición de la dirección del ELN y de su comandante Antonio García”. Un mes después, la mesa no se retoma ni se cancela. En el mismo comunicado la delegación, encabezada por Vera Grabe, planteaba un interrogante que tenemos muchos: “Luego de años de diálogo, el ELN aún no ha respondido la pregunta de si está dispuesto o no a transitar a la paz; o si por el contrario concibe este proceso como una oportunidad para su fortalecimiento militar”.

Son varios los hechos que hacen dudar de la voluntad de paz del ELN. El más grave tiene que ver con los hostigamientos y las amenazas a la población civil como las que padecieron 50.000 personas en el llamado “paro armado” en el departamento del Chocó. Esa violencia sin sentido contra los más vulnerables confirma las dudas sobre las reales intenciones de esa guerrilla que ha tenido negociaciones frustradas con varios gobiernos. Lo preocupante es que si se pone a la población civil como centro de cualquier decisión, como debe ser, la solicitud que hacen desde las zonas afectadas es que se mantengan los canales de diálogo a pesar de todo. La guerra desatada siempre es peor.

Hace pocos días en un encuentro de paz en Tibú, Norte de Santander, el gobernador William Villamizar, al lado de alcaldes, defensores de derechos humanos, fuerza pública, líderes sociales y voceros de distintas organizaciones comunitarias, pidió al Gobierno, al ELN y también a las disidencias mantener los diálogos y avanzar para acabar con décadas de violencia. En la región la gente comenta que el cese al fuego ha servido y en ese encuentro manifestaron que hay una reducción significativa en acciones violentas especialmente en Hacarí, San Calixto y Convención, entre otros municipios tradicionalmente afectados por la presencia de grupos ilegales.

También han sentido el alivio en Nariño con el proceso que camina con el frente Comuneros que se separó del ELN y avanza en una hoja de ruta hacia la paz. El desminado humanitario es una de las primeras tareas y es la misma comunidad la que pide avanzar en la paz territorial. Esa misma que el grupo guerrillero considera una estrategia para debilitarlos. Lo cierto es que las poblaciones que han sido víctimas de asesinatos, extorsiones, secuestros, desplazamiento, están agotadas y quieren paz.

La pregunta entonces es cómo destrabar una negociación con un grupo que a cada paso pone más condiciones para avanzar y no se compromete a cesar toda violencia contra los civiles y a tener como objetivo la dejación de armas. Con este grupo se ha intentado todo a lo largo de muchas décadas y este Gobierno hace lo suyo. Con errores grandes, en el comienzo de la negociación se le hicieron muchas concesiones a una guerrilla que debería ganarse con hechos esta nueva oportunidad.

Se ha convertido ya en frase de cajón decir que nunca se había avanzado tanto en una negociación con el ELN, pero hasta el momento, hay razones para el escepticismo. Este grupo guerrillero que se quedó anclado en el pasado tendría que entender que esta puede ser la última posibilidad de reconocimiento político. Exigen que los saquen de la lista de Grupos Armados Organizados, pero eso son, y mientras más miedo le metan a la gente menos respaldo tendrá un diálogo que se queda sin oxígeno político. A pesar de todo eso, la población desde las zonas de conflicto sigue clamando por una salida negociada. Ojalá lo entiendan las partes en la mesa. Ya hay muchas voces que piden mano dura y no más conversación. Aunque el ELN ha dado motivos para hacer pensar que ese es el camino, hay que mantener una vía de diálogo. Hablar de guerra es fácil y promoverla puede dar dividendos políticos en ciertos momentos, sin embargo, vivirla es otro asunto.

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