Timbiquí, el municipio que más votó por Petro, mantiene la esperanza

A mitad del periodo de Gobierno, los habitantes del pueblo que votó en un 99% por el presidente esperan avances más notorios en su calidad de vida

Imagen de una valla de publicidad política de la campaña de Gustavo Petro y Francia Márquez en el casco urbano de Guapi, municipio ubicado a una hora de Timbiquí en lancha, el 23 de junio de 2022.Christian EscobarMora

El nombre de Timbiquí, un pueblo de la costa Pacífica de Colombia con 28.000 habitantes —la cantidad que puede tener un solo barrio de Bogotá— se escuchó más que de costumbre el 19 de junio de 2022, el día en que Gustavo Petro fue elegido como el primer presidente de izquierda en la historia contemporánea del país. Con el 99% de los votos a favor de Petro y su fórmula a la vicepresidencia, Francia Márquez, ese municipio del Cauca con una mayoría de población afrodescendiente e indígena se convirtió en la representación más clara del anhelo de cambio en territorios cansados del olvido. A mitad del periodo presidencial, en Timbiquí la confianza resiste, aunque la transformación no termina de despegar.

Los pobladores reconocen que no es fácil resarcir décadas de rezago en un lugar donde falta lo básico: acceso a agua potable, energía eléctrica sin interrupciones, infraestructura hospitalaria digna, o una institución cercana de educación superior. “Vivimos en una zona apartada, como si fuera otro mundo. Se quiere hacer un cambio de dos años hacia acá, pero a veces no es fácil desmontar un techo para poner otro en la cubierta de una casa”, matiza Raúl Angulo, líder de la asociación de consejos comunitarios del municipio.

Lo advirtió también Petro cuando, ya como presidente, visitó el pueblo rodeado de tres ríos, con casas de madera y tejas de zinc. 8.633 personas votaron por él y tan solo 110 habían preferido a Rodolfo Hernández, hoy condenado por corrupción. “Hay muchas carencias, hay olvido, hay un atraso de dos siglos”, sostuvo el mandatario en enero de este año en el coliseo municipal, ante una multitud.

El jefe de Estado quiso empezar por resolver lo esencial. Anunció entonces, hace más de medio año, que la construcción del acueducto tenía un avance del 32% y que terminaría a finales de 2024. Angulo, el líder comunitario, duda que esos plazos se cumplan. “La vicepresidenta está empeñada en el desarrollo del acueducto de la cabecera municipal, pero ha sido muy lento el proceso. Estamos llegando a un año y la obra está muy quedada. Pedimos que el Gobierno nacional no descuide el proyecto”, demanda. En Timbiquí recogen agua lluvia, la de los ríos, o la que llega a algunos barrios por tuberías obsoletas.

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Casi 600 kilómetros al norte, Karol Díaz, una timbiquireña de 28 años, realiza sus prácticas en una empresa productora de bananos del Urabá antioqueño. Estudió ingeniería agronómica en la Universidad de Caldas, distante de Timbiquí, a tres horas en lancha rápida hasta el puerto de Buenaventura y ocho horas adicionales por tierra hasta la ciudad de Manizales, en plena cordillera de Los Andes. Otros jóvenes se abren camino para estudiar en Popayán o Cali, las capitales más cercanas. “Nos toca migrar para avanzar en estudios técnicos, tecnológicos y superiores, ya que a nivel territorial no contamos con oferta. Buscamos al menos mejorar la calidad de la educación local para aplicar al nivel superior en mejores condiciones”, explica la joven en conversación con EL PAÍS.

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Mientras a nivel nacional más de 5 de cada 10 bachilleres transitan a la educación superior, en el Pacífico apenas acceden 4 de cada 10. Carecen de bases sólidas en sus primeros años de formación o de recursos económicos para irse lejos de casa. Para cerrar esa brecha, el Ministerio de Educación se ha comprometido a fortalecer la planta docente en Timbiquí, desde la primera infancia hasta la educación media. Entre los avances logrados por el Gobierno, Díaz también destaca la ampliación de la gratuidad en la educación superior pública, que antes tenía límites de cobertura. Pero entre las tareas pendientes, subraya, está la de acercar la oferta de cupos a lugares apartados.

Como parte del programa ‘Universidad en tu Territorio’, que le apunta a ampliar la educación superior en zonas lejanas, el Gobierno anunció la construcción de sedes universitarias en los municipios de Suárez –natal de la vicepresidenta Francia Márquez– y Guapi, en el Pacífico caucano. Jóvenes como Díaz esperan que esas declaraciones se concreten. “Acceder a la educación superior permite realizar aportes a la región. Mi meta es volver y aplicar mis conocimientos, generando empleo y motivando a la juventud a alcanzar sus objetivos de vida”, afirma.

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Además de asegurar las condiciones básicas de la existencia, como las llama el presidente –agua, salud, educación– en Timbiquí piden impulsar la economía local. El municipio es parte de una región en la que se centra la apuesta del Gobierno por avanzar en la sustitución de cultivos ilícitos, lo que ha llevado a hostigamientos de grupos de disidencias de las antiguas FARC que generan zozobra entre la población civil. “Al reemplazar la economía ilícita por economías prósperas, lícitas, se está también transformando la violencia en la paz”, aseguró Petro en la visita de comienzos de año.

Para lograrlo, prometió inversiones en la construcción de una planta de transformación de coco en Timbiquí, además de obras para mejorar la industrialización de cacao, camarón y viche, una bebida ancestral, patrimonio colectivo de las comunidades afrocolombianas de la costa del Pacífico. “Si se compite solo con un producto bruto es menos rentable que la pasta de coca. Por ejemplo, si en lugar de vender el grano del cacao vendemos el chocolate ya elaborado se acerca en rentabilidad”, precisó el mandatario. Desarrollar esas capacidades es otra intención pendiente de tomar forma.

La Ley del viche que aprobó el Congreso de la República en 2021 para permitir su venta libre sigue sin reglamentarse por las barreras burocráticas y la complejidad de las consultas previas para definir requisitos de producción y comercialización ajustados a la realidad del territorio.

Mirna Herrera, integrante de la red de organizaciones femeninas del Pacífico medio ‘Matamba y Guasa’, reclama que se tengan en cuenta dificultades de la zona, como la falta de conectividad y transporte, para que las iniciativas se conviertan en oportunidades reales de ingresos. “Necesitamos que el Gobierno entienda que no tenemos la suficiente capacidad técnica para participar en convocatorias que se hacen desde Bogotá. Las organizaciones del centro del país tienen la capacidad de acceder a proyectos, nosotras no. Si se hace un concurso que sea para que compitamos en igualdad de condiciones o, lo que es mejor, que nos podamos capacitar”, señala la lideresa de 59 años.

Nicolás Sinisterra, miembro del consejo comunitario Renacer Negro, espera que las propuestas se traduzcan en progreso. “Solo deseo que se invierta en nuestra vía al mar para sacar nuestros productos al mercado nacional y ser competitivos para aprovechar las tierras que heredamos de nuestros abuelos”, expresa. “Aún creemos en el presidente Petro. Reconocemos las oportunidades de que las cosas puedan cambiar, pero siguen iguales”, agrega Herrera, la lideresa.

Cuando el presidente expuso junto a sus ministros cómo transformar a Timbiquí para que sus habitantes tuvieran una vida más tranquila, reconoció que una cosa era el discurso y otra pasar a la realidad. Por eso, delegó en Planeación Nacional la estructuración de un documento Conpes, una especie de ruta con intervenciones y recursos asignados. “Hay que hacer el Conpes del Litoral Pacífico, de tal manera que quede la marca del Gobierno del cambio en la historia de Colombia y que ustedes puedan tener la garantía de que no estamos hablando carreta”, sostuvo en el coliseo del municipio en el que le sacó más ventaja a su rival en 2022. Le quedan dos años para consumar la promesa de poner el Estado al servicio de la población y superar los que llamó dos siglos de soledad.

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