Petro opta por un elocuente silencio frente a las elecciones venezolanas

El mandatario colombiano buscó mediar entre Nicolás Maduro y la oposición para lograr garantías antes de las votaciones. Es una de las voces internacionales con más peso para ayudar a resolver una crisis en aumento

Gustavo Petro en Bogotá, el 31 de mayo.Luisa Gonzalez (Reuters)

En sus dos años como presidente de Colombia, Gustavo Petro ha refrendado una forma de Gobierno que pasa por sus pronunciamientos permanentes. Discursos, intervenciones y, sobre todo, mensajes en redes sociales, privilegiando X. En las últimas 24 horas, sin embargo, ese canal de comunicación favorito se ha llenado de silencio. Desde que cerraron las urnas en Venezuela, el presidente del país vecino, el que ha recibido a 2,8 millones de migrantes, ha callado. Mientras otros mandatarios de la región han reaccionado al anuncio de la reelección de Nicolás Maduro y a las denuncias de fraude de la oposición, ya sea apoyando a la oposición o al Gobierno, o pidiendo más transparencia, Petro ha optado por el silencio.

En el transcurso del lunes, el presidente de izquierdas no dio discursos, no hizo apariciones públicas y tampoco usó su cuenta de X, una actividad cotidiana en el mandatario. Allí, tan solo compartió un mensaje de su canciller, en el que llama a un “conteo total de los votos, su verificación y auditoría de carácter independiente”, y otro en el que el Ejecutivo celebra la apertura de la licitación de una vía férrea. Fijado en su cuenta de X está su mensaje previo del viernes previo a las votaciones. “Venezuela toma decisiones democráticas. Cualquiera que sea su voluntad será respetada por mi gobierno”, dice, escuetamente.

Mientras Petro calla, los hechos se han sucedido con rapidez, llevando la crisis en Venezuela a una situación cada vez más dramática. El domingo, las autoridades electorales tardaron varias horas en hablar. Finalmente, informaron que con el 80% de las mesas declaraban una victoria de Maduro con el 51,2% de los votos. Pero la oposición encabezada por María Corina Machado señalaba que tenía copia del 30% de las actas electorales, que reflejan la votación, y que ellas mostraban que el ganador era su candidato, Edmundo González Urrutia, con el 70% de la votación. La página del Consejo Nacional Electoral se cayó, las actas oficiales no se conocieron, el oficialista fiscal venezolano señaló a la oposición de un hackeo.

Estados Unidos, a través de su secretario de Estado Anthony Blinken, y Chile en voz de su presidente, entraron a cuestionar el resultado. “Exigimos total transparencia de las actas y el proceso, y que veedores internacionales no comprometidos con el Gobierno den cuenta de la veracidad de los resultados. Desde Chile no reconoceremos ningún resultado que no sea verificable”, dijo el presidente austral Gabriel Boric. Fue entonces que la Cancillería Colombiana pidió el conteo total, pero en voz de su canciller. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, en su mañanera dijo que aceptaría el resultado cuando se conozca el 100% de los votos. Más adelante un grupo de países de la región con gobiernos de derecha (Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay) fue más allá, y en un comunicado conjunto exigieron la revisión completa de los resultados “con la presencia de observadores electorales independientes”. Venezuela respondió expulsando a sus embajadores y agradecido a los Gobiernos que han reconocido la reelección, desde Cuba o Qatar hasta España o Nicaragua.

Para los expertos, el silencio puede tener varias explicaciones, pero en cualquier caso le implica un costo alto, tanto interno como hacia afuera.

Nastassja Rojas, académica venezolana y profesora de Relaciones Internacionales, explica que el tiempo transcurrido es demasiado si la intención es lograr un éxito como mediador internacional. Eso, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado, y que la reacción de la Cancillería no reemplaza a la de un presidente locuaz y que en sus dos años en el Gobierno se ha mostrado muy interesado en Venezuela. “Todo lo que ha pasado lo hace diferente a otros silencios, como el que Petro tardó en romper frente a la inhabilitación de María Corina”, dice en referencia a uno de los episodios más criticados de la campaña electoral. “Ya puede ser muy tarde para incidir”. Explica que el escenario se ha movido muy rápido. La internacionalista Sandra Borda coincide. “La entrega de credenciales a Maduro, por ejemplo, o la reiteración de Maria Corina de que hubo un fraude, crean hechos cumplidos. El Gobierno pateó la mesa, y eso hace más difícil que cualquier negociador tenga éxito.

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Una posibilidad alternativa, rumoreada por muchos y confirmada por ninguno, es que Petro esté cocinando una posición conjunta con el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, y que la fuerza de los dos países ayude a mediar en la creciente crisis. Pero incluso esa alternativa ve una ventana de oportunidad que se va cerrando entre protestas masivas que chocan con uniformados venezolanos, cuando Machado y el vicepresidente chavista Jorge Rodríguez convocan a más marchas sobre el mediodía de este martes, o cuando Nicolás Maduro señala a la oposición de ser fascista y quemar el material electoral y anuncia una alianza cívica-militar para defender al país de “la ultraderecha”.

En el frente interno, Petro enfrenta la presión de que sus propias bases están divididas. Algunos, como las congresistas Clara López o Gloria Flórez, han salido a defender a Maduro y a reivindicar su reelección, mientras otros, como el presidente de la Cámara Jaime Raúl Salamanca, han pedido un reconteo de votos con verificación externa. Las encuestas en Colombia reflejan un rechazo masivo a Maduro — la sistemática Invamer Poll muestra una desfavorabilidad de más del 90% desde hace más de una década— y el silencio presidencial contrasta con las declaraciones nutridas de todos los líderes políticos del país. El presidente colombiano tardó 66 días en criticar la inhabilitación de Machado, un evento de quiebre de las elecciones y de los acuerdos de garantías que había ayudado a construir. Tras las votaciones y con Venezuela en llamas, ya no se cuenta en días, sino en horas.

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