Catalina Gómez Ángel: “Uno nunca está preparado para que se le muera alguien al lado”
La colombiana es corresponsal de guerra en Oriente Medio y Ucrania, donde sobrevivió el ataque que provocó hace un año la muerte de la escritora Victoria Amelina
“A mí me gusta ir al terreno, no me gusta que me lo cuenten”, suelta de cuando en cuando la colombiana Catalina Gómez Ángel (Pereira, 51 años) para explicar su oficio como reportera de guerra. Afincada en Irán, comenzó a trabajar en 2007 como corresponsal en Oriente Medio. Desde hace dos años cubre también la guerra en Ucrania. Allí estaba cuando un misil ruso redujo a escombros un restaurante en la ciudad ucrania de Kramatorsk (región de Donetsk), el ataque que acabó por provocar la muerte de la célebre escritora Victoria Amelina, que estaba a su lado. En el momento de la explosión, departían con el excomisionado de Paz Sergio Jaramillo y el escritor Héctor Abad Faciolince, quienes visitaban el país europeo como parte de la campaña de apoyo Aguanta Ucrania. Los tres colombianos solo sufrieron heridas leves y contusiones.
El aniversario de la muerte de Victoria Amelina en un hospital en Dnipro, el pasado lunes, coincidió con el taller para periodistas latinoamericanos sobre la cobertura de la invasión rusa en Ucrania que impartió esta semana en Bogotá, en el marco del Festival Gabo de periodismo. En medio de esta entrevista en un café de la capital colombiana, señala los techos para describir cómo fue el ataque que los sorprendió en la pizzería ucrania, del que había preferido no hablar en su día.
Pregunta. ¿Cómo acaba una periodista pereirana afincada en Bogotá convertida en cronista de guerra en Oriente Medio y Ucrania?
Respuesta. Haberme decidido a ir a cubrir Oriente Medio, y especialmente Irán, un país con el que tenía una obsesión desde hacía muchísimos años, está muy ligado también con ser corresponsal de guerra. Pero yo no sabía cómo llegar a eso, y tampoco lo miraba como una posibilidad. Ya en Irán pasan los años, empiezan protestas, cambios, pero en Irán no es propiamente una guerra. Siempre digo que es un país en guerra, pero en el sentido de que está en guerra con sus milicias y con sus grupos en otros países; no se siente dentro de Irán. Luego, cuando empieza realmente la guerra en Siria y todas estas mal llamadas revoluciones árabes, me empiezo a mover. Así, poquito a poquito, uno aprende a cubrir conflictos. Me metí mucho en Siria, luego llegó Irak, Afganistán y Gaza. Uno va adquiriendo una pequeña experiencia en cómo solucionar esos problemas logísticos y qué hacer a la hora de cubrir conflictos, al menos a quien recurrir. Es así como termino metida de lleno.
P. ¿Recuerda un ejemplo?
R. Cuando llegamos a Ucrania no teníamos fixer, todos los productores locales estaban comprometidos, no teníamos ni siquiera chofer. Iba con Ebbaba Hameida, una corresponsal de Radio Televisión Española, de origen saharaui, maravillosa reportera. En la primera ciudad que llegamos, nos montamos en un taxi. El taxista hablaba inglés, y con cuatro cosas que le oímos de sus viajes al exterior, entendí que ese señor era maravilloso. Le pregunté si nos llevaba a Odesa. Resultó siendo el productor más maravilloso que he tenido y hasta el día de hoy trabaja conmigo. Él terminó trabajando con grandes cadenas de televisión, pues aprendió de hacer este oficio.
P. En las guerras hay que escribir de la gente, decía el periodista Ramón Lobo.
R. En la guerra hay que hablar de la gente. Yo equivocadamente dije en un primer momento que no iba a cubrir Ucrania porque no conocía la política ni la historia ucrania, pero luego vi que lo que voy a contar son historias humanas. Para contar el drama de alguien que está saliendo refugiado, que no tiene nada, que ha dejado su vida, simplemente hay que tener un poco de conocimiento del ser humano y la sensibilidad para entrevistarlo y para contarlo.
P. ¿Se ha encontrado con otras corresponsales latinoamericanas en Irán o en Ucrania?
R. Sé que hay corresponsales latinoamericanos, sobre todo brasileños. También argentinos, pero ellos van y vienen muchas veces. Hay una periodista argentina que pasó mucho tiempo en Oriente Medio y una que ahora pasa mucho tiempo en Ucrania, pero nunca he conectado con ellas. Conozco mucho más a los españoles que se mueven en el terreno.
P. ¿Qué recuerda del día en que un misil ruso dejó gravemente herida a la escritora Victoria Amelina en Kramatorsk?
R. Hace un año estábamos enterrando a Victoria. Fue un trayecto largo desde que pasó, la llevamos al hospital, estuvo tres días en coma… ya sabíamos que no tenía vuelta atrás. Murió, pasaron otros tres días para que la enterraran en Kiev. Ha sido una montaña rusa. Yo no me considero una víctima, pero sí estuve ahí y sí quedé afectada. Yo había pasado ya varias veces por Kramatorsk, pero nunca me había atrevido a llegar al restaurante. En el momento en que nos parqueamos [estacionamos] en el restaurante, y yo vi, me emperré a llorar como nunca había llorado, ni cuando se murió mi mamá. Como si fuera una explosión enorme que venía de una angustia, de una tristeza. Uno nunca está preparado para que se le muera alguien al lado, y menos una amiga. Para mí ha sido muy duro, Victoria era un tesoro para Ucrania. Una voz potente, una mujer brillante, concreta, lúcida, valiente. Sigue siendo muy doloroso. Es una de las razones por las que yo no me he querido alejar de Ucrania, de contar la historia de Ucrania, aunque cada vez es más difícil.
P. Héctor Abad dijo que era como una ruleta en la que a uno le cae una esquirla y a otros, no.
R. Nosotros estábamos sentados, como estamos sentados ahora, pero con toldos. Ahí fue donde menos pasó. Yo realmente vine a entender la dimensión del ataque dos días después, cuando ya había entregado a Victoria, llegué a mi casa en Kiev y tuve tiempo de ver los vídeos. Estaba en un sueño; vi a esa gente entrar al hospital, entrar muertos, personas totalmente cubiertas de polvo, sin ropa, desgajada. Buscaba a Victoria, me habían dicho que la habían llevado al hospital, y le preguntaba a la gente. Tenía a Victoria desaparecida, a Héctor como un zombi –con esos puntos café, como se ve en la foto–, a Sergio sangrando, terco –yo quería que lo atendieran, él no quería– y al productor con el carro destruido. Realmente no alcancé a entender esa dimensión hasta que lo vi. Es una ruleta, en ese lugar la única que quedó gravemente herida fue Victoria.
P. Usted salió al aire en France 24 instantes después del ataque, ¿cómo logró mantener la compostura?
R. No sé cómo lo hice. Si hay que denunciar algo, lograr un impacto, me dije que lo tenía que contar, sin tener la seguridad de lo que estaba pasando. Me temblaba la voz. Yo sabía que los rusos iban a utilizar toda la propaganda posible para decir que ahí había militares. Obviamente hay militares, es una ciudad que está frente a la guerra, pero eran los militares que están de descanso, que se van a comer una pizza después de cinco días en el frente de batalla. Pero ahí nadie tenía ni un chaleco antibalas, ni un arma, ni nada. Había muchísimos civiles. Yo traté de ser lo más lúcida posible al contar eso.
P. ¿Ha vuelto a repasar esas imágenes?
R. Ayer volví a verlas. Me duele mucho, pero he ido ya varias veces y he tratado de negociar con el miedo: al ir, al contarlo, al grabarlo.
P. Ese ataque provocó la única condena a Rusia que se le recuerda al presidente Gustavo Petro desde el comienzo de la invasión a Ucrania.
R. No creo que lo haya hecho porque realmente la sentía, pienso que era un precio bastante grande en la opinión pública no hacerlo. Se demoró, y le costó.
P. ¿Cómo interpreta que el presidente de Colombia haya cancelado a último minuto el encuentro que tenía previsto el mes pasado con Volodímir Zelenski?
R. Me parece una falta de respeto. El presidente de Colombia no está bien informado. Las condiciones de la cumbre de paz no cambiaron de un momento a otro. Se sabía que Rusia no iba a asistir, que China tampoco iba a asistir. O él no se informa, o es un tipo que cambia de opinión repentinamente.
P. “La mayor parte de América Latina y el Gobierno de Colombia no estamos de acuerdo con extender la guerra. No nos inscribimos en bloques políticos para la guerra”, dijo Petro entonces, al explicar su decisión. ¿La región puede mantenerse ajena a ese conflicto?
R. No creo que América Latina pueda mantenerse ajena a la violación de derechos y de tratados como los que se han violado con esta guerra. Costó muchísimo llegar a esos derechos y esos tratados. América Latina tiene que ser muy concreta en la defensa de esos valores. Otra cosa es que creamos que hay que buscar soluciones para salir de esta guerra. Lo que les pasó a los ucranios le puede pasar a cualquiera. Estamos hablando de millones de personas que están sufriendo la agresión de un Estado de ambiciones imperialistas.
P. ¿La presencia de combatientes colombianos en la legión extranjera de Ucrania está desbordada?
R. En este momento sí hay una gran cantidad llegando. Pero vamos a ver qué pasa, pues también muchos están renunciando, se están dando cuenta que los frentes de batalla están más duros que antes.
P. Cuenta que el reto personal que más la afectó física y mentalmente fue haber cubierto la guerra de Gaza en 2014. ¿Por qué?
R. Gaza es una cárcel. Entonces, en Ucrania, por más que te ataquen y te caiga el misil, yo puedo coger un carro y escaparme a un lugar que, al menos mentalmente, está más seguro. En Gaza no hay a donde huir, a menos que los israelíes te den permiso de cruzar esa frontera. Al final uno puede salir de ahí, pero esa gente está atrapada, no tiene cómo escapar. ¿A dónde? ¿Al mar? Es horroroso.
P. Siendo periodista de guerra y mujer, ¿cómo se adapta a vivir en Teherán?
R. En Irán tengo mi hogar. Yo llego, hago el mercado, cuido al gato, tengo al marido. Es la cotidianidad. Yo creo que la cotidianidad nos salva como seres humanos cuando venimos de conflictos y cosas tan fuertes que nos impactan mentalmente. Entonces, para mí Irán no es solamente el país que cubro, es mi casa.
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