Emilsen Pacheco, músico: “El bullerengue se va a tomar el mundo”
El maestro de San Juan de Urabá habla con EL PAÍS sobre su nuevo disco y cómo los ritmos afrocolombianos tradicionales se han tomado las salas de concierto en Nueva York, Londres o Buenos Aires
Emilsen Pacheco se sorprende con su propia fama. “Un concierto lo llena un Juanes, una Shakira, no yo, un don nadie”, dice el hombre al que cientos de estudiantes y admiradores se refieren como maestro. “Pero si yo ni estudié”, replica quien recientemente llenó el Teatro Colón, en el centro de Bogotá, para presentar su nuevo disco Cuando el Negro Canta, el Eco Resuena. Músico de 68 años, hombre que habla con la cadencia de quien no tiene prisa, Pacheco nació y creció en San Juan de Urabá, un pequeño municipio en la costa Caribe de Colombia donde no hay disqueras ni grandes salas de conc...
Emilsen Pacheco se sorprende con su propia fama. “Un concierto lo llena un Juanes, una Shakira, no yo, un don nadie”, dice el hombre al que cientos de estudiantes y admiradores se refieren como maestro. “Pero si yo ni estudié”, replica quien recientemente llenó el Teatro Colón, en el centro de Bogotá, para presentar su nuevo disco Cuando el Negro Canta, el Eco Resuena. Músico de 68 años, hombre que habla con la cadencia de quien no tiene prisa, Pacheco nació y creció en San Juan de Urabá, un pequeño municipio en la costa Caribe de Colombia donde no hay disqueras ni grandes salas de concierto. Pero sí estaba allí él, maestro que le ha enseñado a varias generaciones sobre un género tradicional que no quiere dejar enterrar: el bullerengue. Un ritmo de raíces africanas que ha sobrevivido generaciones, desde que nació en los palenques donde encontraron refugio personas esclavizadas en épocas coloniales. Un ritmo donde el tambor, la voz y el baile son protagonistas, y donde habita, en los versos, una larga historia de lucha y dignidad del pueblo afrocolombiano.
“El bullerengue tiene una propiedad que no tiene otra música, y es que une a la gente, los hace amigos”, dice Pacheco en entrevista con EL PAÍS una mañana fría bogotana, a donde llegó para promocionar su álbum que tiene versos de humor, picardía, y donde también está el dolor de varias regiones que viven la guerra en Colombia. “El bullerengue puede ser un grano para hacer la paz”, propone el maestro.
Pregunta. Comencemos por el título de su nuevo disco, ¿por qué resuena el eco?
Respuesta. Porque al negro siempre le gusta cantar, canta en el monte, en el campo, y como el negro habla duro entre las montañas, el eco siempre resuena. Se canta bullerengue sobre todo en los días de fiesta —en noviembre, diciembre, julio—, es la tradición que tenemos los negros. Se toca, se brinca, se salta, se baila… si al negro le quitaran la bulla, se muere. Me pueden perdonar por lo que digo ahora, pero por eso nunca se debe mandar a unos cachacos [bogotanos o blancos] al territorio negro, porque enseguida le quita la bulla y ahí se forma el despelote.
P. ¿Por esas peleas por el sonido es que tiene otra canción que pide ‘acéptame como soy’? ¿Es una canción contra la discriminación?
R. Sí y no. La escribí para esas personas que quieren amoldarlo a uno a sus formas, a como lo criaron en su casa, en sus estudios. Yo no tengo estudios, por ejemplo, la economía en mi casa era muy mala, mi papá tenía pero no nos daba nada. Pero yo soy un artista de oído, escuchando fue que aprendí a ser músico. Y he visto mucho eso, que a la gente la quieren amoldar, los que tienen estudios siempre quieren pisotear al otro. Si usted estudió sabe una cosa, pero yo no estudié y sé de otra cosa. Tenemos que aceptarnos así si queremos vivir en paz.
P. Hablando de paz, tiene otra canción, Tranquilidad, que habla de la violencia en el Urabá, en los Montes de María, en Bojayá, y en el Cauca, quizás el departamento donde más ha golpeado la violencia en las últimas semanas. ¿Le canta a la paz?
R. Fue una canción para que nos pellizquemos, como país, porque nos estamos matando hermano contra hermano. No señalo a nadie en la canción, solo quiero que nos dejemos de matar. La compuse hace ya varios años, la tenía guardada, pero la violencia sigue y ha sido más dura ahora. Afortunadamente yo vivo en San Juan de Urabá, uno de los pueblos más sanos de la zona, donde usted todavía puede ir a bailar, brincar, saltar.
P. Tiene también una canción en la que quisiera hablar con Dios de paz
R. Donde pido hablar con Dios para que mis hijos no queden traumatizados por la violencia, porque hace muchos años el país se puteó, y todo el mundo busca un pedazo de tierra para vivir sin violencia, para vivir tranquilo. Cuando digo un pedazo de tierra me refiero a toda Colombia, toda Colombia quiere un pedazo de tierra tranquilo. Porque cuando se pierde la libertad, y acá se pierde la libertad, ya no hay nada.
P. Algunos dicen que el bullerengue tradicional anda en crisis. ¿Quedan pocos maestros y maestras?
R. Sí, hemos perdido muchas enseñanzas por la cantidad de bullerengueros, nuestros mayores, que han muerto. Del grupo con el que yo empecé a tocar solo quedan dos personas. Arranqué con los mayores, gente de 60 a 80 años, pero no te puedo decir cuántos eran en total, porque se reunían, iban llegando unos, otros, se van formando las ruedas de bullerengue. Cuando se acaba el ron dicen ‘vámonos a otra parte’, golpeaban la puerta en otro sitio, se acaba esa botella, y pa’ otra parte. Y así se camina todo el pueblo, hasta las partes más lejanas. Se matan gallinas y se da ron, y así se van dos días.
P. ¿Se siente que es de los pocos en los que vive esa memoria del bullerengue?
R. Es importante saber de dónde venimos, quiénes somos. Si me gusta el porro, tengo que escribirle al porro, arroparlo, mantenerlo vivo, hacer escuela, porque si no se siembra semilla no tienes cultivo. Hubo una época en la que el bullerengue estuvo caído. Cuando murió mi mamá, Márgara Blanco, me sacudí y me dije ‘esto no se puede perder’. Yo era tamborero, no cantador, y mi mamá me decía siempre ‘tú puedes cantar conmigo’, y yo ‘que no, que no’. Con ella nunca pude subirme a una tarima a cantar. Pero cuando ella murió, empecé a hacer semilleros de música con más de 100 niños, a hacer el primer festival infantil de bullerengue, el único en el mundo.
P. ¿Cómo es el bullerengue de los más jóvenes?
R. Ha cambiado mucho. Por ejemplo, ahora los tamboreros se montan y hacen apuuuurrrruuuraaa, [hace movimientos de tocar excesivamente rápido un tambor]. Si un maestro viejo toca con un tamborero joven, termina gritándole: “¡Aguántate! ¿Tu estás loco?” Como los jóvenes, que siempre quieren caminar rápido, y nosotros los viejos queremos caminar lento. No digo que no tocan bien, pero no al estilo de antes. También ha cambiado que no se bailaba bullerengue con uniforme: cualquier ropa estaba bien. Ahora la gente cree que los que tienen uniforme son los que son buenos.
P. ¿Pero entonces el bullerengue está en crisis con la muerte de la generación más vieja?
R. ¡Nooo! Al contrario, el bullerengue se está tomando a Colombia y al mundo, póngale la firma. Hay mucha gente de otros países que están viniendo a aprender bullerengue a Colombia, y ahora hay grupos en Inglaterra, en Nueva York, en Argentina, en Chile. El bullerengue se está expandiendo.
P. Me está mencionando grupos de personas que fueron sus estudiantes en San Juan, ¿o no?
R. Sí, todos han pasado por mis manos. Uno más, un muchacho que vive hoy en Indiana, en Estados Unidos, llegó a la casa; otro de la tierra donde Putin se está peleando [Ucrania]. Tengo apuntados los nombres de todos en un cuaderno de 100 páginas, al que ya solo le quedan dos hojas libres. Las semillas mías las sembré hace tiempo.
P. ¿Y se siente realizado de que el bullerengue se haya vuelto global?
R. Mientras a usted le guste una comida, si todos los días se la dan, usted muere feliz. A mí me gusta el bullerengue, así que sí, me siento feliz. El bullerengue me ha mantenido vivo. Si un día lo dejo, será como cuando dejé de beber: me enfermé. No lo puedo dejar. El bullerengue me da vida; si lo dejo, yo ya no sirvo.
P. ¿Le gusta que lo llamen maestro del bullerengue?
R. Yo no digo eso de mí, porque caballo que se baña a él mismo, queda mal bañado
P. ¿Qué opina del exalcalde Antanas Mockus? Porque en su nuevo disco una canción en la que le pide que se amarre el pantalón
R. ¡Porque se bajó los pantalones en la universidad! [lo hizo hace 30 años para llamar la atención de unos estudiantes cuando era rector de la Universidad Nacional]. Nunca he tenido mala opinión de Mockus, ese man es buen personaje. Tengo que sacarle una canción pa’ poder vender, porque él es famoso.
P. ¿Porqué no menciona a Álvaro Uribe, entonces? También es famoso
R. De él mejor no hablo.
P. ¿Y de Gustavo Petro?
R. A él ya le hice una canción, Aguanta el Clavo, pero no hablo más de eso, porque la perdición del cuerpo es la lengua. Sale el próximo año. Yo creo que Petro se va a reír.
P. ¿Qué opina del reguetón?
R. Hombre, yo no puedo decirle nada a nadie, cada quien come de lo que le gusta.
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