El misterio de dos manuscritos le da una nueva oportunidad a ‘Juan Gil’, la obra olvidada de José Eustasio Rivera

Una investigadora encontró en 2022 el cuaderno en el que el autor de ‘La Vorágine’ escribió su ópera prima, fechada en 1912. La transcripción, completada esta semana, muestra varias diferencias con la versión que se editó en los setenta y de la cual nunca se conoció el documento en el que se basó

El manuscrito de reciente hallazgo de la obra teatral 'Juan Gil', por José Eustasio Rivera.ANDRÉS GALEANO

Hay pocas certezas absolutas sobre Juan Gil, la única obra de teatro conocida de José Eustasio Rivera y el primero de sus trabajos literarios. Se sabe que, en 1912, el autor recitó el drama en una tertulia del centro de Bogotá a la que asistían varios de los grandes escritores de la época y que lo hizo con fervor —su sueño juvenil era ser un dramaturgo como Shakespeare o Ibsen—. También que nunca tuvo un éxito rimbombante, que Tierra de promisión (1921) y La vorágine (1924) la eclipsaron y qu...

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Hay pocas certezas absolutas sobre Juan Gil, la única obra de teatro conocida de José Eustasio Rivera y el primero de sus trabajos literarios. Se sabe que, en 1912, el autor recitó el drama en una tertulia del centro de Bogotá a la que asistían varios de los grandes escritores de la época y que lo hizo con fervor —su sueño juvenil era ser un dramaturgo como Shakespeare o Ibsen—. También que nunca tuvo un éxito rimbombante, que Tierra de promisión (1921) y La vorágine (1924) la eclipsaron y que el texto solo se conoció en los años setenta con una edición que publicó un cura jesuita. Poco más. Nunca se encontró el documento en el que se basó el sacerdote. Y ahora el misterio ha aumentado. Un manuscrito hallado en Manizales, fechado entre abril y junio de 1912, tiene una trama muy distinta al Juan Gil hasta ahora conocido.

Las dos versiones transcurren en la casa bogotana de una familia aristócrata del Tolima Grande, la región entonces periférica en la que nació y creció Rivera. Juan Gil, un hombre ciego de mediana edad, es como una especie de Otelo colombiano. Encoleriza de celos por su joven esposa, Pilar, contra quien descarga una violencia brutal a lo largo de la obra. Expresa sus lamentos con el Sol, al que no puede ver como los demás. “Las peores alimañas te contemplan, y yo, que soy un hombre, no he logrado jamás sentir tu luz en mi tiniebla”, le dice. Mientras tanto, elucubran la anciana Rita, el médico Mauricio, el primo Mario y la empleada Tránsito. El final, en ambos casos, es trágico.

Norma Donato en la Biblioteca Nacional, en Bogotá.ANDRÉS GALEANO

Norma Donato, la investigadora del Instituto de Textos y Manuscritos Modernos de Francia que encontró el nuevo manuscrito, explica que una de las diferencias es el lugar que ocupa Pilar. En la versión de los setenta, ella se casa con Juan Gil para ocultar la deshonra de haber quedado embarazada de su exnovio, Teodoro. “Es un cliché del patriarcado. Es la mujer que ha perdido su virtud y le quiere embocar un niño a un hombre. Es una justificación de la violencia y los celos de él, que queda como la víctima”, interpreta. En el manuscrito, en cambio, Teodoro no existe y Juan Gil y Pilar llevan varios años casados. Ella se enamora de Mario con el tiempo y no es correspondida. “Rivera dice que es ‘una rosa asfixiada en una tela de araña’. Es una mujer joven y hermosa que no puede ser amada por los celos del marido, que la odia”, cuenta la investigadora.

El manuscrito de Manizales, además, es mucho más violento. La brutalidad no tiene ningún límite. Juan Gil amenaza abiertamente a su esposa con matarla “cuando llegue su momento”, le corta el pelo y la deja ciega —Mario y Mauricio lo frenan en la otra versión—. Mario deja la casa y Rita muere de espanto ante tanta violencia de Juan Gil, su hijo. Pilar, por su parte, nunca da a luz y tiene un final más cruel que el de las complicaciones en el parto que se conocían hasta ahora. Juan Gil se queda solo ante la mirada de la Luna, cuyas apariciones preceden sus momentos de locura.

Más allá de la trama, hay otros datos que aporta el manuscrito. Una nota al comienzo revela que fue un regalo de Rivera a sus papás. “Padres míos: a perfumar vuestra santa vejez, va el primer retoño de este arbusto que trajisteis al mundo”, se lee en el texto, disponible en el sitio web de la Biblioteca Nacional. En algún momento el escritor lo recuperó y se lo dejó a un compañero de residencia estudiantil que le prestó dinero. No se sabe si la versión del manuscrito llegó alguna vez a las tertulias ni por qué se realizaron los cambios que evidencia la edición de los setenta.

La página que presenta a los personajes de 'Juan Gil' en eñ manuscrito hallado en Manizales.ANDRÉS GALEANO

La tertulia

Lo poco que se conoce de las interpretaciones tertulianas de Juan Gil es por anécdotas de sus amigos. Ricardo Charria Tobar, por ejemplo, compartió en José Eustasio Rivera en la intimidad (1963) lo que recordaba de una lectura que el escritor realizó a finales de 1912. Para entonces, Rivera no tenía ni de cerca el renombre que adquiriría años después, pero era respetado por las élites bogotanas. Charria recuerda que en la tertulia de aquella noche estaban presentes figuras como Antonio Álvarez Lleras, Emilio Cuervo Márquez y Antonio Gómez Restrepo. “Rivera ocupó la mitad del semicírculo que le formaba la concurrencia, y emocionalmente, con fervoso gesto de recitador y de actor, comenzó a recitar las dramáticas escenas. Hubo, para esta, naturalmente, muchos aplausos”, cuenta en su libro.

El texto de Charria parece indicar que la versión interpretada aquella noche no fue la del manuscrito de Manizales. Se menciona una escena en la que el protagonista palpa el vientre de Pilar, algo que Donato no encontró en sus investigaciones. Asimismo, Charria interpretó que un hombre engañado era la víctima y no la mujer violentada. “Juan Gil se da cuenta de su tragedia y, en un momento de celosa desesperación, (...) palpa el vientre grávido para llegar a un diagnóstico que ha de colocarlo dentro de corto tiempo en la mansa categoría de padre putativo. En este momento, como si lo estuvieran marcando con un hierro candente, se enciende en él la desesperación, al comprender que la infame traición solo pudo realizarse a causa de su ceguera”, dice el texto.

José Eustasio Rivera en un retrato sin datar.Banco de la República

Rivera nunca abandonó Juan Gil, pese a que no logró que una compañía de teatro la representara. En 1921, en el prólogo de Tierra de promisión, comentó que la obra llegaría pronto a las imprentas y que había tres dramas más en preparación. Pero nada de esto sucedió. El escritor murió en extrañas circunstancias en 1928, a los 40 años, y es imposible saber a qué se asemejaba el Juan Gil que hubiera querido publicar.

El olvido

Desde la óptica del siglo XXI, es difícil comprender que se sepa tan poco de la obra. Rivera es uno de los escritores colombianos más reconocidos —quizá el segundo, luego de Gabriel García Márquez— y La vorágine se lee en las escuelas de todo el país desde hace décadas. Sin embargo, los académicos apenas han estudiado su ópera prima. Para Erna von der Walde, investigadora experta en La vorágine, esto tiene que ver con que Juan Gil no se publicó hasta 60 años después de sus representaciones. “Mucha de la cultura de esa época ocurría en las tertulias de los cafés, pero tenemos pocos registros escritos de eso. La industria editorial era muy pequeña”, comenta por videollamada. “La crítica se enfocó más en lo que había a mano, en el poemario Tierra de promisión y la novela La Vorágine, que es una cosa tan enorme que se devoró al mismo Rivera”, añade.

Hay interpretaciones que apuntan a que Juan Gil pudo sentarle mal a las élites culturales de comienzo de siglo. Juan Gabriel Cortés, un joven huilense que estudió la obra para su tesis de maestría en el Instituto Caro y Cuervo, cree que Rivera rompió con valores de exaltación de la patria, la familia y la religión. “Vil condición la nuestra. No tenemos un ideal preciso que rendirle a nadie, ni a los hijos, ni a la esposa ni a la patria”, dice el médico Mauricio en un momento de la obra. Norma Donato, en cambio, sopesa que en los años 20 se consideraba de “mal gusto” mostrar tanta violencia en escena. Ambos, sin embargo, coinciden en que fue un problema que la obra estuviera escrita íntegramente en verso. Los cánones neoclásicos ya no estaban de moda en ese entonces.

Una marca pareciera eliminar un par de renglones de la obra de Rivera.ANDRÉS GALEANO

Carmen Millán, investigadora que trabajó en los archivos de Rivera en la Universidad Javeriana y la Universidad de Caldas, es más tajante. Cree que la explicación es más sencilla: la obra era de mala calidad y por eso no triunfó. “Me pareció un bodrio. Y no lo digo solo yo. Es evidente porque nunca fue representada por una compañía teatral, en una época en la que sí había buenas representaciones, como las de las obras de José Echegaray”, remarca en una conversación telefónica con este periódico. “Rivera estaba probando salir de los sonetos. Ensaya escribir teatro, no le va bien y se va con La vorágine. Es un momento de transición y ese es el valor que tiene Juan Gil”, agrega.

El responsable de recuperar la obra tras medio siglo de olvido fue Luis Carlos Herrera (1926-2020), un sacerdote jesuita que publicó varias ediciones en los setenta y los ochenta. Pero Juan Gil tampoco triunfó en esta ocasión. Quizá tuvo que ver con que no era el mejor momento, según explica Erna von der Walde. Era la época del boom latinoamericano y La vorágine de Rivera había quedado relegada a un lugar secundario.

El manuscrito de Manizales

La Biblioteca Nacional adquirió a finales del año pasado el manuscrito que Norma Donato encontró en 2022 en una colección privada de Manizales. Myriam Marín, coordinadora del Grupo de Desarrollo de Colecciones, cuenta que lo compraron por 40 millones de pesos (unos 10.000 dólares) tras verificar que era auténtico, valorar que este año se cumple el centenario de La vorágine y considerar que Juan Gil puede ayudar a los investigadores a conocer más detalles sobre los orígenes literarios de Rivera. Además del manuscrito, adquirieron otros objetos del escritor que estaban en un mismo paquete: una agenda con poemas suyos y una libreta de apuntes de Manuel María Paz, dibujante de la Comisión Corográfica en la década de 1850.

El antiguo dueño era el arquitecto Ramiro Henao, que le contó a Donato y a la Biblioteca que había heredado el texto de su padre. El médico Félix Henao, al parecer, había convivido con Rivera en una residencia estudiantil de Bogotá y le había comprado Juan Gil a otro compañero del mismo alojamiento. Ese propietario anterior era el que había recibido el manuscrito y los otros objetos de manos de Rivera, que se los dejó empeñados. Donato, que es candidata a doctora en Lengua y Literatura por la Escuela Normal Superior de París, llegó a la colección como parte de sus investigaciones para una edición de La vorágine que se explayará en los orígenes de la novela y los documentos asociados.

Myriam Marin, Coordinadora del Grupo de Desarrollo de Colecciones de la Biblioteca Nacional de Colombia.ANDRÉS GALEANO

El trabajo para descifrar el manuscrito y transcribirlo ha llevado unas cuantas semanas. Donato está entusiasmada porque cree que el documento encaja con una hipótesis que investiga desde hace tiempo sobre posible críticas de Rivera a la violencia machista y la masculinidad tradicional. Empezó con una interpretación de la masculinidad de Arturo Cova en La vorágine, siguió con unas cartas que expresan con efusión el afecto de Rivera por un amigo y ahora llegó a la versión de Juan Gil que muestra la violencia sin límites de su protagonista hombre. “Tal vez estamos ante un Rivera que era más crítico de la masculinidad hegemónica de lo que creíamos”, evalúa la investigadora.

La incógnita es por qué la versión de los setenta suaviza la violencia de Juan Gil y establece que Pilar se casó con el protagonista para ocultar que estaba embarazada de su exnovio. El sacerdote Luis Carlos Herrera nunca mostró el manuscrito al que accedió ni explicó cómo verificó su autenticidad. Se limitó a decir que las hermanas de Rivera le habían dejado estudiarlo y transcribirlo. Nada más. El documento que dio origen a la versión del jesuita sigue desaparecido y no se sabe siquiera la fecha en la que fue escrito. Puede que sea una versión que Rivera hizo para moderar su obra o que sea una copia que un amigo realizó durante una de las interpretaciones tertulianas.

Donato no tiene dudas de que la mejor versión es la de Manizales, la cual espera publicar en unos meses. “La versión del padre Herrera me pareció un cliché, una telenovela. Creo que la crítica no le paró bolas porque estaba aguada”, dice. “Tengo la plena certeza de que este Juan Gil puede tener mucho más impacto. Se puede ver la potencia creativa de un Rivera joven que cree que es poeta y que aún no estaba atormentado por la crítica. Es más libre. Y se pueden hacer lecturas mejores a las que se hicieron en los años veinte o en los setenta. Con perspectiva de género, nos puede decir cosas de un Rivera que apenas estamos empezando a conocer”.

La página que cierra la obra teatral en el manuscrito.ANDRÉS GALEANO

El presunto robo de las obras desaparecidas

Nunca se ha sabido cuál fue el destino de la novela Mancha Negra y varias obras de teatro que José Eustasio Rivera dijo haber escrito. Ninguna obra inédita aparecía en el inventario que sus amigos y unos oficiales del consulado colombiano en Nueva York realizaron de su apartamento cuando falleció, en 1928. La investigadora Norma Donato cuenta que pudieron haber sido robadas: según explica, hay una carta en la que el hermano de Rivera reclama estas obras desaparecidas a quienes hicieron el inventario y les dice que él mismo ayudó al escritor a empacarlas.  


Carmen Millán, sin embargo, está en desacuerdo con esta hipótesis. Afirma que el presunto robo no pudo haber sucedido al momento de la muerte de Rivera porque el inventario fue certificado y apostillado ante el consulado colombiano. Si sucedió, explica la experta, tuvo que ser mientras el escritor estuvo enfermo en las semanas previas a su fallecimiento.

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