Laura Sarabia, Geraldine Fernández y los días difíciles
La mano derecha de Petro, destituida y recuperada por el presidente, asegura ante la Fiscalía que ella no dio la orden de someter a la niñera de su hijo al polígrafo
A la misma hora que la joven ilustradora Geraldine Fernández confesaba en Caracol Radio que su participación en la película del maestro japonés Hayao Miyazaki El niño y la garza había sido un invento que se le había ido de las manos; Laura Sarabia, la colaboradora más cercana de Gustavo Petro, aseguraba ante la Fiscalía que ella nunca había dado la orden de que se sometiera a...
A la misma hora que la joven ilustradora Geraldine Fernández confesaba en Caracol Radio que su participación en la película del maestro japonés Hayao Miyazaki El niño y la garza había sido un invento que se le había ido de las manos; Laura Sarabia, la colaboradora más cercana de Gustavo Petro, aseguraba ante la Fiscalía que ella nunca había dado la orden de que se sometiera al polígrafo a la niñera de su hijo por el robo de una maleta llena de dinero en su casa. Los dos casos, que solo tienen en común el día de la declaración y el ruido monumental que generaron en las redes sociales, retratan a una mujer del 30 años hundida -Fernández, acorralada por sus mentiras- y a una mujer de 30 años renacida -Sarabia, de vuelta al centro del poder colombiano-. La ilustradora, que atraviesa estos días sus peores horas, podría tomar nota: a veces hay caídas que en vez de para abajo son para arriba. Sarabia es un ejemplo de ello.
El caso del polígrafo puede perseguir a Sarabia pero ella ya ha sido absuelta por el presidente. La considerada mano derecha de Petro apenas estuvo tres meses fuera del Gobierno desde su destitución, y personas cercanas al gabinete aseguran que en realidad nunca llegó a irse del todo. El pasado agosto fue nombrada directora del Departamento de Prosperidad Social (DPS), un cargo que acude a los consejos de ministros y que maneja un presupuesto de 6.750 millones de dólares, incluidos los subsidios a los más pobres.
Su imagen descendiendo de la escalerilla del avión presidencial en un viaje oficial a China en octubre mostró que el escándalo no había minado su poder, seguía siendo la persona más cercana al jefe de Estado. Solo en los últimos días, además de sus atribuciones, Sarabia lideró la reunión para tratar de salvar la celebración de los Juegos Panamericanos en Barranquilla y presidió una reunión con representantes del sector bancario, una presencia multiplicada que la ha convertido en la cara más pública del Gobierno.
Este jueves, le tocó ir a la Fiscalía para declarar por el presunto abuso de poder contra la niñera Marelbys Meza. Llegó segura y con ganas de hablar, nada que ver con el silencio en que se envolvió cuando comenzó el escándalo que la llevaría a su destitución. Por primera vez, se refirió públicamente y con contundencia a un proceso que se volvió tan enrevesado que provocó la mayor crisis del Gobierno de Petro en su primer año de mandato. “No ordené, no podía hacerlo y no fue iniciativa mía ningún polígrafo”, dijo antes de entrar en sede judicial.
Aquellos días de locura que acabaron con el presidente destituyendo a dos de sus personas de más confianza -su jefa de gabinete y el embajador Armando Benedetti- comenzaron con la denuncia de Meza en la portada de la revista Semana. La niñera acusó al equipo de seguridad de Sarabia de haberla sometido al polígrafo en un sótano de la Casa de Nariño por ser la principal sospechosa del robo de una maleta llena de dinero -de la que nunca se ha establecido la cantidad exacta- en casa de su jefa.
La Fiscalía entró de oficio en el caso y descubrió que el teléfono de la niñera también había sido interceptado de forma ilegal. Sarabia, considerada por quienes la conocen como metódica y estricta, estaba en la cuerda floja. El golpe final se lo dio Benedetti, cuando se conoció que su mano estaba detrás de las apariciones de Meza en los medios. Él y Sarabia habían sido jefe y subordinada durante años, pero el poder los había separado. El ascenso de la joven al lado del presidente y el destino de Benedetti como embajador en Venezuela desataron la ira del político, que se sintió desterrado del núcleo duro y fraguó la venganza desde la distancia. El presidente se vio obligado a echarlos a los dos, aunque de ella se despidió con un “mi querida funcionaria” y le dedicó palabras de afecto y cariño.
Si de Benedetti, más que por algunas citas pendientes con la justicia, no se volvió a saber más, Sarabia siguió teniendo línea directa con Petro. El día que la recuperó para el Gobierno, el presidente mandó el mensaje de que no estaba dispuesto a prescindir de su mayor apoyo en un gabinete en el que los relevos se solapan — ha destituido a 11 ministros desde su llegada al poder en agosto de 2022—. A pesar de las críticas y del posible costo político que podría tener volver a abrirle la puerta del palacio, Sarabia recuperó un poder ampliado, aumentando incluso sus apariciones públicas.
Los numerosos interrogantes que aún esconde el caso del polígrafo siguen sin resolverse, pero no parecen asustar a la directora del DPS. Su defensa dijo a la salida de la audiencia en la Fiscalía que “no existe una sombra de duda en su conducta” y Sarabia confió en que una justicia “recta y digna” le ayude a pasar lo que considera “una página amarga” en su vida. Unos días difíciles.
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