En busca de un Javier Milei para el Movimiento Libertario en Colombia

La facción ultraliberal, con una militancia aún mínima, se sirve de la victoria en Argentina para perfilar su discurso antisistema de cara a las elecciones de 2026

Una figura de Javier Milei de cartón, el 16 de noviembre en Córdoba (Argentina).MATIAS BAGLIETTO (REUTERS)

El movimiento Libertario de Colombia busca un Javier Milei local. El recién elegido e irascible presidente de Argentina por la coalición Libertad Avanza es hoy, sin duda, el mayor protagonista de una corriente ideológica aún residual en el panorama político colombiano. Conscientes de que buena parte del futuro electoral en Bogotá depende de la gestión de su correligionario austral, más de uno hace cálculos ante la posibilidad de impulsar, por fin...

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El movimiento Libertario de Colombia busca un Javier Milei local. El recién elegido e irascible presidente de Argentina por la coalición Libertad Avanza es hoy, sin duda, el mayor protagonista de una corriente ideológica aún residual en el panorama político colombiano. Conscientes de que buena parte del futuro electoral en Bogotá depende de la gestión de su correligionario austral, más de uno hace cálculos ante la posibilidad de impulsar, por fin, un proyecto cuyo pegamento ideológico más claro se centra en la desconfianza casi visceral hacia el aparato estatal.

Los 20.233 votos alcanzados por el candidato Daniel Raisbeck en la carrera por la Alcaldía de Bogotá en 2015 son el mayor logro electoral del Movimiento Libertario fundado un año antes en Colombia. El aspirante, que en ese entonces tenía 33 años, ocupó la sexta posición y logró hacer algo de ruido en la capital con su defensa a ultranza de Uber, el recorte de la burocracia y los impuestos y su imagen de académico con corbatín desmayado. Sin embargo, las divergencias conceptuales entre los miembros de la formación, atravesada en sus raíces por corrientes como el anarquismo, diezmaron la evolución del proyecto.

A diferencia de Argentina, Perú y Chile, en Colombia ha sido desde entonces una fuerza desconocida. Juan Ángel, su director, sostiene que el número de militantes en el país “debe estar rondando las 7.000 personas”. Y a pesar de que por lo pronto no tiene personería jurídica, Ángel confirma que para 2026 aspiran a presentarse con un candidato a la Presidencia: “El primer objetivo es adelantar el trámite para constituirnos como organización política, que es lo que nos permitirá tener avales y mayor injerencia en lo que está pasando en el país”.

El doctor en Ciencia Política de la Universidad del Rosario Yann Basset califica el asunto de “paradójico”. Explica que en Colombia, a diferencia de Argentina, el tamaño del Estado es “de una pobreza franciscana”. Por eso juzga poco viable la posibilidad de encarrilar su discurso en torno al recorte de la intervención política en la vida de los ciudadanos: “Ellos son conscientes, en parte, de que acá el Estado es bastante débil. Entonces lo que argumentan es que dentro de lo poco que trata de gestionar, entorpece el proceso debido a que está cooptado por redes clientelistas”.

Más allá de la aversión compartida por lo estatal, los puntos en común entre las plataformas argentina y colombiana parecen a simple vista escasos. Los cuatro militantes libertarios consultados para este reportaje se desmarcan, por ejemplo, de la posibilidad de proponer la eliminación del Banco de la República, como lo hizo el nuevo presidente argentino. Ninguno quiso jugársela tampoco en contra del aborto, y las consignas de negacionismo histórico que tanto han pesado en Argentina tampoco están, por lo pronto, en el radar. ¿Cuáles pueden ser las iniciativas que sirvan de dínamo en Colombia?

En línea con las tesis del excandidato presidencial Rodolfo Hernández, hoy inhabilitado para ejercer cargos públicos, la retórica de la lucha anticorrupción parece abundar en su mensaje: “Desde un punto de vista liberal”, explica el ingeniero y publicista libertario David Cancino, “nos preocupa mucho la forma como los políticos están constantemente administrando presupuestos gigantes con recursos de todos los colombianos, bajo un modelo que les da incentivos para robarse la plata y utilizarla de forma ineficiente, que son dos factores que van en contra vía de todos los que abogamos por un capitalismo honesto”.

Otros líderes como el presidente Nayib Bukele, en El Salvador, Jair Bolsonaro, en Brasil, o el hoy candidato Donald Trump en Estados Unidos han contado con el apoyo de amplias bases libertarias que se publicitan como abanderados del libre albedrío en contra de cualquier estructura política ajena que interfiera con su soberanía. Los confinamientos obligatorios decretados durante la pandemia en todo el mundo por los Estados fueron la carnada perfecta para que sus tesis florecieran con vigor. De hecho, una plataforma libertaria de la costa Caribe colombiana organizó en julio de 2021 un foro en X ―antes Twitter― con Javier Milei a bordo.

La cita también convocó a simpatizantes y miembros del partido ultraderechista español Vox, y al nuevo alcalde de Medellín, Fico Gutiérrez; al exministro de Educación Alejandro Gaviria; o al exsenador Jorge Enrique Robledo. Una amalgama de personajes interesados en debatir la singularidad de una crisis sanitaria aguda que obligó a restringir la movilidad para contener el número de muertes. Un debate aún complejo que también se extiende con fuerza a otros temas como el porte de armas, el rol de la salud pública, o la pertinencia de impuestos altos.

Federico Gutiérrez en Medellín, el 17 de octubre de 2023.CHELO CAMACHO

A todo esto se suma la necesidad de presentarse como una fuerza “antisistema”. Por eso David Cancino se queja del ventajismo político de la congresista del ala radical del uribismo, María Fernanda Cabal: “Sus trinos celebrando el triunfo de Milei son puro oportunismo. Nosotros tenemos una postura muy distante del Centro Democrático en términos económicos. En lo único que nos acercamos es en que hay un rechazo común a todas las izquierdas”.

Por el lado económico, las diferencias se resumen, en palabras de Cancino, en cierto “gremialismo” del partido del expresidente Álvaro Uribe que ha entorpecido a su juicio el desarrollo del capitalismo en Colombia. “Es un partido que siempre ha protegido a determinados sectores económicos y con muy poca sinceridad han ido restringiendo el libre mercado”, añade Cancino. No obstante, ese compromiso atemporal con la libertad está minado por innumerables debates que pueden desembocar en puntos ciegos para la consolidación del movimiento.

Alejandra Moreno, de la red libertaria estadounidense Ladies Liberty Alliance, lo ejemplifica: “Mi organización no tiene una postura en torno al aborto. Yo estoy a favor. Pero en el liberalismo es un debate bastante complejo entre la primacía del derecho a la vida o el derecho a la propiedad privada, entendido como el cuerpo de la mujer”. ¿Hay alguna agenda de género? Moreno responde que no existe ninguna y que a las mujeres adeptas a estas ideas lo que las atrae es el “deseo de crecimiento e independencia económica”.

María Fernanda Cabal en el Congreso, el 20 de julio.NATHALIA ANGARITA

El proyecto de Milei ha sorprendido a los partidarios colombianos, muchos de los cuales prefieren que se refieran a ellos como liberales a secas, en una suerte de limbo organizativo. Por eso la pregunta que ahora surge es si serán capaces de consagrar la candidatura de una figura con la fuerza del polémico nuevo mandatario argentino. Para Yann Basset se trata de un punto conflictivo para el perfil de un partido con marcado acento urbano: “La sociología de sus miembros es la de jóvenes de ciudad, bien educados, muy poco representativos del mundo de las grandes empresas pero con poca afinidad con el capitalismo de las clases populares”.

De acuerdo con Basset, allí se halla el gran cortocircuito para consolidar una base más amplia: “Su público natural, que en Brasil o Perú está en el pequeño capitalismo comercial, no empata con el perfil de un Daniel Raisbeck, por ejemplo”. Se trata de un desfase cultural entre los postulados libertarios y un pequeño e incipiente tejido empresarial que oscila entre los llamados Sanandresitos, y extensos sectores populares donde el académico franco-colombiano no detecta el espíritu emprendedor y competitivo que pregona el movimiento: “En la mayoría de calles de las ciudades y pueblos de Colombia te vas a encontrar los mismos productos a precios muy similares. El comercio funciona con acuerdos similares a los del clientelismo político”.

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