El cambio de paradigma frente a las drogas: viejas ideas con nuevos ropajes

La cumbre de drogas entre Colombia y México muestra pocos cambios en la mirada frente al narcotráfico

Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro durante la conferencia, el 9 de septiembre en Cali (Colombia).Ernesto Guzmán (EFE)

Gustavo Petro ha insistido en una idea desde el inicio de su presidencia: la lucha contra las drogas fracasó. Lo hizo en su discurso de posesión argumentando que esta guerra ha fortalecido a las mafias, ha debilitado a los Estados y ha dejado más de un millón de personas asesinadas en Améric...

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Gustavo Petro ha insistido en una idea desde el inicio de su presidencia: la lucha contra las drogas fracasó. Lo hizo en su discurso de posesión argumentando que esta guerra ha fortalecido a las mafias, ha debilitado a los Estados y ha dejado más de un millón de personas asesinadas en América Latina. En la 77ª Asamblea General de la ONU, el año pasado, su discurso se hizo célebre por, nuevamente, criticar esta lucha que nos ha impedido vivir en paz y que ha causado mucho daño al continente latinoamericano.

Y este año, en la cumbre de la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), dio un paso más: propuso, junto con México, evaluar y plantear nuevas y eficaces estrategias para abordar el fenómeno de las drogas. Una propuesta que comenzó a cobrar vida cuando el canciller colombiano, Álvaro Leyva, y la secretaria de Relaciones Exteriores de México, Alicia Bárcenas, confirmaron que en septiembre de este año, en la ciudad de Cali, se llevaría a cabo la Cumbre de Latinoamérica y el Caribe para discutir la propuesta de un cambio de paradigma en la lucha contra el narcotráfico.

El anuncio de esta reunión generó enormes expectativas. ¡Y cómo no! El relato era que Colombia, uno de los mejores alumnos y aliados de Estados Unidos en su lucha contra el narcotráfico, buscaba impulsar un nuevo enfoque regional por medio de propuestas innovadoras. Sonaba hasta desafiante. Sin embargo, la conferencia culminó, y al igual que el documento final, deja una sensación de que el cambio de paradigma no es tal: viejas ideas con nuevos ropajes. Más allá del esfuerzo de la Cancillería para organizar una reunión de este estilo en tan poco tiempo, un análisis sosegado de sus resultados evidencia la frustración en, a mi parecer, cuatro puntos clave.

Primero, el documento final quedó lleno de lugares comunes, con pocas propuestas de nuevos enfoques. El presidente Petro, en Bélgica, habló de evaluar, y esta pudo ser la oportunidad perfecta para promover y solicitar balances regionales sobre los enfoques aplicados hasta el momento, y mostrar el porqué de su fracaso. Si enunciaban propuestas innovadoras, lástima que no mencionaran la necesidad de nuevos indicadores, diferentes a las erradicaciones e incautaciones, para medir el éxito de las políticas. Sin ellos, las políticas seguirán dirigidas hacia los viejos objetivos. De hecho, sí quedó un ejemplo de cambio a aplaudir, y replicar en otros ámbitos: la intención de dialogar más sobre medidas alternativas al encarcelamiento por delitos no violentos relacionados con drogas.

Segundo, para que haya un cambio real de enfoque en la lucha contra el narcotráfico, se tiene que, por lo menos, hablar de la cocaína y su legalización, siendo pragmáticos con que es un camino que apenas se inicia, pero que tenemos que empezarlo. Por supuesto, es importante desestigmatizar y revalorar los usos tradicionales, médicos y científicos de plantas como la coca y, mejor aún, apoyar el esfuerzo de desclasificar la hoja de coca de la lista I, donde están las sustancias catalogadas como más peligrosas. Pero no puede ser que, 50 años después de haber sido declarada la guerra contras las drogas, no se mencione a la cocaína en estos espacios que no solo buscan soluciones alternativas, sino que están liderados por Colombia.

Tercero, aunque el actual Gobierno de Colombia está haciendo un cambio narrativo significativo respecto a las personas que cultivan coca― y es de resaltar el discurso del ministro de Justicia, Néstor Osuna, durante la conferencia―, algunos puntos del documento final parecen escritos por su oposición. A pesar de que la etiqueta oficial de la cumbre era #CambiemosElEnfoque, se pueden leer cosas como “la coordinación y cooperación internacional en la formulación y ejecución de iniciativas para el fortalecimiento de la lucha contra el tráfico ilícito de drogas (…)”. ¿No que la guerra había fracasado? Y no solo es el lenguaje del documento: los discursos de más alto nivel político (López Obrador, Petro y el canciller Leyva) son notablemente estigmatizantes y siguen promoviendo la idea de que quien consume es enfermo, solitario, y ha sufrido por falta de amor. Con ello, además, desplazan la culpa: al parecer, para estos líderes el cambio de paradigma es señalar a los países que consumen. Sí, cierto es que estos mismos países siempre nos han señalado como los causantes del problema, pero no creo que este ojo por ojo lleve a solución alguna.

Por último, y a la luz de todo lo anterior, cuesta todavía más que al principio entender por qué Petro escogió a López Obrador como socio para liderar este un supuesto cambio paradigmático. ¿Nunca se enteró de las promesas de campaña incumplidas sobre legalización de cannabis y de amapola? ¿No vio que para “solucionar” la crisis del fentanilo propuso prohibir su uso médico para reducir su circulación? ¿No supo que incumplió su promesa de sacar a los militares de las calles y de no utilizar la fuerza para frenar los problemas sociales, porque ahora las Fuerzas Armadas están al mando de tareas de seguridad pública? Tampoco pasemos por alto que quienes acompañaron a López Obrador y su canciller en esta conferencia fueron el general Luis Crescencio Sandoval (secretario de Defensa) y el almirante Rafael Ojeda (secretario de Marina).

Si la intención de Petro era ganar puntos internacionales al asociarse con un peso pesado de la nueva política latinoamericana, conseguir la foto y olvidarse de las políticas, el resultado se consiguió a costa de no avanzar en el pretendido cambio del enfoque tradicional de la guerra contra las drogas. Si, siendo más benevolentes, el objetivo era convertir a López Obrador en aliado para que México pueda empujar por dicho cambio, ojalá se logre, pero no es esto lo que se desprende del resultado de la cumbre.

No estoy pidiendo imposibles, como que el documento final tuviera a la legalización como centro. También se entiende que es difícil y lento hacer cambios a un enfoque que lleva más de 50 años arraigado en el mundo. Pero ojalá aprovechen mejor los futuros encuentros que anunciaron, así como la nueva política de drogas colombiana, recién salida del horno. Que no nos dejen con la sensación de la contradicción discursiva, y el habla por encima de la acción.

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