Decisiones erráticas

Hace agua la cándida política del Gobierno de mano tendida con los delincuentes y cuartel por cárcel para las Fuerzas Armadas

Integrantes de las FARC sostienen sus armas durante el anuncio de la apertura de las pláticas de paz, en Caquetá, el pasado 16 de abril.Europa Press/Contacto/Sebastian Marmolejo

Claro que se puede hablar con delincuentes. Incluso si son de la peor calaña, porque, como ha dicho el senador Ariel Ávila, no se van a someter a la justicia ladrones de celulares o jaladores de carros. No. El diálogo de paz es con 23 organizaciones conformadas por la escoria más fétida de nuestro platanal.

Durante el Gobierno de Juan Manuel Santos nos aplicaron toda la artillería argumen...

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Claro que se puede hablar con delincuentes. Incluso si son de la peor calaña, porque, como ha dicho el senador Ariel Ávila, no se van a someter a la justicia ladrones de celulares o jaladores de carros. No. El diálogo de paz es con 23 organizaciones conformadas por la escoria más fétida de nuestro platanal.

Durante el Gobierno de Juan Manuel Santos nos aplicaron toda la artillería argumental para soportar este tipo de pláticas: que solo se dialoga con el enemigo, que no existe una paz perfecta, que hay que ponerse en el pellejo de la gente que sufre en las regiones…

Hoy, una de las voces más poderosas de esas regiones es la del gobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga. No hace mucho estuvo, en compañía del gobernador de Cundinamarca y de la alcaldesa de Bogotá, recorriendo zonas en las que se ha reactivado la guerrilla.

No es que el gobernador Zuluaga desestime el valor de dialogar. Él representa a quienes, con sensatez, desconfían de un diálogo mal planteado y mediocremente conducido, servido en un escenario de coloidales transformaciones: “El país ha concentrado su atención en temas como las reformas que, si bien no son menos importantes”, dice, “seguramente las pueden arreglar los próximos Gobiernos, en caso de que no salgan bien. Pero la seguridad es el verdadero problema, y solucionarlo no da espera”.

He ahí el primer gran pecado del Petro pacificador: descuidar la seguridad del ahora en aras de una ilusa paz total en la que ni él cree. ¿O no dijo públicamente que el concepto se lo habían inventado los periodistas?

Claudia López, compañera de recorrido de Zuluaga por la región de Sumapaz, también le ha puesto banderillas a Petro: “Nueve meses de decisiones erráticas, de ingenuidad frente a grupos criminales que no ven las ofertas de diálogo y paz total, ni de suspensión de actividades de nuestra fuerza pública, como un acto generoso del Estado, sino que actúan de manera oportunista, para aprovecharse, para incrementar el reclutamiento, el asesinato, la violación de derechos humanos de nuestros ciudadanos”.

Segundo gran pecado del presidente: alentar diálogos candorosos, como si en vez de sostenerlos con delincuentes desalmados, los adelantara con Nuestra Señora del Rosario de Guasá.

La Virgen sabe que por naturaleza no somos ajenos al pecado, pero, en estos asuntos, tan clave como el arrepentimiento es la firme convicción de no seguir errando, y de allí lo grave del tercer pecado de Petro en materia de diálogos de paz: haber dejado entumecer a los militares, limitándolos, poniéndolos en animación suspendida. El expresidente Santos, gran pacifista, bien puede dar fe de que solo acorralando a los delincuentes con la fuerza legítima del Estado es que se sientan a negociar y dejan de asesinar.

Ninguno, es seguro, se animará a abandonar la ilegalidad leyendo las seductoras cartas que firma el alto comisionado del Amor y la Amistad. Aunque en público las ratas demeriten el carácter de Danilo Rueda, en privado debe resultarles primoroso que los felicite por “sus compromisos con la vida”.

Como dijo Claudia López, nueve meses de decisiones erráticas. También en la búsqueda de la paz.

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