Petro se aleja del pragmatismo y da un volantazo a la izquierda

El presidente deja caer a los ministros más moderados y rompe con los partidos tradicionales

El presidente Gustavo Petro el 7 de agosto de 2022, día de su inauguración, en la plaza Bolívar de Bogotá.JUAN BARRETO (AFP)

Al presidente Gustavo Petro le desespera el sistema. La institucionalidad, sus tiempos y las formas lentas de la política en la que para alcanzar un acuerdo hay que negociar otros 20. Petro tiene la Colombia que quiere en la cabeza. Lleva décadas diseñando desde la oposición un nuevo modelo de país. De hecho, la promesa del cambio fue su principal baza para ganar las elecciones en 2022. Nueve meses después de comenzar el mandato, al presidente le ahogan las costuras del Estado. Ha desplegado una batería ambiciosa de reformas, pero estas chocan una y otra vez con el Congreso donde, sin mayorías...

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Al presidente Gustavo Petro le desespera el sistema. La institucionalidad, sus tiempos y las formas lentas de la política en la que para alcanzar un acuerdo hay que negociar otros 20. Petro tiene la Colombia que quiere en la cabeza. Lleva décadas diseñando desde la oposición un nuevo modelo de país. De hecho, la promesa del cambio fue su principal baza para ganar las elecciones en 2022. Nueve meses después de comenzar el mandato, al presidente le ahogan las costuras del Estado. Ha desplegado una batería ambiciosa de reformas, pero estas chocan una y otra vez con el Congreso donde, sin mayorías progresistas, las leyes acaban modificadas, lejos de aquellas que él había diseñado. Después de meses de haber desplegado un pragmatismo político que no se le conocía, Petro ha dicho basta. Ha cerrado la puerta a los ministros de otras tendencias y se ha rodeado de los suyos. O el país que él tiene en la cabeza o ninguno.

Esta crisis de Gobierno que ha acabado con cambios en siete ministerios y un alto cargo no se vio venir. El martes fue un día frenético, como casi todos para el presidente. Comenzó inaugurando la cumbre internacional sobre Venezuela en Bogotá y lo terminó en Zarzal, un municipio de Valle del Cauca donde debía entregar unas tierras a unos campesinos. Allí, alejado del ruido de la capital, soltó la bomba. “Están burlando las decisiones de las urnas y eso no debe ser”, dijo en referencia al establecimiento y los partidos conservadores. “Yo pienso que el Gobierno debe declararse en emergencia”, anunció. Después, pidió a todos sus ministros que presentaran su renuncia y dio por rota la coalición del Ejecutivo, que había tejido con partidos tradicionales y de la derecha para lograr la mayoría cuando el entusiasmo por el cambio había traspasado su propia frontera política.

Así acaba el primer Gobierno de Petro y empieza un segundo, en tan solo nueve meses. Salen del gabinete los ministros más moderados y entran otros más cercanos al presidente de izquierdas. Es un cambio de estrategia que ya se venía cocinando en los últimos meses. Petro llegó al poder dispuesto a desterrar todos los prejuicios sobre su figura política fuera de la izquierda. Para un enorme sector de la sociedad colombiana, acostumbrada a gobiernos más conservadores, era considerado un marxista capaz de llevar al país por la senda de Venezuela o Cuba. El presidente quiso desarmar esa visión con sus primeros nombramientos.

Al frente de Hacienda, el corazón de cualquier Ejecutivo, el presidente puso a José Antonio Ocampo, un reconocido economista, con experiencia de gobierno y respetado por todos los sectores. Al frente de Agricultura y para sacar adelante la reforma agraria, una de las claves de su mandato, nombró a Cecilia López, una veterana de la política que había formado parte de seis gobiernos anteriores. A Alejandro Gaviria, exministro de Salud que había competido en las primarias del centro para las presidenciales, le dio la cartera de Educación. Los tres venían del liberalismo y formaban el núcleo moderado del Gobierno. Eran su puente con los no petristas. Gaviria fue el primero en salir, hace apenas dos meses. Los otros dos fueron despedidos este martes.

También abandonaron el gabinete los ministros de La U y el Partido Conservador, partidos de derecha que hasta ahora formaban parte de la coalición de gobierno. Solo sobreviven los representantes del Liberal, aunque ese es hoy un partido roto por las diferencias políticas y de liderazgo. El cambio más sorprendente fue el de la ministra de Salud, Carolina Corcho, a la que el presidente respaldó en numerosas ocasiones ante las críticas que recibió la polémica reforma sanitaria. Corcho, con fama de intransigente, activista y poco negociadora, también dice adiós al gabinete.

Entran los suyos. Viejos conocidos del Petro alcalde de Bogotá y algunos de sus aliados en la campaña. Con ellos, el presidente pretende enderezar el rumbo de su Gobierno, atorado en multitud de frentes. El momento es clave, el mandatario está en su peor punto de popularidad. El 57% de la ciudadanía desaprueba su gestión frente a un 35% de apoyo. Hace nueve meses, el aval era del 56% y la desaprobación de un 20%. Petro se ha dado cuenta ya de que gustarle a todos es imposible, por eso ha decidido cerrar filas con los suyos, con el núcleo duro de la izquierda.

“La invitación a un pacto social para el cambio ha sido rechazada”, dijo en Twitter. Es una forma de despedir la era de los consensos con el resto de partidos tradicionales. Petro mirará ahora al sector que lo aupó al poder, a la militancia de izquierdas, a la que algunos nombramientos del comienzo dejaron desconcertados. A la vista hay, además, unas elecciones regionales y locales el próximo octubre, claves para el presidente, que no cuenta apenas con poder territorial. Fortalecer el Pacto Histórico, la coalición de izquierdas, es vital para su resultado electoral.

El movimiento del presidente cogió por sorpresa a la mayoría de los colombianos, pero trajo a la memoria al Petro alcalde. Durante su mandato al frente de Bogotá (2012-2016), el líder de izquierdas no fue capaz de tener un gabinete estable y duradero, con unos 50 relevos. Su Gobierno emprende ahora un camino parecido, pues ya suma 12 cambios en 19 ministerios. Para algunos de los políticos que lo han rodeado en los últimos meses, eso se debe a su afán de protagonismo, a su deseo de dirigirlo todo y de no saber delegar.

Petro es consciente de que no puede cambiar Colombia en cuatro años. Con una minoría en el Congreso, la única posibilidad de avanzar parecía tejer una coalición con otros partidos. Pero las enormes diferencias políticas impidieron el desarrollo de muchas de las reformas tal y como las quería el presidente. Ahora tampoco podrá cambiar el país, ni aprobar todo lo que había planeado, pero se quiere asegurar de que lo que salga adelante lleve su sello. Ni una reforma laboral descafeinada ni una reforma sanitaria consensuada. Arranca el Gobierno Petro, parte 2.

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