Doce mujeres alimentan en Múnich el gran misterio del ajedrez
Solo dos de las 16 participantes en el Gran Premio Femenino están entre los 300 mejores del mundo
Sólo una mujer por cada diez hombres (aproximadamente) juega al ajedrez. En las cervecerías más antiguas de Múnich se ve una por cada tres en temporada no turística. Ambas desigualdades tienen claras causas sociales o educativas, aunque en el caso del ajedrez sigue abierta la posibilidad de que también haya una influencia genética. Desde este jueves, la capital bávara es la sede de la 2ª prueba del Gran Premio Femenino (son cuatro por temporada), con 12 de las 16 jugadoras de élite que disputan esa competición. Solo dos de ellas, la rusa...
Sólo una mujer por cada diez hombres (aproximadamente) juega al ajedrez. En las cervecerías más antiguas de Múnich se ve una por cada tres en temporada no turística. Ambas desigualdades tienen claras causas sociales o educativas, aunque en el caso del ajedrez sigue abierta la posibilidad de que también haya una influencia genética. Desde este jueves, la capital bávara es la sede de la 2ª prueba del Gran Premio Femenino (son cuatro por temporada), con 12 de las 16 jugadoras de élite que disputan esa competición. Solo dos de ellas, la rusa Alexandra Goriáchkina (287ª de la lista mundial absoluta; ausente en Múnich) y la india Humpy Koneru (299ª) están entre los 300 mejores.
El enorme éxito en 2021 de Gambito de Dama, la miniserie de Netflix cuya protagonista es una mujer, así como el confinamiento durante la pandemia en gran parte del mundo, ha generado un auge tremendo del ajedrez; por ejemplo, la plataforma Chess.com, la más potente entre las que permiten jugar 24 horas al día por internet, asegura tener 110 millones de usuarios. Y ese auge se nota especialmente entre las mujeres en muchos países. El ajedrez casi ha perdido ya la imagen tópica de una actividad para empollones obsesos; ahora empieza a predominar la de un deporte universal que mueve cada vez más dinero y mezcla gentes de toda condición.
Y, por supuesto, de ambos sexos, pero todavía con enormes diferencias, aunque en algunos países se están acortando mucho. En uno de ellos, España, la federación nacional, FEDA, con el apoyo tácito del Consejo Superior de Deportes (CSD), aplica dos medidas rompedoras si se comparan con gran parte del resto del mundo: han desparecido, desde 2017, los Campeonatos de España Femeninos de todas las categorías y edades (sub 8, 10, 12, 14, 16, 18, 20 y absoluta); la campeona nacional femenina es la mejor clasificada en los absolutos, lo que da derecho a jugar los Europeos y Mundiales de mujeres. En 2021, María Eizaguerri fue campeona absoluta sub 18, algo impensable hasta entonces.
Y la otra medida, desde 2015, es que en las tres categorías de los Campeonatos de España por equipos (División de Honor, Primera y Segunda), cada uno de ellos está obligado a alinear siempre una mujer como mínimo. “Ahora participa un centenar de chicas si sumamos las tres categorías. Antes de esta medida había diez o doce”, recuerda Javier Ochoa de Echagüen, presidente de la FEDA, en un reciente vídeo de alta calidad, producido bajo el paraguas del programa Mujer y Deporte del CSD.
El director técnico de la FEDA, Ramón Padullés, aporta otro dato muy significativo, en una conversación con EL PAÍS, que sitúa a España en la vanguardia mundial del progreso del ajedrez femenino: “Entre los menores de 45 años, la proporción antes de la pandemia era de una mujer por 6,5 hombres; pero si contamos todas las edades, nos vamos a una por cada nueve”.
Pero se necesitarán muchos años para que la cantidad creciente de mujeres se transforme en calidad de élite mundial. Las 16 participantes en el Gran Premio Femenino están lejísimos de lo conseguido por la húngara Judit Polgar, única mujer de la historia que estuvo entre los diez mejores (8ª en 2004). Durante algunos años parecía que la actual número uno, la china Yifán Hou, de 28, podía emularla (en 2015 era la 55ª del escalafón absoluto), pero dio un golpe de timón en su vida, ahora es la catedrática más joven de la historia en la Universidad de Shenzhen (China) y está casi retirada de la alta competición. Su compatriota Wenjun Ju (31 años), actual campeona de mujeres, es la 353ª de la lista mundial. Tampoco hay mujer alguna entre los cien primeros del mundo sub 20, pero sí se aprecia una tendencia ascendente del número de chicas entre los 300 mejores.
También se ve una sensible mejoría en las condiciones de los torneos femeninos o de los mixtos con estímulos especiales para ellas, como el de Gibraltar, el mejor abierto del mundo, interrumpido desde la pandemia. El de Múnich se disputa en los muy elegantes salones de un hotel de lujo, el Kempinski, con dos patrocinadores principales: la inmobiliaria Krulich, que patrocina desde hace años actividades de ajedrez en la capital bávara y en Gran Canaria, donde también tiene intereses comerciales; y la empresa Motiva, de implantes mamarios, captada por la FIDE desde el Mundial Femenino por Naciones que se disputó en Sitges (Barcelona) en 2021.
Las 16 componentes del Gran Premio Femenino disputan tres de los cuatro torneos del circuito: el primero, ganado en septiembre por la rusa Katerina Lagno (con la bandera de la FIDE) fue en Astaná (Kazajistán); el tercero será en India en marzo, y la serie concluirá en Bydgozcz (Polonia), en mayo. Las dos primeras de la clasificación combinada final tendrán plaza en el Torneo de Candidatas (antesala del duelo por el Mundial) de 2024.
EL PAÍS Audio estrenó el pasado martes el pódcast La vida en jaque, cuyo primer episodio intenta contestar a la pregunta de por qué juegan tan pocas mujeres. La respuesta más probable tiene que ver con la educación sexista y los estereotipos -las muñecas son para las niñas y el ajedrez para los niños todavía hoy en la mayoría de los países-, aunque está aún abierta la posibilidad de que haya una importancia influencia genética. Es evidente que los cerebros masculino y femenino son distintos porque las hormonas son diferentes, pero aún no se sabe cuán distintos. En todo caso, la presunción más frecuente entre los neurólogos es que una educación igualitaria puede paliar o eliminar esas diferencias.
Dado que la introducción del ajedrez como herramienta educativa está aumentando en las escuelas de los cinco continentes, en pocos decenios es probable que el número de ajedrecistas femeninas sea mayor, en proporción, al de mujeres en las cervecerías tradicionales de Múnich.
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