¿Por qué importa OpenAI? Esto es lo que hace (hoy) su inteligencia artificial
La batalla casi suicida dentro de la compañía ha despertado un interés gigantesco. El drama ha sido por momentos paródico, pero se ha sentido trascendente. Hoy doy un paso atrás para explicar qué hace ya la última versión de ChatGPT
La historia de la semana es la casi suicida batalla en OpenAI, la compañía líder en inteligencia artificial, que se cerró con un giro completo e inesperado: su consejero delegado, Sam Altman, resucitó a los cinco días de ser despedido.
La trifulca importa porque OpenAI importa. Hablamos de una organización nacida sin ánimo de luc...
La historia de la semana es la casi suicida batalla en OpenAI, la compañía líder en inteligencia artificial, que se cerró con un giro completo e inesperado: su consejero delegado, Sam Altman, resucitó a los cinco días de ser despedido.
La trifulca importa porque OpenAI importa. Hablamos de una organización nacida sin ánimo de lucro que hoy vale miles de millones. ¿Y por qué? Por un lado, porque gracias a su éxito con ChatGPT se ha convertido en la empresa de inteligencia artificial más conocida. Pero sobre todo por un motivo más sencillo: pese a la competencia de gigantes como Google o Meta, un año después de aquel lanzamiento, el modelo de OpenAI sigue siendo el mejor. El más “inteligente” entre sus iguales.
Por eso hoy quiero dar un paso atrás, y en lugar de hablar de la batalla corporativa, contaros qué es capaz de hacer —hoy— la inteligencia artificial detrás de todo este lío.
1. ChatGPT puede conversar
Cualquier puede probarlo entrando en su web, aunque hace falta una cuenta de pago para usar ChatGPT 4, que es el modelo más avanzado.
Esta versión es más “inteligente”, se inventa menos respuestas, y tiene un conocimiento mucho más extenso. Por ejemplo, sabe decir quién soy: “Kiko Llaneras es un periodista español conocido por su trabajo en análisis de datos […] reconocido por su labor en EL PAÍS”. Incluso puede parodiarme. Si le pido dos titulares que ridiculicen mi estilo, devuelve alguno en el que puedo reconocerme: «¿Las croquetas perfectas? Datos y gráficos para entender la proporción ideal de bechamel y jamón».
2. Puede buscar en internet
El último ChatGPT visita páginas web para ofrecer información actualizada. Puedo decirle que busque el último artículo de Marta Peirano en EL PAÍS y que lo resuma. Es probable que esto acabe siendo más cómodo que usar Google, sobre todo integrado en un asistente de voz tipo Alexa o Siri.
3. ChatGPT es bueno leyendo un documento y respondiendo preguntas sobre él
Para probar, le he dado un PDF del periódico del miércoles y le he preguntado cuál era la noticia más importante del día. Elige la de portada, dice: “El posible acuerdo de tregua entre Israel y Hamás, que contempla el intercambio de 50 secuestrados israelíes por 150 presos palestinos”. También ha sabido darme la temperatura en Alicante —encontrando el dato en el mapa—, y decirme que la historia de contraportada es “un artículo sobre Coque Malla”.
Como pasa con casi todas sus capacidades, ChatGPT es al mismo tiempo espectacular y fallido. Por ejemplo, no ha sido capaz de resolver el crucigrama o el sudoku.
4. Puede responder (regular) preguntas sobre una fotografía
Le he pasado esta foto de abajo con los nuevos ministros del recién investido Pedro Sánchez y luego le he preguntado si podía describirla: “Claro. En la imagen se muestra un grupo de 22 personas posando en tres filas en los escalones frente a un edificio con columnas y puertas de vidrio. Visten ropa formal: los hombres trajes y corbatas y las mujeres trajes, vestidos o conjuntos de falda y chaqueta. La foto parece ser una imagen oficial, posiblemente de un grupo gubernamental”.
Su desempeño ha empeorado cuando he seguido pidiéndole otros detalles. Dice que hay 11 mujeres, en lugar de 12, y aunque se atreve a identificar el sexo de cada persona en la foto, y con rotundidad, en realidad ha fallado con la mitad de la gente.
5. ChatGPT pinta
Su última versión tiene acceso a otro modelo de OpenAI, conocido como Dall‧E, que es capaz de generar imágenes a partir de texto, que en este caso los escribe ChatGPT. Interactúan, en cierto modo. Esto es lo que dibujó cuando le pedí una ilustración similar a la fotografía anterior, con un estilo pixel art:
6. ChatGPT es capaz de programar. Bastante bien
Otro producto exitoso basado en tecnología de OpenAI es Github Copilot, un asistente para programar que se integra en tu entorno de programación. Pero el mismo ChatGPT es capaz de ayudarte con preguntas de programación y generar código desde cero.
Hice un ejemplo en 10 minutos. Le pasé esta base de datos con miles de películas y le pedí código en R (que es el lenguaje de programación que mejor manejo yo) para analizar dos cuestiones, con dos gráficos: 1) cómo ha evolucionado la duración media de las películas de ciencia ficción desde los ochenta; y 2) si existe alguna relación entre la duración de una película y su puntuación en la web IMDB. Su código funcionó a la primera. Luego le pedí refinar detalles, como podéis leer en nuestra conversación, y en esos 10 minutos obtuve lo que quería:
¿ChatGPT está haciendo mi trabajo? Hasta cierto punto, sí. Desde luego escribe código rapidísimo. Pero de momento solo funciona conmigo mirando, para decidir qué hacer y para vigilar sus resultados. Además, en otras pruebas no logré que hiciese lo que quería. En cualquier caso, es inevitable preguntarse qué hará en cinco años y cómo podré usarlo.
7. Además, OpenAI ha dado otro paso hacía el futuro: ya puedes crear unos proto- agentes
Su última novedad es la posibilidad de crear mini GPTs a medida. Para probarlo, he hecho un ChatGPT experto en mi libro, Piensa claro. Se lo he dado a “leer” y le he pedido que responda preguntas sobre el texto, que explique sus ideas y cuente sus historias. Una vez creado, cualquier usuario (de pago) de ChatGPT puede charlar con él.
Estos GPTs son un principio de agentes, uno de los conceptos de moda en el mundillo. La promesa es que lleguen IAs personales y proactivas. Esto último es lo importante: serán robots con (cierta) autonomía para ejecutar tareas variadas. En teoría, lo suficientemente hábiles como para actuar ante peticiones complicadas, del tipo: “¿Sabes ese libro que me recomendó mi padre hace unos días por WhatsApp? Pídelo por Amazon”. Si le das los permisos necesarios, sabrá quién es tu padre, podrá leer vuestros mensajes, encontrar el libro y hacer la compra.
Dice Bill Gates que el software va a volverse más listo: “No tendrás que usar diferentes apps para diferentes tareas. Le dirás a tu dispositivo lo que quieres que haga”.
Por supuesto, aumentar los grados de libertad de estos algoritmos levanta alertas. Con los primeros agentes, que serán malos, preocupan sus fallos: igual te pide el libro que no es. Pero también despiertan un miedo teórico los agentes que sean demasiado competentes, como contaba Jordi Pérez Colomé en su boletín de la semana pasada. “Qué pasaría si le digo: ‘El próximo 15 de diciembre es nuestro aniversario. Necesito absolutamente una mesa para dos en el restaurante donde nos conocimos. Tienes que lograrla como sea’. Una IA es un robot. Cumple órdenes. ¿Podría llamar cientos, miles de veces? ¿Podría averiguar quién tiene una reserva y llamarles para pedirles que la anulen? ¿Por quién se podría hacer pasar? ¿Qué tipo de límites tendría o, sobre todo, no tendría?”.
Y estos miedos nos devuelven a la batalla por dirigir OpenAI.
La organización sin ánimo de lucro es ambiciosa hasta despertar escepticismo. Están tratando de crear inteligencia artificial general (es decir, más inteligente que los humanos), pero su misión original es asegurar que esos sistemas, con independencia de quién los desarrolle, “beneficien a toda la humanidad”. Hay una tensión entre potencia y seguridad. Y esas tiranteces, de hecho, podrían ser uno de los motivos en el conflicto estos días dentro de la compañía: Sam Altman querría ir deprisa; los consejeros que lo despidieron, despacio.
El último capítulo del drama apunta en ese sentido. Dice la agencia Reuters que unos investigadores de OpenAI avisaron hace poco de un avance que suponía una amenaza para la humanidad. Otros medios sólidos han restado importancia al aviso, como The Verge que además aterriza el asunto. Un modelo interno de la compañía, conocido como Q*, se habría demostrado capaz de resolver problemas matemáticos simples. Serían retos básicos, de nivel de primaria, pero con trascendencia, porque una limitación del actual ChatGPT es que se le dan mal los números, algo que lo aleja de nuestra inteligencia general.
Puede que el propio Altman se estuviese refiriendo a este descubrimiento hace unos días, cuando dijo: “Cuatro veces en la historia de OpenAI, la más reciente hace solo un par de semanas, he tenido la oportunidad de estar en la sala en la que empujamos el velo de la ignorancia hacia atrás y la frontera del descubrimiento hacia delante”.
Veremos. Yo seguiré atento, y os iré contando, pero de momento me tranquiliza pensar que es la cuarta vez que Altman ve un salto así.
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📺 TikTok sí es un lugar de noticias. Cada vez más gente usa la plataforma de vídeos cortos también para acceder a noticias. Según datos de Pew Research, de los estadounidenses que usan TikTok, el 43% lo hace para acceder a noticias, una proporción mayor que en Instagram (34%) y YouTube (32%). Más relevante aún: es una fuente habitual de noticias para uno de cada tres veinteañeros.
🏡 ¿Cuántos inquilinos no heredarán? Me ha interesado este dato sobre la gente que vive de alquiler: en Barcelona ciudad, el 70% de los inquilinos no heredarán ninguna vivienda. Del 30% restante, la gran mayoría heredará una sola vivienda y se la repartirá con uno o más herederos. En las últimas décadas, como la vivienda se encarece más y más en las grandes capitales, heredar o no, y hacerlo en un sitio u otro, se está convirtiendo en una fuente de gran desigualdad. El dato sale de este estudio del Institut de Recerca Urbana de Barcelona.
🤔 Esta frase me dio qué pensar. Mirad lo que dice en esta entrevista el exdirector de IARPA, una agencia para la investigación dependiente de la inteligencia de Estados Unidos: “La gente subestima su propio potencial para contribuir a los problemas más importantes. Sobrestiman cuántas personas ya están trabajando en ellos. Por lo tanto, muchos problemas increíblemente importantes son ignorados. Si no puedes averiguar quién está trabajando en algo después de unos días de intentarlo, entonces probablemente sea un problema ignorado. Y seguramente nos corresponda a nosotros resolverlo”.
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