14.000 migrantes han regresado al sur desde el retorno de Trump
La migración inversa registra un aumento sin precedentes y expone a mayores peligros a quienes buscaban una vida mejor, de acuerdo a un informe de la ONU


Las políticas contra la inmigración de la Administración de Donald Trump han causado un cambio radical en el flujo migratorio del continente americano. El viaje hacia el país rico del norte ya no es tan prometedor y los migrantes han cambiado de rumbo para viajar hacia el sur, un fenómeno conocido como migración inversa. Entre enero y julio de este año, unas 14.000 personas han retornado desde México y Estados Unidos, en su mayoría de nacionalidad venezolana, que huyeron de las prolongadas crisis económicas, sociales y políticas de su país solo para encontrarse con que ya no son bienvenidos.
Así lo revela un informe reciente presentado por los Gobiernos de Colombia, Panamá y Costa Rica en colaboración con la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, basado en 182 testimonios directos de personas migrantes en tránsito inverso. “Es hora de volver, el sueño americano no era así”, es una de las declaraciones escuchadas a uno de los entrevistados que ilustra el sentimiento de quienes dan la vuelta para volver sobre sus pasos.
La cruzada antiinmigrante del Gobierno de Trump, que prácticamente ha cerrado la frontera para la llegada de solicitantes de asilo y tiene como objetivo conseguir la mayor deportación de la historia, es la principal causa del retorno de los migrantes. La inseguridad, violencia, secuestros y otros abusos sufridos en el tránsito migratorio también ha incidido en los motivos, así como la falta de accesos a servicios y asistencia durante el viaje.
Además, las restricciones en el tránsito de la selva del Darién han contribuido a que el panorama sea muy diferente del que había hace solo un año, cuando más de 260.000 personas cruzaron de forma irregular hacia el norte.
Desde 2017, alrededor de ocho millones de personas han huido de la crisis en Venezuela. Durante años, estos migrantes se desplazaron a otros países sudamericanos, como Colombia, Perú, Ecuador, Chile y otros. Eso cambió en 2021, cuando cientos de miles de personas partieron hacia Estados Unidos, atravesando la selva del Darién. La migración a través del peligroso paso en la frontera entre Colombia y Panamá, alcanzó su punto máximo en 2023, cuando cruzó más de medio millón de migrantes, pero se detuvo casi por completo a principios de este año. El flujo de migrantes que se dirige al norte se ha reducido un 97% este año.
La principal vía de entrada a Estados Unidos se realizaba mediante la aplicación CBP One, que el Gobierno de Joe Biden creó para que los migrantes agendaras citas para realizar su solicitud de asilo. El primer día del segundo mandato de Trump, el republicano eliminó el programa y miles de migrantes quedaron varados en México.
Los migrantes que aún intentaban llegar a Estados Unidos cuando Trump entró y cambió las políticas fronterizas han dado marcha atrás y regresado a Sudamérica. Alrededor de una cuarta parte de los entrevistados planeaba ir a Colombia, anteriormente el epicentro de la migración masiva desde Venezuela. Otros dijeron que no sabían dónde iban.
Si las condiciones en el camino hacia el norte ya eran malas, el flujo hacia al sur es aún peor, según muestra el informe, porque la mayoría tiene menos fondos para financiar su viaje y pocas perspectivas de trabajo al regresar. De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 37% de estas personas afronta necesidades económicas críticas, frente al 13% registrado en la ruta sur–norte.
A ello se suma que las rutas están dominadas por redes criminales, muchas veces las mismas que facilitaron el viaje hacia el norte. La mayoría de los encuestados asegura haber sufrido en primera persona o haber conocido a alguien que sufriera abusos y relatan extorsiones, secuestros, robos y violaciones. En el caso de las mujeres y las niñas la situación es más grave al verse obligadas a pernoctar en casas abandonadas, parques públicos y lugares improvisados.
“La mayoría de estas personas ya son víctimas de abusos contra los derechos humanos”, declaró Scott Campbell, representante de derechos humanos de la ONU en Colombia. “Instamos a las autoridades a ayudar a las personas en esta migración inversa para evitar que sean explotadas o caigan en redes de trata de personas dirigidas por grupos armados ilegales”.
Los riesgos de los viajes por mar, tampoco están exentos de riesgo. Los migrantes viajan en embarcaciones muy precarias, expuestas a accidentes, como el ocurrido en junio por una lancha que trasladaba a 38 personas desde Panamá hacia el Pacífico colombiano y dejó varios heridos, entre ellos niños. Además, el costo de los traslados marítimos, estimado en 280 dólares por persona, obliga a muchas personas a permanecer días o semanas varadas, a la espera de reunir el dinero necesario para movilizarse.
La mayoría viaja de isla en isla al norte de Panamá por el Mar Caribe, llegando al pequeño pueblo de Necoclí, Colombia, donde muchos comenzaron su viaje a través del Darién. Otros viajan hacia el sur por mar a lo largo de una franja selvática de Panamá y Colombia a través del océano Pacífico, donde son desembarcados en pueblos remotos o en la ciudad colombiana de Buenaventura.
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