Bad Bunny, un amuleto millonario para la economía puertorriqueña
El impulso de su residencia de 30 conciertos refuerza a Puerto Rico como un epicentro global de la música urbana y trasciende las tensiones políticas que explora el artista

—¿Ustedes están celebrando al conejo ese?
—No, estamos celebrando la cultura puertorriqueña.
El intercambio —entre un trabajador de un club de compras al por mayor y un cliente— ocurrió porque las empleadas habían adornado sus cabellos con flores y los empleados llevaban pavas. Recién comenzaba la residencia de 30 conciertos de Bad Bunny en Puerto Rico y en muchos comercios, la pava, ese sombrero tradicional del jíbaro puertorriqueño que el artista le ha presentado al mundo, se convirtió en una presencia imposible de evitar tras adquirir una lectura pop que lo trasciende ahora como símbolo de la vida dura del campo.
No se salvó ni una vitrina. Hasta botellas de perfume carísimo fueron coronadas por una pava en miniatura, entre otras maneras creativas en las que la iconografía clásica de un aspecto de la cultura puertorriqueña se incorporó a todo tipo de productos en el país. Este verano, la fiebre por Bad Bunny se reprodujo como los conejos y convirtió al evento en un motor económico potente y un punto de inflexión en la industria del entretenimiento. Si, como muchos han dicho, el petróleo puertorriqueño es la música y la cultura, este verano el Coliseo de Puerto Rico ha sido un legítimo yacimiento.

El artista no incluyó ninguna función en Estados Unidos para su gira global, que empieza después del final de la residencia en San Juan y en un principio se especuló que fue precisamente para apoyar económicamente a la isla. Pero esta semana él mismo confirmó que la decisión la tomó por temor a posibles redadas migratorias en alguno de sus conciertos. Aunque no fuera su motivación, y a pesar de la tensión entre el contenido político, cultural y social del álbum Debí Tirar Más Fotos, así como del propio espectáculo de la residencia de Bad Bunny en Puerto Rico con el Gobierno actual del Partido Nuevo Progresista, que defiende la adhesión completa de la isla a Estados Unidos, la estela de la residencia ha permeado todos los sectores.
“Tenemos unas 50 mesas que se llenaban unas 10 veces al día, ahora se llenan unas 40 veces al día. Hemos extendido el horario y expandido el lugar. La fila le da la vuelta a la calle”. Lo cuenta Jesús Pérez, uno de los propietarios de La Casita Blanca, una fonda icónica con 47 años de historia en el corazón del barrio Santurce de San Juan, conocido por ser cuna de una de las ramificaciones de la bomba puertorriqueña, con profunda herencia afrodescendiente. Ahí están también las calles que vieron crecer a inmensas figuras de la música como Ismael Rivera y Pellín Rodríguez, entre tantos.
“Aquí se sirve la comida como la hacía mi abuela, el sofrito con la tradición que implementó mi padre, Jesús Pérez, es el sabor del barrio, la comida que comían nuestros ancestros. Servimos bacalaítos y sopa de plátano de nuestro huerto; servimos patitas de cerdo con garbanzos, bistec encebollado, carne guisada, fricasé de pollo. Al final les obsequiamos el chichaíto [un trago destilado hecho a base de ron y anís] con tres semillas de café que simbolizan el amor, el dinero y la salud”, explica Pérez, quien junto a su hermano Leonardo y su madre Mildred de León mantienen viva la tradición familiar. En su negocio, la gente compra además cigarros, café, salsa picante receta del abuelo y vasitos para tragos. Hay boricuas de la diáspora que lloran al probar la comida, conectando memoria y paladar, y los turistas se van conociendo el sabor del país.

El restaurante tiene su trayectoria. Pero una vez Benito, como se le conoce en la isla, visitó el lugar, el interés aumentó exponencialmente. Y lo que han vivido se ha repetido en muchos negocios. La pata de conejo es un amuleto de la suerte, y en Puerto Rico la mirada de Bad Bunny ha tenido un efecto similar en la economía.
Vivir la música
Un informe realizado por una firma independiente para el Municipio de San Juan estimó que durante las primeras 15 funciones de la residencia el impacto económico generado fue de unos 165 millones de dólares (unos 140 millones de euros); para las últimas 15, que fueron abiertas a personas no residentes en Puerto Rico, se estima que será de unos 214 millones adicionales. Ambos estimados son conservadores, pues durante los tres meses de residencia se ha calculado que unas 500.000 personas habrán visitado el país y la residencia contará con una asistencia total de 450.000 personas.
Para el turismo ha sido un impulso aún mayor, tratándose de una temporada baja al coincidir con el periodo de huracanes. Tan solo en exposición mediática internacional gratuita se ha estimado un valor de 17 millones de dólares (14,4 millones de euros) y, en redes sociales, al momento del análisis —a la mitad de la residencia—, unos 205 millones de usuarios habían interactuado utilizando contenido relacionado con el espectáculo. Incluso la firma Moody’s Analytics aumentó el porcentaje de su evaluación para la economía de la isla del 0,3% al 0,4%, en gran medida debido a la residencia.

“Puerto Rico tiene esa capacidad —de que un alto porcentaje de su producto nacional bruto venga de las artes musicales— y estamos viendo ese potencial manifestado concretamente”, explica el vicepresidente de asuntos industriales de Discover Puerto Rico, Ricardo Cortés Chico, quien además precisó que, como entidad intermediaria, trabajaron con la industria turística para la creación de paquetes promocionales. Así, vendieron 48.255 noches en 34 hoteles y han calculado un estímulo económico de 196,5 millones de dólares (unos 167 millones de euros). Y esto no incorpora a las personas que se hospedan en alquileres de corto plazo, o en casa de amistades o familiares, también a quienes realizaron sus reservas de hotel por su cuenta o, incluso, los gastos de los residentes de Puerto Rico que invierten en entretenimiento con motivo del concierto en San Juan. Tampoco cuenta el camarero que lleva ya dos meses haciéndose de unos 300 dólares en propinas cada fin de semana, al conductor de Uber o los vendedores ambulantes en las afueras del coliseo, o hasta las velas de San Benito que se han visto aquí y allá. De hecho, la residencia comenzó precisamente el día de San Benito, como si hicieran falta aún más valores simbólicos y culturales.
“Claro, tendremos un dolor de cabeza para este mismo trimestre el año que viene, buscando cómo igualar o sostener este impulso”, admite Cortés. “El destino ha florecido porque hemos dejado de proyectarnos como un destino similar a otros competidores y hemos apostado a quiénes somos. No hay otro destino que te pueda ofrecer una experiencia puertorriqueña auténtica”.
Davelyn Tardí, gerente de Comunicaciones de Discover Puerto Rico, cree que la residencia ha sido un impulso que “permite catapultar el momento”. “Una vez inicia octubre comienza nuestra temporada alta y ya estamos viendo que el ritmo de reservas hasta finales de este año es positivo en comparación con el año pasado”, añade.

¿Después qué?
La necesidad de que este estímulo tenga un impacto a largo plazo obliga a evaluar el modo en que el Gobierno se ha relacionado con el evento. Por un lado, comerciantes y voces diversas relacionadas con la producción reconocen que el municipio de San Juan ha hecho todo lo posible para cooperar. Por otro lado, el Gobierno estatal, si bien ha cumplido con los requerimientos básicos para una operación de esta magnitud, no ha mostrado interés concreto o presentado un plan a mayor escala para sacarle el máximo partido posible.
“Se trata de que el Gobierno promueva lo que se está dando de manera natural para este artista que ya tiene su fama, pero no es necesariamente la situación de otros artistas”, expone la economista Indira Luciano Montalván, del recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. “Agencias específicas han hecho su trabajo, su mediación y sus activaciones también, pero no veo un plan integrado. Desde el punto de vista del Gobierno no ha habido un plan que incentive el invertir en la infraestructura necesaria para el futuro, para llevar esta actividad también fuera de las áreas urbanas. No sabemos si es por el elemento político tan fuerte”, sopesa. En abril, Montalván lanzó junto a sus estudiantes un estudio con los primeros estimados del posible impacto económico de la residencia; números, en su momento impactantes, pero que han resultado ser mucho menores de los previstos ya al final del espectáculo.
“Hay que ver cuáles son esas miradas al futuro, cómo podemos incentivar actividades como estas para que pueda haber un crecimiento sostenido. Ellos fueron atrevidos, arriesgaron mucho, pero tenían a la figura del artista que es un producto en sí mismo. Si todo se da con éxito y demuestran que sus estrategias fueron efectivas, otros se atreverán a hacerlo”, anota.
En la salida de la función 27, el pasado domingo, los visitantes dejaban el Coliseo de Puerto Rico habiendo cantado a bocajarro “yo soy de P-fkn-R [del jodido Puerto Rico]”, como quien más. Muchos con sus pavas con el logotipo de la residencia, con flores, guayaberas, faldas coloridas y todo lo que pudiera interpretarse como estética de ballet folclórico que perrea o de neojíbaro que, en lugar de picos y palas, se vive la película del maleanteo urbano en clave "le lo lai". Esa es parte de la superficie que el mercado ha sabido bien capitalizar. En la profundidad, hay un sentimiento global que a nadie le es ajeno: defensa de la identidad. Resta ver si un producto aguanta tanto contenido.
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