Ignatius Farray: “Pretender ser ofensivo es algo mediocre”
El cómico publica el libro ‘Vive como un mendigo, baila como un rey’ donde cuenta la vida de quien considera su peor enemigo: él mismo
Juan Ignacio Delgado Alemany (Canarias, 46 años), más conocido como Ignatius Farray, el apodo bajo el cual este puro nervio de barba homérica hace la comedia más salvaje de la radio y la televisión generalista españolas, ha escrito un libro. En Vive como un mendigo, baila como un rey (Temas de Hoy) lleva a la palabra escrita su particular estilo, de pensamiento absurdo, disperso y tajante. Con él, el colaborador de ...
Juan Ignacio Delgado Alemany (Canarias, 46 años), más conocido como Ignatius Farray, el apodo bajo el cual este puro nervio de barba homérica hace la comedia más salvaje de la radio y la televisión generalista españolas, ha escrito un libro. En Vive como un mendigo, baila como un rey (Temas de Hoy) lleva a la palabra escrita su particular estilo, de pensamiento absurdo, disperso y tajante. Con él, el colaborador de La vida moderna en la cadena SER y La resistencia en Movistar +, cuenta su vida, de su infancia en Granadilla de Abona, un pueblo de Canarias, a su actual vida como personaje icónico de Malasaña, en Madrid, donde convive con quien considera su peor enemigo: él mismo.
Pregunta. Es usted muy duro consigo mismo en el libro. ¿El personaje de Ignatius Farray le machaca?
Respuesta. A Ignatius Farray no lo considero un personaje. Es algo que surgió de otra forma. Yo nunca pensé que fuera capaz de subirme a un escenario. Me entran un pánico y una cobardía tremendas. He encontrado una manera de estar ahí arriba, una que al mismo tiempo refleja mis carencias como cómico. Me dejo llevar por la ansiedad, por la histeria. Me da la oportunidad de subirme… con un estilo natatorio desagradable, pero me mantengo a flote.
P. Se está machacando de nuevo.
R. Estoy agradecido por poder ganarme la vida con esto. Pero sinceramente, cuando salgo de una actuación, la mayor parte de las veces lo que siento es remordimiento, que me he dejado llevar. Entro en un huracán del que no salgo contento para nada. Mi ilusión es algún día… No tener más estilo ni resultar más agradable, para mí la comedia no es eso, no tiene que ser una cosa bonita de ver. Pero sí hablar de cosas mías más auténticas, que a lo mejor la desesperación de Ignatius Farray no me permite.
P. ¿No busca la verdad para hacer comedia?
R. Es que tampoco lo es todo. Está muy mitificada la figura del bufón que luego resulta que sí que dice cosas que son verdades, que desnuda al rey. La verdad es un bien escaso en esta era de la desinformación, como el agua o petróleo. Pero su derrota viene de que es aburrida. No tiene la espectacularidad de las fake news. Mantener el equilibrio, decir cosas auténticas que resulten atractivas, para mí sería un desafío.
P. ¿Y entonces qué es lo que busca?
R. Lo máximo a lo que puede aspirar un cómico, más que a la verdad, es a la sensación de libertad. Esa oportunidad que te da la gente para comportarte de cierta forma, expresarte más allá de convencionalismos. Esa complicidad se da muy poco y te la dan ellos, no te la puedes inventar tú. Y tiene un enganche tan fantástico que eres capaz de buscarla toda la vida, en mi caso durante 20 años.
P. ¿Por qué se dice que la comedia de izquierdas es mejor de la de derechas?
R. Esa ansia de libertad que conlleva la comedia, en sus niveles más altos, la izquierda la comparte espiritualmente. Es patrimonio de un pensamiento de izquierdas. Por eso, cuando ese grupo cae en comportamientos más puritanos, da rabia.
P. ¿A qué comportamientos se refiere?
R. Cuando dicen que no debemos expresarnos de tal manera, que guardemos las formas porque si no podemos ofender a grupos desfavorecidos. Por supuesto, hay que ser correctísimo con la gente con la que convivimos pero si eso nos lleva a sentirnos maniatados hasta el punto de estar paralizados, yo creo que salimos perdiendo.
P. ¿Usted tiene ese miedo?
R. A mí personalmente me estimula. Me gusta que existan los límites porque me marcan la línea y me indican dónde debo empujar. La gente dice que no deberían existir los límites del humor, yo me sentiría perdido sin ellos. Eso de los temas donde la gente se pueda sentir ofendida…
P. Por ejemplo...
R. Te podría decir ahora muchos, eutanasia, feminismo, incesto…, y estaría mintiéndote. Los límites no están en el tema del que hables. La falta de respeto la dan las formas que empleas. Yo puedo ser desagradable hablando del tiempo.
P. ¿En qué sentido le ayudan los límites?
R. Si yo sé dónde está tu raya, para mí es un desafío poder hacer bromas sobre ella. Pasar un pie por encima y luego recogerlo. No aspiro a ofenderte, eso sería mediocre. Y las muchísimas veces que he metido la pata no lo he vivido con orgullo sino al contrario. Siento que me he decepcionado a mí mismo. En cambio, si gracias a tu complicidad o la confianza que me des, jugando con esos límites, creo una conexión, esa es la libertad de la que te hablo. Tú y yo teníamos un pensamiento en las antípodas y de repente, haciendo equilibrios sobre esos límites, nos hemos reído. Hemos creado un vínculo, más allá del enfrentamiento. La comedia debe aspirar a eso.
P. El tópico de la seriedad del humor.
R. La comedia muestra la vulnerabilidad humana, estamos mirando un abismo continuamente. No siempre en la vida se dan las circunstancias adecuadas para ello pero la comedia crea un contexto en el que se puede hacer. Es chamánico. La sociedad necesita esas revelaciones, pero no en todo momento ni en cualquier circunstancia. Tiene que hacerse de forma muy controlada: en un escenario, con la gente a oscuras. Ahí hay algo muy delicado, se está jugando con fuego.
P. Decía que la izquierda ha dejado de jugar con los límites.
R. Me da rabia que esté perdiendo esa ansia de libertad por guardar tanto las formas. Y la derecha se apropia de ese comportamiento antisistema. No tiene ningún problema moral de este tipo, y eso le da una ventaja injusta. Decía Bertrand Russell que el drama principal del ser humano es que la persona que tiene dudas automáticamente tiene la batalla perdida porque quienes no son capaces de reflexionar pasan automáticamente al terreno de la acción. La izquierda debería ser capaz de compaginar una cosa con la otra. Se puede tener respeto y no estar paralizado. Lo contrario a la risa no es el llanto, es el miedo. La risa te da libertad, el miedo te paraliza.
P. ¿No se le ha ocurrido aún la forma de revertir esa desventaja?
R. Hay una comparación que lo explica. Tienes una barrica de mierda. Le echas una cucharadita de vino. ¿Qué obtenemos? Mierda. Tienes una barrica de vino y le añades una cucharadita de mierda. ¿Qué es? Mierda. La mierda siempre gana. Hay cosas valiosas en esta vida, como el amor o la verdad, y hay que cuidarlas para que el caos no se las lleve por delante. La mierda siempre tiene ventaja.