Columna

El pariente

Los comunicadores diarios de la pandemia establecen relaciones familiares con la audiencia

El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, durante una rueda de prensa en Palacio Nacional Ciudad de México.Presidencia de México (EFE)

Hace muchos años, tantos que ni en Google hay forma de encontrarlo, una presentadora de televisión en Francia recibió la herencia de alguien que la veía cada día en la pantalla. La periodista era su pariente más cercano, a dos metros del sillón orejero, hasta donde alcanzaba el haz de luz azul del aparato; le daba compañía, le saludaba, le contaba cosas. ¿En quién si no depositar el agradecimiento? La televisión teje estrechas relaciones con su audiencia. Fernando Simón en España contaba a diario el discurrir vírico y muchos establecieron con él un feliz encuentro en la primera fase. Antes de ...

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Hace muchos años, tantos que ni en Google hay forma de encontrarlo, una presentadora de televisión en Francia recibió la herencia de alguien que la veía cada día en la pantalla. La periodista era su pariente más cercano, a dos metros del sillón orejero, hasta donde alcanzaba el haz de luz azul del aparato; le daba compañía, le saludaba, le contaba cosas. ¿En quién si no depositar el agradecimiento? La televisión teje estrechas relaciones con su audiencia. Fernando Simón en España contaba a diario el discurrir vírico y muchos establecieron con él un feliz encuentro en la primera fase. Antes de ser el saco de boxeo de los detractores políticos, no faltó quien soñara con una camiseta donde lucir esa imagen de pelambre leonina y persianas enrolladas sobre los ojos azules. Parecido ocurrió con Fauci en Estados Unidos, otro ejemplo del busto parlante protector a quien confiarse desde lo más íntimo de la casa. Fauci lo ha tenido más fácil: ya había un flequillo rubio para lanzar los dardos más atinados.

En México, el pariente de la tele se llama Hugo López-Gatell, un epidemiólogo nacido para comunicar. El subsecretario de Salud lleva cerca de seis meses sin ausentarse de la cita diaria con la audiencia, la voz sosegada de estas latitudes, el tono templado, las formas de un buen maestro. No bien apareció el primer día, la gente comentó que había nacido una estrella que eclipsaría a su jefe, el secretario (ministro) de Salud, también reputado inmunólogo, lástima que la cámara y él no sienten nada cuando se miran. Gatell se convirtió pronto en el rey de los memes rendidos a sus pies. Despertaba un teleamor que se fue apagando a medida que se le oscurecían las ojeras.

La pandemia no ha dejado nada en su sitio, pero a pesar de las críticas no sería de extrañar que algún jubilado solitario heredara a estos inesperados comunicadores el sofá de la salita en recuerdo de la relación diaria que sobre esos cojines mantuvo con ellos.

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