Por qué seguirás asistiendo a clases virtuales cuando se pueda volver a las aulas

La educación a distancia ha llegado para quedarse: provocará cambios en los métodos de enseñanza y propiciará la colaboración entre las tecnológicas y las universidades. Los contenidos de la serie Futuros Educación de UNIR en EL PAÍS abordarán las tendencias y los retos de la educación superior

En torno a 217.000 estudiantes se enfrentan estos días a uno de los mayores retos de su vida, la antigua Selectividad, ahora denominada EBAU (Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad), sin tener muy claro cómo será su primer año de universidad. ¿Conocerán a sus compañeros y profesores a través de una pantalla o podrán juntarse en un aula? La crisis sanitaria ha trastocado el modelo educativo y, aunque aún no está claro cómo se adaptará a la nueva normalidad, la formación a distancia y sus métodos de enseñanza señalan el camino.

La Universidad es una de las instituciones más antiguas, pero también de las más inmóviles de la historia. “Hay quien afirma que es más inflexible que la Iglesia. Si pensamos en cómo se daba clase en el siglo XII y cómo se hace ahora comprobaremos que son similares”, reflexiona Luis Ayuso, profesor de Sociología de la Universidad de Málaga y coordinador del Departamento de Investigación del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) entre 2017 y 2018.

Un acelerón necesario

Este año, la Universidad ha dado uno de sus mayores saltos. De un día para otro, profesores y alumnos se han visto obligados a trasladar las clases a Internet durante el confinamiento. Y ahora, tras la desescalada, ese modelo parece que ha llegado para quedarse. Antes de la pandemia, “solo el 2% de la educación superior, a nivel global, estaba digitalizada, y ahora todas las universidades han acelerado la digitalización”, afirma Miguel Arrufat, director de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), que proporciona formación a 48.000 alumnos en cerca de cien países con metodología totalmente en línea.

Las restricciones sanitarias van a marcar la actividad en los campus. El Ministerio de Universidades ha elaborado una guía de recomendaciones para el próximo curso. Además de la reducción de aforo en las aulas, el Gobierno pide planes de contingencia que permitan un cambio masivo e inmediato a un sistema de docencia en línea si fuera necesario. Por ello, solicita a los centros que proyecten programas de formación para el profesorado en la enseñanza online y la adaptación de los métodos de evaluación. El objetivo es que no les tome por sorpresa si hay que invertir la desescalada.

Hacia un modelo híbrido

Estas peticiones dejan claro que el modelo que alterna la presencialidad con las clases a distancia se ha vuelto el más adecuado. En él se combinan los beneficios del intercambio en el aula física y las ventajas multimedia que aporta la Red.

La educación en línea permite estudiar a profesionales con responsabilidades que no pueden acudir a un aula, a personas con alguna discapacidad física que complica cualquier traslado y también a habitantes de zonas de difícil acceso en las que los movimientos están limitados por la orografía del terreno. “Las universidades en línea rompen barreras sociales, físicas, culturales”, sintetiza José María Vázquez García-Peñuela, rector de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

Este tipo de formación también impulsa a los docentes a cambiar la metodología de enseñanza. Permite rebajar la memorización para dejar espacio a la innovación y al pensamiento individual. Fomenta el aprendizaje asincrónico con lecciones pregrabadas y reserva el tiempo de clase para el diálogo y las actividades grupales. Es la flipped classroom –el aula invertida–, un modelo que gana peso en todos los niveles de la educación.

También potencia la relación entre el estudiante y el profesor. Aunque los recursos digitales aíslan a ambos, ya que no se produce el encuentro físico, el docente dedica tiempo en exclusiva a cada alumno. “Los profesores vamos a convertirnos en tutores que les animan a pensar, a ser creativos, ya que no hace falta repetir las lecciones, pues están colgadas en los campus virtuales”, explica Luis Ayuso.

La educación se alía con las tecnológicas

No todos los centros, sin embargo, están preparados para este cambio. Muchos no disponen de la infraestructura necesaria, por lo que están abocados a la colaboración para sobrevivir: entre universidades, por un lado, para continuar siendo relevantes; y con el mundo empresarial, especialmente las big techs, para expandirse a través de Internet. “Habrá universidades que lo entiendan bien y sepan hacer, por un lado alianzas con otras y, por otro, con las empresas”, detalla Ayuso.

En Estados Unidos este fenómeno lleva tiempo marcando el camino. Scott Galloway, profesor de la escuela de negocios de la Universidad de Nueva York, asegura que la coyuntura actual fomenta que universidades de elite como el Massachusetts Institute of Technology (MIT), Stanford o Harvard se alíen con grandes compañías tecnológicas como Google, Apple y Facebook. Así son capaces de lanzar una estrategia digital integral, a través de grados híbridos, que multiplica su alcance. “La incorporación de la inteligencia artificial y la realidad virtual va a hacer que se diferencien unas universidades de otras, dada su complejidad tecnológica”, afirma Miguel Arrufat.

Las colaboraciones entre universidades en América pueden ser el espejo en el que se miren el resto de centros del mundo. En EE UU, la Arizona State University (ASU) se ha unido a otros 20 centros superiores con el fin de llegar a acuerdos con plataformas externas para integrar diferentes tecnologías, porque ninguna de ellas podía asumir el reto de la transformación de forma independiente. En Brasil, Kroton Educacional, la organización educativa privada más grande del país, se fusionó con Anhanguera, otra de las grandes, convirtiéndose en líder de educación presencial con más de un millón de alumnos.

Menos matriculaciones para el nuevo curso

La forma en la que recibirán la educación no es la única incertidumbre de los aspirantes a entrar en la universidad. Muchos jóvenes dudan de que puedan hacerlo, especialmente en EE UU y Reino Unido. En ambos países se calculan por cientos de millones las pérdidas que puede suponer una caída en las matriculaciones. Varias encuestas reflejan que muchos alumnos planean posponer la entrada en la educación superior hasta que la situación sanitaria se solucione. Lo mismo ocurre con los estudiantes extranjeros —que en Reino Unido suponen un tercio del total—, limitados por la imposibilidad de viajar o por que futuros rebrotes les dejen aislados lejos de sus países de origen.

Ante esta situación, la formación en línea ofrece soluciones más versátiles. Durante el estado de alarma, lo que para la universidad presencial ha sido una improvisación, para la online no ha supuesto grandes cambios. “Las universidades tradicionales deben aprender de las digitales para mejorar lo que ya funciona”, destacaba recientemente el experto en innovación Vijay Govindarajan, del Dartmouth College en Nuevo Hampshire (EE UU), en el marco de un webinar de Harvard sobre el impacto de la covid-19 en el sector.

“Las online llevan una década de adelanto”, señala Luis Ayuso. Para este experto las universidades tradicionales, que han hecho un esfuerzo tremebundo para adaptarse –y seguirán haciéndolo–, deberían haber mirado más hacia las digitales para comprender las particularidades de la enseñanza virtual. Solo así se podrá actuar en emergencias como la actual. También se podrán acometer renovaciones en los métodos de enseñanza de esta institución casi milenaria, que debe seguir el camino de la digitalización. “La covid-19 nos ha mostrado lo atrasados que aún estamos” concluye.

Alumnos indecisos y en aprietos

El número de estudiantes que se matricularán en las universidades estadounidenses el próximo curso podría ser el más bajo en dos décadas, de acuerdo con una encuesta de la consultora SimpsonScarborough que recogía el pasado mes la revista New York. Se prevé que el número de peticiones caerá un 20%.

Las universidades británicas también se encuentran en apuros. Un sondeo del sindicato de estos centros revela que el 20% de los estudiantes valora posponer sus estudios si no pueden acudir a clase con normalidad el próximo curso. Esto supone unas pérdidas de cientos de millones de euros, según recoge el diario The Guardian. Por eso, el conjunto de centros, entre los que se encuentran entidades históricas como Oxford y Cambridge, han solicitado ayuda al Gobierno, que ha creado un fondo para brindarles apoyo financiero.

En España aún se desconocen las previsiones sobre el número de estudiantes que se matriculará en alguna carrera. Lo que se sabe es que los 217.000 alumnos de Bachillerato que se enfrentan estos días a los exámenes de acceso son 73.000 menos que en 2019 y casi 100.000 menos que en 2018, aunque la cifra actual se acerca a la de como 2016, cuando el número rondaba los 200.000 aspirantes.


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