Los mensajes ocultos de las fotos que Melania Trump subió a Twitter
¿Por qué no se muda a la Casa Blanca la primera dama? Una documentalista analiza las más de 400 fotos que publicó en redes antes de que Trump iniciase su campaña.
¿Por qué una primera dama no querría aceptar su trabajo? Esta es la duda que asaltó a Kate Imbach el pasado mes de noviembre, cuando supo que Melania Trump no se mudaría a la Casa Blanca (una portavoz de la Primera Dama confirmó recientemente que Melania y su hijo Barron finalmente ...
¿Por qué una primera dama no querría aceptar su trabajo? Esta es la duda que asaltó a Kate Imbach el pasado mes de noviembre, cuando supo que Melania Trump no se mudaría a la Casa Blanca (una portavoz de la Primera Dama confirmó recientemente que Melania y su hijo Barron finalmente se mudarán a la Casa Blanca en junio, después de que éste finalice las clases).»Me impresionó su decisión inicial. Ser primera dama es un privilegio increíble y una oportunidad de servir al público. Como sus entrevistas no eran muy reveladoras –se nota que está custodiada y entrenada para los medios –, pensé que para entenderla mejor podría intentar mirar de cerca sus fotografías para intentar comprender cómo ve el mundo», explica esta realizadora de documentales por correo electrónico. Imbach, siguiendo la estela de otros analistas de la imagen como Errol Morris o Will Schultz con Diane Arbus, ha analizado las 470 fotos que Melania Trump compartió en sus redes, aparentemente tomadas por ella misma, en un período de tres años, entre el 3 de junio de 2012 y el 11 de junio de 2015, justo antes de que su marido Donald Trump anunciase su candidatura a la presidencia de EE UU.
Aquellas fotos deberían ser más libres, supuestamente, sin el yugo de la presión mediática que ahora acecha a su familia, imágenes tomadas en los tiempos en los que Trump era un magnate mediático más. Sus conclusiones, publicadas en Medium y traducidas al castellano aquí, son bastante reveladoras: la primera dama es una mujer que quiere esconderse del mundo. Para la documentalista, Melania Trump es «una Rapunzel sin príncipe ni trenza, encerrada en una torre por su propia voluntad, encantada con lo predecible que es su vida y la repetición de su propia cautividad». Cuando le preguntamos por qué recurrir a la metáfora sobre el mundo de los cuentos de hadas, Imbach responde: «Su imaginario mezcla elementos de la realeza y los cuentos de hadas, nos mira al resto de la forma que lo haría una reina. Ella es hermosa, trágica, atrapada y millonaria. Creo que la metáfora es adecuada porque los cuentos de hadas son una ficción, y así también es la versión que ella misma presenta a su público».
En tres años, Melania solo subió una foto en la que aparece con Trump. «Él domina el encuadre, el rostro de ella está tapado por una sombra y cortado. Es un selfie y un borrón al mismo tiempo, una buena descripción del lugar que ella ocupa en el mundo que conforma con su pareja», apunta la directora, como si esa única foto de ambos revelase la sumisión de la ex modelo hacia su marido. Imbach, en su investigación, destaca que de las cinco fotos que subió a redes con su marido y el hijo de ambos, Barron, ella siempre está de espaldas a ellos. «Los chicos delante, las chicas detrás. La misma situación que vimos en la investidura de Trump es su norma. Vive en segundo plano».
Esa visión de la reina atrapada en el castillo también se materializa en las 74 fotos que Melania Trump subió con las vistas desde su casa en la Trump Tower de Nueva York (varias con vistas a Central Park y otras con vistas al skyline de Manhattan). «Captura la misma vista, una y otra vez, en diferentes momentos del día y con diferente clima, ad nauseam«. Algo que para la directora denota «pasividad» al retratar siempre el mismo punto. «Hay una sensación de calma, de seguridad, en este acercamiento. La Tierra gira pero el fotógrafo está estable, en la misma posición, día tras día».
Si Melania enseñó su mundo desde arriba –también hay fotos desde su jet sobrevolando ciudades–, a veces lo hizo desde abajo, pero nunca a pie y, de nuevo, aislada del exterior. Existen 57 fotos tomadas desde el interior de vehículos. «Al principio creí que hizo las 15 fotos que hay de Central Park eran caminando, desde dentro del parque, pensando que ella también daba paseos entre las masas de vez en cuando. No es así. Si te fijas, puedes ver que las ramas están borrosas por el movimiento de un coche, y que las gotas de lluvia que se ven son del cristal del vehículo. Su idea de dar un paseo por el parque es hacerlo en un coche». Para los que se pregunten si alguna vez salió de Nueva York, sí, lo hizo. Subió fotos de la residencia en Florida, Mar-a-Lago, dos fotos de Washington y Barcelona (siempre tomadas desde un vehículo) o palcos vips de conciertos o encuentros deportivos.
Respecto a los selfies que la primera dama compartió en redes antes de serlo, Imbach lo tiene claro. Trump aparece con gafas, sombreros o corta directamente su rostro. O cuando hace zoom a su rostro y retoca tanto la foto que los rasgos «son casi imperceptibles». «Se esconde incluso cuando se presenta a sí misma».
La parte más «fascinante» la reserva, según esta documentalista, a las fotos en las que su hijo Barron es el protagonista. Suele aparecer «en el centro de la imagen, bajo un gran horizonte y mirando hacia este, hacia el futuro. Siempre le oscurece el rostro, como hace con ella, le protege como se protege a si misma. Nunca sabrías que es él». Imbach asegura que en estas fotografías ya no hay pasividad. «Barron es el actor, está en movimiento y para él no hay barreras ni cristal. Fotográficamente, ella compone un mundo para su hijo que es mucho más inmenso que el suyo«.
Tras analizar todas estas imágenes, Imbach llega a la conclusión de que el motivo por el que Melania no decidió ir a la Casa Blanca no reside en querer acabar la escolarización de su hijo. «No creo que su motivación de quedarse en Nueva York se reduzca a eso. Él es el hijo del presidente de Estados Unidos, su vida ya se ha visto interrumpida de por si. Mi análisis revela a una mujer a la que le gusta quedarse en casa, que vive su vida desde coches, aviones y resorts privados. Ella está siempre atrás y se esconde hasta en sus selfies», apunta a S Moda y enfatiza la noción de que ese aislamento autoimpuesto la ha alejado de la realidad. «Está totalmente desconectada de la vida de una persona común, tengo la sensación de que para ella ser primera dama es su peor pesadilla».
«Imbach tiene un buen punto de vista», destaca Iván de la Nuez, ensayista y responsable de Iconocracia en Babelia. Para este crítico y comisario de arte, «de alguna manera, Melania es el contrapunto visual de la verborrea de su marido. Puede que prefiera ese lenguaje por muchas razones (entre otras que el inglés no es su lengua materna)». De la Nuez apunta a que «como (Donald) Trump usa las redes sociales para endosar un mitin tras otro, ella apunta a cierta erótica donde el otro sólo pone retórica. Y su relación con la cámara es también algo vintage, como de caja, cápsula, torre de cristal que es a la vez transparente pero distante».
¿Debemos sentir compasión por una primera dama que, según algunos medios resaltaron tras las polémicas imágenes de la investidura, parece vivir sometida a su marido? «Sentir compasión (o no) por ella depende de una verdad que nunca sabremos. ¿Ella es una mujer que sufre abusos, forzada a vivir tras su marido? ¿O es una cazafortunas que buscaba esta vida? No lo sé. Casi toda la información que nos llega de Melania son nuestras propias interpretaciones sobre varios momentos donde su rostro, congelado en una media sonrisa, se ensombrece. Es muy poco material, pero también nos da una razón para analizar su ojo fotográfico, y ayudarnos a intentar conocerla mejor».
Como «nota al pie» la realizadora destaca una curiosa imagen. Es la de un cangrejo ermitaño, la única fotografía de un animal que publicó, además de los caballos de espectáculo en las carreras de Mar-a-Lago. «Una criatura que vive dentro de su cascarón. Debe identificarse con él, ¿no?».