Viaje al interior del faro

Andrea y Juanjo deciden entrar al faro para buscar la maleta que ella perdió al llegar a la isla. De camino, él le cuenta más detalles sobre la muerte del farero

Pau Valls

A ver, te cuento. Ayer estuve con Juanjo en el faro.

Quedamos por la tarde, en la puerta del Ayuntamiento, y Juanjo salió de allí con las llaves del faro, tal y como habíamos quedado.

Mientras íbamos de camino me contó que al farero lo encontraron muerto hace una semana, entre las rocas que hay bajo el faro. Lo descubrió una pareja de turistas alemanes que fue hasta allí para hacerse unos selfis. Tenía 83 años, se llamaba Francisco y parece que se cayó desde lo alto del faro, ...

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A ver, te cuento. Ayer estuve con Juanjo en el faro.

Quedamos por la tarde, en la puerta del Ayuntamiento, y Juanjo salió de allí con las llaves del faro, tal y como habíamos quedado.

Mientras íbamos de camino me contó que al farero lo encontraron muerto hace una semana, entre las rocas que hay bajo el faro. Lo descubrió una pareja de turistas alemanes que fue hasta allí para hacerse unos selfis. Tenía 83 años, se llamaba Francisco y parece que se cayó desde lo alto del faro, como le escuché decir a aquel señor el día que fui a comer al restaurante. Vivía solo. Según el forense, se ve que cuando los turistas lo encontraron debía de llevar allí un par de días, así que podríamos haber coincidido perfectamente en el vuelo y haber cogido cada uno por error la maleta del otro. Si murió al poco de llegar a la isla, eso explicaría que yo fuera la única que llamó a la aerolínea avisando de tener una maleta que no era la suya. Eso pensé mientras Juanjo me contaba que aún no habían retirado sus cosas del faro, por lo que si esto fue lo que pasó, allí debía de estar mi maleta.

En el Ayuntamiento han pensado aprovechar la casa en la que Francisco vivía para convertirla en un almacén municipal, y la verdad es que cuando entramos es lo que parecía. Un almacén muy caótico y muy descuidado, con una ventana rota y pilas de libros, ropa y todo tipo de trastos acumulados por todos los rincones. Una vida entera condensada en apenas 40 metros cuadrados. También había más periódicos antiguos, como los que encontré en la maleta, que Francisco debió de robar durante sus visitas a la redacción del diario.

Al fondo, en un saloncito que conectaba la casa con el faro, estaba mi maleta. No tardamos mucho en verla. Estaba junto a una mesa, abierta y con todas mis cosas dentro. Todas excepto una: faltaba una foto. Me di cuenta enseguida, nada más abrir el álbum de fotos de aquel viaje, el que me traje en la maleta. Me acuerdo perfectamente de cuál era: una que nos hizo Maribel a ti y a mí, en el jardín de su casa.

Me agaché para cerrar la maleta y llevármela, pero tenía una rueda rota. Intentamos arreglarla, pero nada, no había manera, así que acabamos cogiendo unas bolsas para llenarlas con todas mis cosas. A fin de cuentas, en casa de Maribel ya tenía otra maleta idéntica que nadie va a reclamar.

Antes de salir del faro buscamos la foto que faltaba en el álbum. Estuvimos mucho rato buscándola, te lo aseguro, pero no apareció.

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