PSOE: Tres en raya

Díaz tuvo la oportunidad de desmantelar el castillo de naipes de Sánchez; no lo hizo

Las primarias tenían un sentido a fines del pasado siglo, cuando sirvieron para introducir un elemento de ruptura en el anquilosamiento de las organizaciones partidarias. Solo que la revolución técnica operada en los últimos 15 años ha cambiado radicalmente las cosas, al potenciar el protagonismo de quienes controlan los medios y los utilizan para convertir el voto en un ejercicio del culto a la personalidad, limitándose a difundir mensajes de marketing político. La universalización de los mensajes por medio del tuit, consignas o descalificaciones elementales sin argumento alguno devi...

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Las primarias tenían un sentido a fines del pasado siglo, cuando sirvieron para introducir un elemento de ruptura en el anquilosamiento de las organizaciones partidarias. Solo que la revolución técnica operada en los últimos 15 años ha cambiado radicalmente las cosas, al potenciar el protagonismo de quienes controlan los medios y los utilizan para convertir el voto en un ejercicio del culto a la personalidad, limitándose a difundir mensajes de marketing político. La universalización de los mensajes por medio del tuit, consignas o descalificaciones elementales sin argumento alguno deviene así en instrumento para un debate político en proceso de degradación creciente. Podemos ha sido el primer ejemplo, al convertir una aparente participación universal en ratificación inevitable del poder omnímodo de un líder.

Las primarias en curso del PSOE pueden ser el segundo ejemplo. Pedro Sánchez, probable ganador, ha seguido él (o posiblemente sus asesores: la chispa de la vida creativa no es en él muy intensa) el camino de Iglesias. Nada de pensamiento sobre la maravillosa promesa del nuevo socialismo, menos sobre los efectos terribles que puede provocar sobre el PP la anunciada exigencia de que Rajoy dimita, ataque de risa incluido, y en fin sobre qué opina acerca de la alternativa de izquierdas que en estos momentos solo puede capitalizar Podemos.

Sánchez vive en sus nubes, para como Júpiter caer sobre la tierra socialista con un único rayo: la decisión del Comité Federal del 1 de octubre y su consecuencia, el mal de los males. Esto es, permitir que gobernase el PP. Obviamente no se pregunta por los resultados entonces de un nuevo “no es no”, ni el trabajo de la gestora. Descalificar, no analizar, es lo suyo. Y en cuanto a ser el líder de “los militantes”, ¿cree verdaderamente que tiene que ver con la democracia lo practicado en su única experiencia, una consulta sobre el pacto con Ciudadanos sin precisión alguna, debate previo en el interior del partido ni información?

En el debate televisivo del pasado lunes, Susana Díaz tuvo la oportunidad de desmantelar el castillo de naipes; no lo hizo. Está bien recordar que el socialismo tiene que ser reformador en el marco de la Constitución y que el oportunismo de Pedro Sánchez le arrastra a una línea política zigzagueante, de virajes continuos atendiendo a la promoción de sus intereses, esto es, de sus ansias de poder. Pero ni siquiera llegó a preguntarle qué diablos iba a hacer si lograba eliminar a Rajoy, ni sobre una posible alianza en la sombra con Podemos, ni sobre su voluntad de contactar con los independentistas catalanes. Así, el ejercicio de demagogia de Sánchez salió bien. Como bien lo hizo Patxi López, desgraciadamente sin posibilidad alguna.

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