Análisis

¿Vuelve el PSOE?

Es decisivo que el partido encuentre el discurso adecuado a los nuevos desafíos

El portavoz parlamentario del PSOE, Antonio Hernando, en el Congreso.Claudio Alvarez

En un momento en el que el PP piensa que España es una finca puesta a su nombre y Podemos vuelve a las barricadas de la izquierda tradicional, comienza a abrirse un amplio espacio para el crecimiento del partido socialista. Así lo empiezan a certificar las encuestas. Lo curioso es que el PSOE ahora mismo es un partido descabezado, en manos de una gestora. Siendo un poco malévolos se podría afirmar que funciona mejor sin liderazgo individual. Quizá porque un PSOE desprovisto de líder vuelve a recuperar en el imaginario social al partido que fue, que habría sido desvirtuado por líderes en los qu...

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En un momento en el que el PP piensa que España es una finca puesta a su nombre y Podemos vuelve a las barricadas de la izquierda tradicional, comienza a abrirse un amplio espacio para el crecimiento del partido socialista. Así lo empiezan a certificar las encuestas. Lo curioso es que el PSOE ahora mismo es un partido descabezado, en manos de una gestora. Siendo un poco malévolos se podría afirmar que funciona mejor sin liderazgo individual. Quizá porque un PSOE desprovisto de líder vuelve a recuperar en el imaginario social al partido que fue, que habría sido desvirtuado por líderes en los que sus bases electorales no se veían representados del todo. La marca por encima de los líderes. Las encuestas lo dirán una vez que se hayan pronunciado sus militantes.

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Lo cierto es que lo que le ha dado el empujón ha sido su contribución a conseguir medidas parlamentarias concretas y el silencio del ruido de sables interno. El ejercicio de la política real frente al politiqueo. Es lo que se espera de un partido sistémico con vocación reformista. Esto, que últimamente estaba desprestigiado frente al postureo retórico, comienza a rendir sus frutos.

En el frente exterior se percibe además un tímido repunte de la socialdemocracia. No son nada malas las expectativas de Martin Schulz en Alemania y de Emmanuel Macron en Francia, que no es socialdemócrata de pura cepa, pero sí al menos social-liberal. Además, después del Brexit y de Donald Trump, el populismo ha dejado de ser un fenómeno con el que coqueteaban determinados sectores de la ciudadanía para convertirse en una amenaza real. Una cosa es advertir a los partidos sistémicos, lanzarles señales para que rectifiquen sus políticas —mejor, sus no-políticas—, y otra es arrojarse al irracionalismo político. Pero la cosa pinta mal si, como en el caso de Jeremy Corbyn, tratan de adaptarse a las bajas pasiones excluyentes y aislacionistas en vez de liderar una alternativa a partir de una renovación de sus principios de siempre.

Ahí reside también el desafío para el PSOE. Si se abre en canal en la próxima disputa por el liderazgo o no es capaz de ofrecer soluciones a nuestros problemas específicos, puede volver al punto de partida y perder este tímido repunte. Por ahora todo es incertidumbre. Por eso es tan decisivo que encuentre el discurso adecuado para enfrentar los nuevos desafíos españoles y europeos. Siempre teniendo en cuenta que se han roto ya las cómodas distinciones, ejes o líneas de conflicto en las que unos u otros partidos gustaban ubicarse. Ya no basta con denigrar al populismo o hacer alarde de izquierdismo o centrismo. Hay que jugar también con nuevas reglas e imaginarios, no sólo con este u otro líder. Si dan con esas claves y las saben comunicar estarán por el buen camino. Si no, estaremos con más de lo mismo.

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