El PP, un mar en calma

¿Qué ha pasado para que este fin de semana tres hombres millonarios gracias al PP se vayan a la cárcel y el partido viva su mejor momento?

El presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy.Juanjo Martín (EFE)

Durante la intervención de Mariano Rajoy en la Caja Mágica, nombre apropiado para una sede pagada con dinero salido de la chistera, se proyectó detrás de él un mar en calma que adormecía plácidamente al espectador: de eso se trata siempre Rajoy, es como un orfidal de derechas. Al espectador podría sorprenderle en un primer momento, como cuando la semana pasada se anunció un fuerte oleaje en Ourense. Pero aquella maniobra era la metáfora de ...

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Durante la intervención de Mariano Rajoy en la Caja Mágica, nombre apropiado para una sede pagada con dinero salido de la chistera, se proyectó detrás de él un mar en calma que adormecía plácidamente al espectador: de eso se trata siempre Rajoy, es como un orfidal de derechas. Al espectador podría sorprenderle en un primer momento, como cuando la semana pasada se anunció un fuerte oleaje en Ourense. Pero aquella maniobra era la metáfora de lo que ha trasladado el PP este fin de semana: una ridícula cantidad de agua por la que España navega en paz como un barco fantasma. ¿Qué ha pasado entonces para que en el mismo fin de semana tres hombres millonarios gracias al PP se vayan trece años a la cárcel y el partido viva su mejor momento?

Fuera de las ponencias y las votaciones, más allá del congreso en sí, de lo que se hablaba este sábado en la Caja Mágica era de Vistalegre, lugar de reunión de Podemos. Hubo un momento especialmente dramático cuando un diputado se acercó a la oreja del periodista para decirle, como si fuera la fórmula de la Coca-Cola: “Vistapena”. Nunca el debate sobre los límites del humor alcanzó tal altura (lean el recién publicado Maten al humorista de Darío Adanti; no lo hagan si Vistapena les hace gracia).

Como en las últimas jornadas de Liga, cuando los espectadores veían el partido con el pinganillo, los compromisarios seguían las últimas noticias sobre la asamblea de Podemos para confrontar aquello con lo que se estaba viviendo en el PP. Había entre ellos esa alegría inconsciente de quienes nunca se echarían en cara la manera de vestir. De hecho, a los periodistas les sobraba la acreditación.

En ese azul en calma a la espalda de Rajoy se asoman hilillos de normalidad, la paciencia y la rutina a la que aspira Rajoy y su equipo en el peor momento de la oposición. Una normalidad ajena a una vida política paralela que transcurre en el juzgado y que empieza a cuantificar los años de cárcel de los escándalos del PP. Que en Vistalegre el interés estuviese en Iglesias y Errejón y que en el PSOE se hable de Sánchez, Patxi y Susana es el mejor ejemplo de la fértil teoría política de Mariano Rajoy: si quieres ganar espera a que pierdan los demás.

Y como todo congreso de un partido en el poder degenera en exaltación de figuras y culto a los chicos populares, la Caja Mágica parecía la zona mixta del Bernabéu más que un lugar en el que decidir un rumbo ideológico. Fue una especie de safari del selfie en el que los compromisarios cazaban Marotos y Levys como si fuesen pokémons. Si en 2004, en 2008 y en 2015, después de los recortes y los impuestos, le dicen a Rajoy que nunca estaría más cómodo en el poder, no se lo creería. Traer el mar a Madrid en el éxtasis de su imperio fue como adoptar un tigre.

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