Opinión

Campaña que no cesa

Con tanto ajetreo electoral nos olvidamos de las cuestiones de fondo

De nuevo en campaña. No tenemos ni un momento de respiro. Desde las autonómicas andaluzas de hace más de un año no hemos parado: locales, autonómicas, catalanas... Ahora repetimos generales y, suponiendo que se forme Gobierno en agosto o septiembre, sin ir a una tercera ronda, después seguirán vascas y gallegas, que ya les toca.

Total, un no parar. Disfuncional, sin duda, para la eficacia de los poderes públicos. Con tanto ajetreo electoral nos olvidamos de las cuestiones de fondo, las que de verdad importan, las que repercuten...

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De nuevo en campaña. No tenemos ni un momento de respiro. Desde las autonómicas andaluzas de hace más de un año no hemos parado: locales, autonómicas, catalanas... Ahora repetimos generales y, suponiendo que se forme Gobierno en agosto o septiembre, sin ir a una tercera ronda, después seguirán vascas y gallegas, que ya les toca.

Total, un no parar. Disfuncional, sin duda, para la eficacia de los poderes públicos. Con tanto ajetreo electoral nos olvidamos de las cuestiones de fondo, las que de verdad importan, las que repercuten en nuestras vidas, aquellas que deben resolverse en el largo plazo. Con tanta campaña que no cesa, las Administraciones públicas, en todos sus niveles, solo resuelven asuntos de trámite, si los resuelven. Se habla mucho de reformas, incluso de reformas de calado, así las llaman. Pues bien, esta podría ser una de ellas: intentar que las elecciones no se solapen como ahora y evitar la locura de que los líderes políticos empleen 365 días al año en campañas electorales.

Ahora bien, ya puestos, y en previsión de lo que se nos avecina, me atrevo a hacer tres ruegos a nuestros líderes políticos para la campaña de facto que hoy comienza, recordando la pasada y estos largos y penosos cuatro meses de investidura frustrada.

Primero, pediría a los políticos que no fueran contradictorios, es decir, que no prometieran dos medidas imposibles de conseguir a la vez. Por ejemplo, no se pueden prometer grandes reformas constitucionales sin contar con un mínimo apoyo de dos tercios del Congreso y del Senado.

Segundo, que no sean demagogos, que no hagan promesas imposibles de cumplir, a sabiendas. Por ejemplo, prometer aumentos del gasto público sin tener en cuenta la deuda pública pendiente, sus intereses y las condiciones que nos imponen nuestros acreedores, en especial los vigilantes miembros de un club, la Unión Europea, del que formamos parte. La experiencia griega, el fracaso de Tsipras al seguir los insensatos consejos de Varoufakis, deberían servirnos de escarmiento.

Tercero, que sean bien educados en las declaraciones, en los debates, en las entrevistas, en los mítines. Antes de querer reformar la ley de educación, edúquense ustedes, por favor. Algunos episodios recientes han sido muy poco edificantes: la indecencia o la cal viva están en el recuerdo de todos. Modérense en las expresiones, piensen que la ejemplaridad es una virtud del político.

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La imagen de los políticos ha empeorado en estos últimos meses, de unos más que de otros, claro. Ahora tienen la ocasión de seguir hundiéndose o de recuperar la confianza.

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