Análisis

¿Y después qué?

Se ha acabado el Gobierno con piloto automático y la estabilidad asegurada

Esta noche nos adentraremos en territorio desconocido, no sabemos bien lo que nos espera políticamente en el próximo futuro. Ante esta situación de incertidumbre, no queda otra que, o bien diseñar escenarios alternativos, algo para lo que no tenemos espacio, o pergeñar algunas hipótesis a partir de unas pocas evidencias.

La primera y fundamental es que el cambio político que anticipan todas las encuestas no va a ser más que la confirmación formal de una transformación real que se ha venido produciendo en nuestra sociedad a lo largo de estos últimos años. Los que no hace mucho hablábamos...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Esta noche nos adentraremos en territorio desconocido, no sabemos bien lo que nos espera políticamente en el próximo futuro. Ante esta situación de incertidumbre, no queda otra que, o bien diseñar escenarios alternativos, algo para lo que no tenemos espacio, o pergeñar algunas hipótesis a partir de unas pocas evidencias.

La primera y fundamental es que el cambio político que anticipan todas las encuestas no va a ser más que la confirmación formal de una transformación real que se ha venido produciendo en nuestra sociedad a lo largo de estos últimos años. Los que no hace mucho hablábamos de la necesidad de “resetear” nuestro sistema político nos hemos encontrado con que éste se ha venido reorganizando ya desde abajo con nuevos actores políticos, nuevas actitudes y un nuevo espíritu de vivencia cívica. Queda por ver en qué se concreta y cuál es la dirección que emprende.

La segunda certeza, que ya vienen experimentando otras sociedades europeas e incluso algunas zonas de nuestro territorio, es el fraccionamiento del sistema de partidos. Adiós a los grandes partidos de masas, bienvenida la gobernanza compleja. Contrariamente a lo que se suele pensar, el bipartidismo no solo ha entrado en crisis por sus abusos en los años pasados. Hoy vivimos en sociedades que se resisten a entregar demasiado poder a un único partido y son demasiado plurales como para caber en ese molde binario. Consecuencia lógica de lo anterior es que ya se ha acabado la política fácil, el gobierno con piloto automático y la estabilidad política asegurada. Y la gran cuestión es saber si nuestro sistema político tendrá la capacidad de saber adaptarse a estas nuevas circunstancias.

Más información

El peligro es que lo que ganemos en representatividad lo perdamos después en estabilidad. Y ambas dimensiones son igual de importantes. Urge, por tanto, una nueva cultura de pactos capaz de enhebrar y sostener por arriba lo que se ha venido fraguando desde abajo. Porque el dinamismo presente en la sociedad española merece encontrar una adecuada respuesta en quienes vayan a tutelarla a partir de ahora. Hay pulsión de cambio y este tiene que trasladarse también a las instituciones, los actores y las prácticas políticas sin hacer peligrar la gobernabilidad. Es el desafío que habrá que afrontar a partir de mañana.

En todo caso, y como decía el poeta René Char, “nuestra herencia no viene precedida de ningún testamento”. Cada generación debe labrarse su propio horizonte, carecemos de un manual de instrucciones que nos señale las pautas que hemos de seguir a la hora de instaurar un orden nuevo. Pero parte de ese legado nos remite a un momento único, al mismo inicio de nuestro sistema democrático, tan marcado por la voluntad de concordia. Si ahora mantenemos ese mismo espíritu no hay por qué temer a cualquier resultado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Archivado En