Opinión

Más posibilidades de escoger

Las alianzas no son pura aritmética sino combinaciones que hagan bloques viables

Las elecciones autonómicas y locales han confirmado las tendencias que venían señalando los sondeos de opinión y que también indicaron los resultados de las pasadas autonómicas andaluzas: el sistema de partidos español está cambiando, se pasa de un bipartidismo imperfecto a un cuatripartidismo también imperfecto. Ello implica que si bien los partidos emergentes (Podemos y C’s) no desplazan, de momento, a los tradicionales (PP y PSOE),...

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Las elecciones autonómicas y locales han confirmado las tendencias que venían señalando los sondeos de opinión y que también indicaron los resultados de las pasadas autonómicas andaluzas: el sistema de partidos español está cambiando, se pasa de un bipartidismo imperfecto a un cuatripartidismo también imperfecto. Ello implica que si bien los partidos emergentes (Podemos y C’s) no desplazan, de momento, a los tradicionales (PP y PSOE), sí empiezan a estar en disposición de condicionar sus políticas e, incluso, de obligarles a introducir cambios en su funcionamiento.

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Esta situación puede ser transitoria y circunstancial, como esperan algunos, o bien puede consolidarse. Si se diese esto último, no es sólo el sistema de partidos el que experimentaría grandes cambios sino que estos afectarían a todo el sistema político español y a la misma cultura política en España: la de los partidos, la de los políticos y la de los ciudadanos. A priori es imposible decir si el resultado de este cambio sería para bien o para mal. Sólo cabe decir que las reglas habrían cambiado y que sin reformas constitucionales se habría producido una importante mutación en el funcionamiento de las instituciones.

No es fácil que la composición del próximo Congreso de los Diputados refleje con la misma intensidad que las autonómicas y locales este paso al cuatripartidismo, dado que el sistema electoral basado en las circunscripciones provinciales dificulta enormemente la obtención de escaños por parte de los partidos que no alcancen los dos primeros puestos en cada una de las circunscripciones.

Pero la actual dinámica política española, el hartazgo respecto del anquilosado funcionamiento de los partidos tradicionales, que es el impulso decisivo que ha generado esta voluntad de cambio, no permite concluir con seguridad que este sistema electoral sea la barrera que impide que los partidos emergentes no tengan una representación importante, es decir, decisiva para que, gobierne quien gobierne, deba contar con alguno de ellos para así estar respaldado por la necesaria mayoría parlamentaria.

Si ello es así, la política española cambiaría de centralidad o, mejor dicho, adquiriría una centralidad. Hasta ahora, el escenario político estaba dominado por dos grandes partidos. Ahora ello no será imprescindible y nos encontramos con cuatro partidos que de derecha a izquierda, según el léxico tradicional, son PP, C’s, PSOE y Podemos.

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Dentro de este cuarteto, el centro está formado por dos partidos (C’s y PSOE) y en los extremos otros dos (PP y Podemos). Las alianzas no son pura aritmética sino combinaciones que hagan bloques políticamente viables. De ahí se deducen cuando menos tres opciones formadas por dos partidos: derecha, centro e izquierda. De dos bloques hemos pasado a tres: hemos aumentado las posibilidades de escoger por parte de los votantes, hemos enriquecido la democracia.

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