Tribuna

Revuelo en la izquierda

Podemos está siendo un magnífico revulsivo para que se agudice el ingenio

Un fantasma recorre la izquierda española, el fantasma de Podemos. Desde que, como si fuera un cometa, hizo su aparición detrás de la coleta de Pablo Iglesias, toda ella está al borde de un ataque de nervios.

IU y PSOE no pueden ocultar su incomodidad y se esfuerzan por no caer en lo que de verdad les pide el cuerpo, su descalificación pura y simple. Saben, sin embargo, que eso no hace más que alimentar el nuevo mito y, por tanto, no les queda otra que disimular el desconcierto. Quizá porque este nuevo partido/movimiento ha conseguido de mano dos bienes muy escasos en estos lares: posee...

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Un fantasma recorre la izquierda española, el fantasma de Podemos. Desde que, como si fuera un cometa, hizo su aparición detrás de la coleta de Pablo Iglesias, toda ella está al borde de un ataque de nervios.

IU y PSOE no pueden ocultar su incomodidad y se esfuerzan por no caer en lo que de verdad les pide el cuerpo, su descalificación pura y simple. Saben, sin embargo, que eso no hace más que alimentar el nuevo mito y, por tanto, no les queda otra que disimular el desconcierto. Quizá porque este nuevo partido/movimiento ha conseguido de mano dos bienes muy escasos en estos lares: poseer un líder carismático y generar ilusión por la política entre quienes ya estaban a punto de tirar la toalla. Aparte del mérito de haber impactado por igual en todas las zonas del Estado. Todo un botín, dadas las circunstancias.

El que lo hayan conseguido, además, sin un “discurso” propiamente dicho, sino a partir de un cuestionamiento radical del establishment dice mucho del lamentable estado en el que se encontraba nuestra democracia. Y, claro está, la propia izquierda. De ahí también el revuelo y la conmoción que está generando entre los partidos que supuestamente la representan.

Sea cual sea la clave del éxito —la vertebración del movimiento del 15-M, el uso inteligente de las nuevas tecnologías o el propio liderazgo de Iglesias—, lo cierto es que ahora ha trasladado la carga de la prueba al resto de las formaciones que se predican de izquierdas. Más tarde o más temprano habrán de posicionarse frente a Podemos para reivindicar su propia versión de lo que eso significa. Ya no valen las cómodas dicotomías de derecha/izquierda, sistémicos/antisistémicos, pragmáticos/utópicos, revolucionarios/reformistas u otras similares. Ahora tendrán que estrujarse la cabeza para hacer inteligible en qué consiste una verdadera izquierda para el siglo XXI, si es que después de Chaves tiene algún significado la expresión. Y yo creo que la tiene: llevamos ya demasiado tiempo “reinventándola” sin que produzca sus frutos. Hablando sobre esto, el propio Habermas decía que “las palabras se le envejecen a uno en la boca”, la izquierda no ha sido capaz de adaptar su discurso a un mundo radicalmente transformado.

Tampoco Podemos lo ha conseguido, es más de la vieja retórica en odres nuevos. Muy útil para descalificar y apuntar a las debilidades del sistema, pero, al menos por ahora, incapaz de construir una alternativa creíble. Eso sí, por lo pronto está siendo un magnífico revulsivo para que se agudice el ingenio en un espacio de la política que languidecía entre el acomodo a las inercias de su práctica cotidiana o la demagogia de quienes se sabían marginales. Esto ya empieza a ir en serio y al final ganará el más competente y convincente: bienvenida sea aquí también la competencia. Porque como, de nuevo, decía el viejo Habermas, “lo que acabe siendo Europa depende del futuro de la izquierda”.

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