Columna

¿Excepción o norma?

El 25-M muestra el agotamiento del sistema político de la Transición

La evidencia empírica de que disponemos indica que en España el cuerpo electoral se expresa en las elecciones europeas de manera parecida a como lo hace en las elecciones generales, autonómicas y municipales. Si se comparan los resultados de las elecciones europeas desde 1987 hasta 2009 con las generales, autonómicas y municipales correspondientes hay una similitud más que notable. En las elecciones de 1987 y 1989 todavía no se ha refundado AP como PP y eso se nota. Las de 1994 se celebraron con el exdirector de la Guardia Civil, Luis Roldán, todavía huido y el PSOE tuvo un batacazo. Pero nada...

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La evidencia empírica de que disponemos indica que en España el cuerpo electoral se expresa en las elecciones europeas de manera parecida a como lo hace en las elecciones generales, autonómicas y municipales. Si se comparan los resultados de las elecciones europeas desde 1987 hasta 2009 con las generales, autonómicas y municipales correspondientes hay una similitud más que notable. En las elecciones de 1987 y 1989 todavía no se ha refundado AP como PP y eso se nota. Las de 1994 se celebraron con el exdirector de la Guardia Civil, Luis Roldán, todavía huido y el PSOE tuvo un batacazo. Pero nada más.

La norma electoral europea ha sido la misma que la norma electoral nacional, autonómica o municipal. Hasta el pasado domingo la sociedad española ha hecho la síntesis política de sí misma en términos parecidos en los diferentes tipos de consulta. A partir del pasado domingo es distinto. Los resultados de estas últimas elecciones europeas contrastan con los resultados de todas las elecciones anteriores sin excepción. De ahí el desconcierto generalizado, más visible en el PSOE, pero no menor en el PP, en el que la procesión va por dentro.

La interpretación de los resultados del pasado domingo no es fácil. Suscitan, ante todo, el interrogante de si la divergencia respecto de la norma anterior es una excepción o es el anticipo de una norma nueva y distinta. O, dicho de otra manera, los resultados de las elecciones europeas ¿son la expresión de un malestar transitorio o son el indicador del agotamiento del sistema político construido a partir de la Transición?

Pienso que es más lo segundo que lo primero. En poco tiempo vamos a tener ocasión de comprobarlo. En lo que queda de 2014 el sistema político español va a tener que superar un test de stress tan exigente como el reto catalán de la Diada y de la consulta del 9 de noviembre. Y en 2015 se celebrarán en primavera elecciones municipales y autonómicas y en otoño las generales.

En todo caso, lo que sí parece desprenderse con claridad de los resultados del pasado domingo es que en Cataluña la confluencia de la norma electoral europea y la catalana ha desparecido de manera definitiva. Con la excepción de las elecciones de 1994 en que perdió por un punto, el PSOE ganó por muy amplio margen en todas las demás ocasiones en esa comunidad. Y el PP ha sido en todas el tercero y en alguna ocasión el segundo. Salvo en 1994, los dos partidos de gobierno de España han sumado más del 50% de los votos. En esta no han llegado al 25%. De la posición dominante a la tendencia a la marginalidad. La quiebra de la norma no puede ser más brutal.

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