“Serán unas fiestas íntimas, pero al menos hay herramientas tecnológicas que nos permitirán estar juntos sin estar presentes”

Isabel Sola es viróloga e investigadora del CNB-CSIC y desde el inicio de la pandemia codirige un proyecto de vacuna contra la covid-19

Isabel Sola, viróloga e investigadora del CNB-CSIC.Inma Flores
MIGUEL ÁNGEL GARCÍA VEGA

Es esa luz que guiaba a los peregrinos en las horas más oscuras. Isabel Sola (San Adrián, Navarra, 1967), investigadora del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), lleva 20 años en el ínfimo territorio de los coronavirus, y codirige un proyecto de vacuna contra la covid-19 desde el inicio de la pandemia. Junto a ella se sienta todos los días su compañero, Luis Enjuanes. Tiempo de matraces, placas de Petri, microscopios electrónicos. Tiempo trascendente en una sociedad cegada por lo banal. “Nos olvidamos de que la esencia de la vida es tener salud y trabajo. La bendita normalidad que ahora ansiamos recuperar”, reflexiona la doctora. Tiempo de preguntar; no de silencio.

Pregunta. ¿Cómo imagina la Navidad este año?

Respuesta. Más íntima. Con menos posibilidades de grandes encuentros. Pero tenemos herramientas tecnológicas que contribuyen a que estemos juntos sin estar físicamente presentes. Jonas Salk, descubridor de la vacuna contra la polio, nunca quiso patentarla. Dijo: “Es mi regalo a los niños del mundo”. ¿Hoy suena impensable? El hecho de que esté protegida por una patente implica que las compañías farmacéuticas van a producirla porque hay un beneficio potencial. Sin embargo, existen firmas que han anunciado que desarrollarán sus candidatos a vacunas sin buscar ganancias porque son conscientes de la necesidad y la urgencia. Detrás de las vacunas hay un puzle geopolítico. ¿Por qué España tiene que tener la suya propia? Es conveniente que haya diversidad de estrategias para encontrar la vacuna. Primero, porque no tenemos la certeza absoluta de que alguna de ellas resulte la perfecta. El que existan distintas opciones permite que sean complementarias pensando en qué grupo de personas funciona mejor, y lograr el objetivo de que esté protegida la mayor población posible. Además, que un país tenga algún candidato a vacuna que pueda producir en su territorio da independencia cuando no sabemos si habrá limitaciones en su disposición.

P. De las candidatas españolas, ¿cuál es la más avanzada?

R. Ninguna de las que tenemos ha empezado los ensayos clínicos en humanos. En el CSIC hay tres. La de Mariano Esteban y Juan García-Arriaza, que está basada en un virus de la viruela atenuado, va un poco por delante porque ya han completado parte de los ensayos en ratones. Y nosotros, que hemos necesitado más tiempo para construirla, tenemos previsto empezar las próximas semanas las pruebas en estos animales.

P. La vacunación comienza en enero. ¿Qué resultados prevé?

R. Por ahora, tenemos muy poca información. Solo los titulares que nos han dado las farmacéuticas: sus candidatos son seguros, no causan grandes efectos adversos y nos hablan, en algunos casos, de porcentajes superiores al 90%. Pero hay que mirar con prudencia. No han proporcionado datos concretos que podamos analizar al detalle. Ignoramos la clase de protección que ofrecen. Es decir, si protegen frente a una enfermedad severa o solamente en los casos leves; lo ideal sería que impidiera que las personas se infectasen. Hay que tener paciencia y seguir conviviendo con las mascarillas y la distancia social.

Los esfuerzos por proteger a la población deben ser masivos y llegar a todos los rincones
Isabel Sola, viróloga e investigadora del CNB-CSIC

P. ¿Qué porcentaje de la población es necesario vacunar para conseguir la inmunidad de rebaño?

R. Alrededor del 70% de la población debería tener inmunidad. ¿Cómo se consigue? Pues habiendo tenido la enfermedad y habiendo desarrollado una respuesta inmune mediante la vacunación. En España, solo el 10% de la población posee anticuerpos frente a la covid-19. Existe, pues, un porcentaje muy elevado que necesita vacunarse.

P. Entonces, ¿por qué hay tantas personas reacias a la vacunación?

R. Básicamente porque es algo nuevo y desconocido. Es normal que aparezcan dudas. La forma de convencer a la gente es con evidencias. Y estas son los resultados experimentales que den los ensayos clínicos. Hay que tener confianza en las agencias reguladoras, la FDA en Estados Unidos, las agencias europeas y españolas, que son muy rigurosas y que llevan años aprobando medicamentos y vacunas de forma segura y eficaz.

P. La covid-19 causa miles de muertes, pero también la falta de recursos económicos. ¿Cómo equilibramos la ecuación?

R. Cierto. La escasez de medios de vida y la pobreza son dos factores que nos hacen más vulnerables a todo. Resultan inseparables. Hay que prestar atención a las dos. En el caso de esta vacuna no tendría ningún sentido que se desa­tendieran poblaciones más desfavorecidas y no tuvieran acceso a ella, ya sea por falta de recursos o porque son naciones que no están lo suficientemente desarrolladas. Vivimos una pandemia. El virus no entiende de fronteras ni de nada. Los esfuerzos por proteger a la población deben ser masivos y llegar a todos los rincones.

P. ¿El virus se quedará a convivir con nosotros durante décadas, transformado en una especie de gripe?

R. Es una posibilidad. En el caso del SARS 1 [Síndrome respiratorio agudo grave, por sus siglas en inglés], que surgió en 2002, el virus era parecido a este, aunque mucho más mortal. Aquella epidemia se contuvo en parte porque el virus no tenía esa capacidad de transmitirse, de contagiar desde los asintomáticos. Y, también, debido a que enseguida se identificó al operador intermedio: la civeta. Pero es verdad que existen coronavirus —al menos, cuatro conocidos— que causan infecciones parecidas a los resfriados comunes, de invierno.

P. ¿El próximo verano será también de mascarillas y distancia social?

R. Habrá que convivir con todas esas medidas de precaución, aunque las vacunas se aprueben próximamente y empiece su administración.

P. Desde la noche de los tiempos, el ser humano ha sufrido pandemias. ¿Habrá otras? ¿Qué enseñanzas deja tanto dolor?

R. El ser humano durante toda su historia ha convivido con pandemias y seguirá haciéndolo. Se estima que en la naturaleza hay más de 300.000 virus con capacidad de infectar al hombre. Habrá nuevas pandemias. No sabemos cuándo ni cómo será la siguiente. Sin embargo, podemos tener la certeza de que habrá más. ¿Lecciones? Es muy probable que el próximo virus pandémico proceda de unas pocas familias de virus. Hay que trabajar con ellas para conocer al enemigo y desarrollar, en lo posible, antivirales que se puedan personalizar en el último momento, pero que estén muy avanzados para cuando llegue la siguiente gran epidemia.

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