“¿Por qué no te callas?”
Basta ya de la misoginia de Trump. Vienes vociferando vómito desde tu primera campaña presidencial y no puedes acallar esa táctica intimidatoria de acusar a periodistas de todo bando
Pido por favor que me acrediten como periodista en la otrora Oficina Oval y ahora Oficina Oral (por los naquísimos adornos en oropel de Home Depot) de la semiderruida Casa Blanca en Washington D. C., hometown don...
Pido por favor que me acrediten como periodista en la otrora Oficina Oval y ahora Oficina Oral (por los naquísimos adornos en oropel de Home Depot) de la semiderruida Casa Blanca en Washington D. C., hometown donde viví de los dos a los 14 años de edad. Quiero ir para dejar un ramo de luto en donde se alzaba el ala este del inmueble (ahora demolida para crear un elefantiásico salón de baile en concordancia milimétrica con el salón de baile que se hizo construir Adolf Hitler sobre el bunker donde supuestamente se suicidó el siglo pasado sin imaginar que resucitaría con piel anaranjada, pelos de elote y recrecida imbecilidad, gracias al clon Goebbels Stephen Sicofante Miller).
Luego del pésame ante el patrimonio perdido, pido de la manera más atenta que se me conceda asistir a cualesquiera de las decadentes y malogradas dizque conferencias de prensa (o pena) que el presidente Trump acostumbra celebrar en la otrora austera y republicana oficina ahora revestida como antro de carretera para camioneros daltónicos. Quiero ser testigo de su somnolencia y confirmar el olor del pañal, quiero presenciar el destilado delirante de su demencia senil, la exposición exponencial de su estulticia y esa sigilosa maldad con la que insulta, cancela, censura y miente mentira tras mentira sin que nadie se anime o atreva a contradecirle nada de nada.
Aquí entra entonces el título que elegí para esta columna-solicitud: “¿Por qué no te callas?”, es lo que pretendo decirle a Trump en español (como recuerdo inolvidable del día en que S.M. el rey Juan Carlos le lanzó esa frase al primate comandante Hugo Chávez) y luego repetirla en inglés (quizá con el giro porcino de “Quiet, Piggy” que Trump espetó a una respetuosa reportera) pero añadiendo Shut-up, Swine! donde la palabra cerdo en alemán le recuerde cómo le hablaban de chiquito su propio padre monstruoso y su abuelo delincuente, ambos migrantes teutones en épocas anteriores al hielo del ICE.
De lograr mi cometido quizá sea mi última aparición pública y no pocos gringos celebrarán mi cambio de vestuario al overol o mono naranja (talla XXL), pero se confirma que allende el nostálgico “¡No pasarán!” el ánimo y afán antifascista nos obliga a trocar el empeño en algo así como “Ya que pasaron y ya que volvieron, por lo menos ¡cállese!”. (Postura que debo a un sabio amigo que así mantiene la dignidad ante el alud de tanto facha empoderado aquí y allá).
Basta ya de la misoginia de Trump (y justificada por la tontita vocera hipócrita que lleva una diminuta cruz de oro sobre sus pechitos el tiempo justo para cortar su rollo al filo de que empieza a humearle el esternón y su piel diabólica). ¿Por qué no te callas, cerdo? Que vienes vociferando vómito desde tu primera campaña presidencial donde presumías de agarrarle a las chicas el Triángulo de las Bermudas sin que nadie te contuviera la vulgaridad y no puedes acallar esa táctica intimidatoria de acusar a periodistas de todo bando, diciéndoles a la cara que son pura filfa y fake-news sin que ninguno se atreva a decirte -respetuosamente- “¡NO! Lo que Usted afirma y mucho de lo que dice es FALSO” a riesgo de cancelación y mayor censura, pero con el alivio al menos salival de enfrentar a un gamberro, dar la cara ante el Bully Mayor y vivir para contarlo.
De lograr mi propósito periodístico quisiera ejercer un plan de preguntas pendejas (pardon my French) donde con aparente ingenuidad se logre una disyuntiva pueril (tipo Sesame Street, barrio o plaza Sésamo) del tipo: ¿Si todo el expediente Weinstein es no más que un invento de los demócratas, por qué hay mil víctimas, mujeres violadas y heridas por una organización criminal con al menos una participante enjuiciada y encarcelada? ¿Si todo es puro show gringo, cómo explica Usted que el numerito desvistió a un príncipe de Inglaterra de título, dignidad y apellido? O bien, me encantaría preguntarle al genio de la impostura si las superlanchas del narcotráfico que su ejército esfuma con cibertecnología de videojuegos realmente pueden navegar desde Venezuela a Florida y si en verdad los narcos siguen en el necio intento del trasiego de sus productos sabiendo que les esperan misiles en cualquier punto del mar?
Por supuesto, sería épico no solo callar a Trump a la mitad de sus auto-apologías, pero la guinda sería pedirle si los ojos rojizos y llorosos de su hijo Jr. responden o no a una dependencia o adicción y extender el interés solidario a la pregunta obligada: ¿si en verdad se lucha contra el trasiego, distribución y comercio de narcóticos, qué acciones intentará para aliviarle los estragos a la infinita demanda que transpira el país que preside sin conocer un ápice de su historia, un dato fidedigno de su debacle administrativa y económica, su verdadera geografía y el creciente repudio y hartazgo de no pocos de sus otrora simpatizantes?
Sólo quiero intentar callarlo o cometer otro ridículo en mi vida con intentarlo, pero de no lograr la acreditación (asumiendo mis viáticos) me podría confirmar con un pase de entrada para la llamada Mañanera en el Palacio Nacional de México donde de la manera más humilde no creo necesario callar a nadie, sino con mínimo sentido común y en pro de un sosiego meramente televidente solicitaría respetuosamente la cancelación de esa güeva ya insoportable e insostenible porque no solo atenta contra la cultura del sano desayuno (y mis rutinas habituales en gimnasios de barrio) sino ya chole vendió su casa. Es decir, ¡ya -por piedad- paren ese programa!
El original Maestro de Ceremonias de la Mañanera Mexicana ya se jubiló y habita una hamaca en la selva, por un lado y por el otro, no hay rating ni pantalla táctil o curva que logre borrar el mal recuerdo de no pocos numeritos (una maestra que brincoteaba como Chilindrina para exponer un fallido plan educativo, varios gazapos enredados con falsedades, coros y danzas efímeras, mucho mal humor y no pocas faltas básicas al respeto del derecho ajeno, etc.) y por encima de todo, el teatro de falsos periodistas o la honrosa mediocridad de los paleros que siguen zombies de madrugada en madrugada no para callar a nadie, sino para orquestar un suave simulacro de leve distracción y pesada politiquería que obstruye la libre programación de caricaturas, documentales deliciosos de flora o fauna o nuevas versiones en video del Himno Nacional… cuando lo que realmente necesita con urgencia este país, este planeta y la mayoría de las personas a contrapelo de tanta gente es que todos los animales de la nueva Rebelión en la granja callemos (sabiendo que los cerdos ladran) para lograr al menos un minuto de silencio.