La gentrificación pone en jaque a la pequeña frutería de Sthefany en Polanco
Tres negocios comparten gastos en un local de la lujosa colonia de Ciudad de México. El nuevo dueño del establecimiento exige un aumento severo de la renta, y la frutera busca soluciones ‘in extremis’ para mantener el negocio
El padre de Sthefany Bonifacio siempre le dijo que dejara sus problemas en casa, que el trabajo era otra cosa. Es por ello que ahora mantiene una sonrisa amable, con la que esconde la angustia que le ha atormentado estos últimos meses. El dueño del local en el que su frutería y otros dos pequeños negocios de barrio comparten gastos en Polanco, el adinerado barrio en el poniente de Ciudad de México, les dijo en abril que les aumentaría la ya de por sí costosa renta, de 80.000 a 150.000 pesos (8.170 dólares). “El contrato siempre es por un año. Esta vez fue así de ‘saben qué; ya no pueden estar, necesito que desocupen el local”, relata Bonifacio sentada en una cafetería cercana. Su familia ha mantenido la Frutería Pepe en la zona desde hace casi medio siglo, y se instaló en ese mismo local hace unos 20 años. Ha comparado precios en otros locales del lugar en los que, dice, los alquileres son imposibles de asumir para su frutería. El próximo 1 de febrero se ha convertido en un runrún que le ronda la cabeza. Es la fecha en la que finaliza el contrato.
Ya no queda ninguna de las cajas de madera que hace apenas una hora se apilaban frente al local. Los colores de las frutas avivan ahora el paisaje de una calle rodeada de restaurantes y cadenas comerciales. La pareja de Bonifacio, Alejandro Gutiérrez, 27 años, se desenvuelve con soltura en el lugar, como los vendedores de un tianguis: “¿Qué va a querer?”, “¿Ha probado…?”. Bonifacio, 33, ha tenido que aprender a impulsar el negocio de manera vertiginosa después de que su padre, José Guadalupe, falleciera por la covid-19 en la pandemia. Mantiene la amplia sonrisa en todo momento, pero se desmorona cuando recordar que tiene a dos hijos pequeños y a su madre al cargo. “Podemos estar muy mal, pero en la parte de nuestro trabajo tenemos que dar lo mejor. Tampoco puedo estar llorando cuando estoy con ellos”, confiesa.
Siete días a la semana
La semana de la Frutería Pepe comienza pronto y temprano. Bonifacio se despierta todos los días cerca de las cuatro de la mañana para ir a la Central de Abasto de la capital y comprar los productos, que unas tres horas después empiezan a vender en el local. Ese horario se expande por 12 horas, hasta las siete de la noche, cuando terminan la jornada. La frutería abre los siete días de la semana. “Nos da directo el sol, entonces no podemos rezagar tanto la mercancía. Es una situación en la que a diario vamos a la Central. La gente nos dice: ‘¿Es que no descansan?’. Nos turnamos para tomar nuestro descanso”, explica. Es la dinámica que el pequeño negocio ha tenido desde hace décadas, y que les ha llevado a tener una clientela parroquiana. La gente que ve a Bonifacio comandando el lugar es la misma que una vez vio a la hija de José Guadalupe acompañándolo en la frutería.
La abogada y presidenta de La Voz de Polanco, Mayte de las Rivas, explica que el enredo en el local comenzó por unos malentendidos. Bonifacio está subarrendada en el local, y la chica a la que le paga cada mes su parte de la mensualidad llegó a un acuerdo de conformidad con el dueño para abandonar el local, debido a que sus familiares ya no iban a trabajar ahí. Pero la abogada cree que a Bonifacio le dijeron “otra cosa”. Ha tratado de ofrecer asesoramiento gratuito a la arrendada, pero considera que se lo rechazó porque “tiene miedo de hablar”. Explica cómo el tema afecta a Bonifacio: “Ella [la firmante] está subarrendándole local a los otros, pero estos se pueden declarar en rebeldía y defenderse. Aunque ella haya firmado, lo más importante en un arrendamiento es la posesión, cuando estás adentro”. Y subraya: “Pueden alegar que están ahí hace más de 20 años”.
De las Rivas cuenta que la Frutería Pepe era uno de esos puestos callejeros que se ubicaban en esa misma zona hace años, como las floristerías. Pero el paisaje ha ido cambiando poco a poco, cambiando las tortillerías o las zapaterías por restaurantes. “Desde el 2014, no puede haber restaurantes nuevos [en algunas zonas residenciales, debido al cambio del uso de suelo]. Si la autoridad se pusiera las pilas, podría cerrar los que están ahí abiertos porque la mitad son ilegales”, asegura la abogada, que dice que el dueño del local en el que está la frutería de Bonifacio busca convertirlo en uno de esos comercios, más jugoso para la subida de las rentas.
El fenómeno de la gentrificación en Ciudad de México comenzó años atrás azotando a barrios céntricos como la Condesa, donde la llegada de turistas más acomodados y el bum de alojamientos en plataformas como Airbnb dispararon los precios de la vivienda y la consecuente expulsión de sus habitantes de toda la vida. Es la misma dinámica que se ha expandido a otros lugares de la capital, hasta tocar las puertas de barrios más inseguros como el de Tepito, donde algunas inmobiliarias comenzaron a encarecer sus ofertas cambiándole el nombre a Reforma Norte. Un estudio del portal Propiedades recoge que en el primer trimestre del año, las rentas en Ciudad de México se incrementaron un 6% respecto al mismo periodo de 2024, aunque esa tendencia ya veía gestándose tiempo atrás. La desesperación ante la subida de la vivienda llevó a que en verano miles de jóvenes salieran a las calles en unas violentas protestas para exigir la reacción de las autoridades, que han mantenido unas laxas legislaciones.
Una imagen en el celular
Esas alzas también han sido anuales en el local regido por Bonifacio, aunque el último cambio prevé un aumento del precio de la renta en un 87,5%. Pese a ello, no quieren dejar el barrio en el que sienten que tienen una responsabilidad con sus clientes. “Nos hemos acostumbrado a llevar nuestro servicio a domicilio en una hora, hora y media. Si te tardas más, piden en otro lado. Si yo me voy a otra colonia y sigo surtiendo aquí, me quedaría más lejos”, cuenta. Ha pensado en la posibilidad de abrir un puestito callejero cerca del lugar, como lo tenía su papá dos décadas atrás. “[Queremos] buscar una estructura que llame más la atención, que sigamos atrayendo a los turistas y embelleciendo Polanco”, afirma. Es durante los fines de semana cuando más gente visita su frutería, acostumbrada a hacer malabares con los precios para sacarle rentabilidad. “Hemos tenido que subir los precios. Subimos y bajamos. Hay que estar moviéndolos, porque sí es difícil. Por ejemplo, diciembre y enero son meses demasiado tranquilos, porque toda la gente se va de vacaciones y Polanco está muy muerto”, subraya.
Bonifacio saca su celular del bolso y se pone a buscar en internet. Muestra una imagen en la que aparece uno de esos puestos callejeros rebosantes de fruta. Es la alternativa que ve más viable para el negocio que se ha mantenido en su familia durante tres generaciones. Esa angustia en la que ha estado inmersa estos meses hace que las lágrimas recorran su rostro. Ha comenzado a buscar a Mauricio Tabe, el alcalde de Miguel Hidalgo, donde se ubica Polanco, para tratar de conseguir una última oportunidad, un balón de oxígeno ante tanta asfixia. “La última opción es acercarnos a él, para ver si hay forma de que nos apoye y, a lo mejor, colocarnos en un determinado tiempo [en las calles] mientras una sigue buscando un local para seguir sustentando a nuestra familia”.
El alcalde rechazó que la Alcaldía la posibilidad de otorgar ese permiso para vender en vía pública, pero abrió una ventana de oportunidad. “Definitivamente, no es una opción. Lo que sí podemos ofrecer es un lugar en alguno de los 19 mercados locales”, explicó el alcalde en unas declaraciones recogidas por Animal Político. Bonifacio cuenta que por el momento nadie del Ejecutivo local se ha acercado a hablar con ella para charlar sobre esa posibilidad. Agarra una servilleta y se seca las lágrimas antes de levantarse de la mesa. Regresa a la frutería, y vuelve a sacar la sonrisa. Su padre siempre le dijo que dejase los problemas en casa.