“México tiene un plan”: Sheinbaum lucha contra la incertidumbre a una semana del regreso de Trump a la Casa Blanca
La presidenta asegura que su Gobierno está preparado para el segundo mandato del republicano, mientras prevalecen las dudas sobre la estrategia para contener sus embates
Después de una larga espera de más de dos meses, se acerca la hora de la verdad. Donald Trump tomará posesión como presidente el próximo 20 de enero y el Gobierno mexicano se encuentra en instancias decisivas para definir su estrategia para lo que viene. “Estoy convencida de que la relación entre México y Estados Unidos será buena y de respeto, y que prevalecerá el diálogo”, afirmó Claudia Sheinbaum al rendir el informe por sus primeros 100 días en el poder, en un acto atravesado por las dudas que provoca el regreso del magnate republicano a la Casa Blanca. La presidenta dejó en el aire su participación en la toma de protesta y aseguró la semana pasada que no había recibido una invitación personal del equipo de transición. Salvo un cambio de último momento, lo más probable es que la representación mexicana sea delegada en su cuerpo diplomático en Washington, dado que no se acostumbra la participación de jefes de Estado ni de Gobierno en este tipo de ceremonias, de acuerdo con fuentes consultadas por EL PAÍS.
“Invitaron a todo el cuerpo diplomático, es lo que se usa aquí”, confirmó el embajador Esteban Moctezuma el pasado fin de semana. Pese a la costumbre de no convocar a mandatarios de otros países, múltiples medios de Estados Unidos aseguraron que el presidente entrante busca convertir la inauguración de su Gobierno en su primera aparición en el escenario internacional y miembros de su equipo han confirmado que se extendieron invitaciones a líderes como al chino Xi Jinping. También se habla de la participación de aliados ideológicos como el argentino Javier Milei, el salvadoreño Nayib Bukele, la italiana Giorgia Meloni o el español Santiago Abascal, líder del partido ultraderechista Vox, a pesar de que no es lo habitual en la toma de protesta del presidente estadounidense. Este periódico pudo confirmar que las autoridades mexicanas están al tanto de las informaciones que han trascendido del otro lado de la frontera, pero también que es poco probable que se rompa con el protocolo tradicional para la investidura, incluso si se trata de Trump, el menos protocolario entre sus predecesores en el poder.
“Vamos a ver”, dijo Sheinbaum la semana pasada, probablemente consciente de la importancia que Trump da este tipo de gestos. Jorge Schiavon, académico de la Universidad Iberoamericana, considera que todavía hay tiempo para que un potencial viaje a Washington funcione como una declaración de buena voluntad para acercarse a la próxima Administración. Al mismo tiempo, también puede servir a las autoridades mexicanas para dar un espaldarazo a su red consular y coordinar a la coalición de aliados en las organizaciones civiles, ante la amenaza de redadas, deportaciones masivas y la criminalización de sus migrantes. “Es un momento crítico para el Gobierno mexicano por el enorme peso que tiene su relación con Estados Unidos”, afirma el especialista. La presidenta mexicana ya se desvió ligeramente de la tradición diplomática del país, al hacer una excepción y llamar al republicano para felicitarlo por su triunfo en las elecciones de noviembre, en aras de mantener el tono de los intercambios diplomáticos en los términos más tersos posibles.
Al margen de los asuntos protocolarios, el Gobierno mexicano ha adelantado que priorizará la defensa de sus connacionales en Estados Unidos, sobre todo de los más de cinco millones de ciudadanos indocumentados; ha dado pinceladas de su plan para la renegociación del tratado de libre comercio (TMEC) y ha mandado señales de cooperación en el terreno de la Seguridad, con la mayor incautación de fentanilo en la historia del país. “Frente a cualquier incertidumbre que venga en el futuro próximo, México tiene un plan y está unido hacia adelante”, ha insistido este lunes al presentar el plan de inversiones de su Gobierno. Pero las dudas prevalecen entre la mayoría de los especialistas sobre el desarrollo de una estrategia integral de contención frente al desafío de Trump. “No estamos preparados”, afirma Schiavon. El académico defiende que las reacciones puntuales y el diagnóstico de la Administración de Sheinbaum han sido atinados ante las provocaciones y tensiones que ya han emergido con el republicano, pero ve poca sustancia más allá de la retórica. “Mucho ruido y pocas nueces”, resume el investigador.
La Cancillería mexicana convocó la semana pasada a la reunión de embajadores y cónsules, un encuentro que se celebra cada año, pero que en esta ocasión cobró mayor importancia ante el momento político y las esperanzas depositadas en la red consular, la más grande de cualquier país en el mundo. Pese a los amagos de Trump, la Secretaría de Relaciones Exteriores sufrió un recorte de 700 millones de pesos en el presupuesto de este año, y los tijeretazos también han reducido los fondos para los servicios de asistencia y protección para los mexicanos en el exterior.
Ha habido, además, cuestionamientos por los nombramientos políticos en las legaciones mexicanas en Estados Unidos, como el de Rutilio Escandón, exgobernador de Chiapas, en el consulado de Miami. Tampoco se ha anunciado cuánto tiempo se quedará Moctezuma como embajador y quién será su sucesor, pese a que Trump nominó a Ronald Johnson como su hombre en México desde principios de diciembre. “Existe la sensación de que va a haber el doble de trabajo, sin que haya necesariamente un aumento de recursos”, asegura Schiavon, que insta al Gobierno mexicano a alinear el discurso con sus prioridades presupuestales. El investigador también teme la pérdida de capital humano en otras carteras clave como Economía, la encargada de renegociar el TMEC y de definir las medidas en respuesta a la guerra arancelaria que ha perfilado Trump para presionar a México. “Veo un exceso de confianza”, advierte.
“Siempre tendremos la frente en alto”, afirmó Sheinbaum el domingo, ante decenas de miles seguidores en el Zócalo de Ciudad de México, para después dar paso al que ha sido su mantra en la difícil transición de Joe Biden a Trump: “Nos coordinamos, colaboramos, pero nunca nos subordinamos”. Tras los encontronazos, las tensiones y los acercamientos de los últimos meses, queda sólo una semana de prolegómenos. La relación bilateral abrirá un nuevo capítulo el próximo lunes.