La victoria de El Bosque: los primeros desplazados climáticos de México son reubicados

El mar se tragó el territorio de esta comunidad de Tabasco. El Gobierno acaba de entregar una nueva vivienda a 51 familias, a las que reconoce oficialmente como realojadas por “el impacto climático”

Miguel Ángel Cabrera junto a su casa destruída por el mar en la colonia El Bosque, Tabasco, el 17 de noviembre de 2022.Gladys Serrano

Los primeros desplazados climáticos de México acaban de ser realojados. Las familias de El Bosque, una comunidad pesquera de Tabasco, en el sureste del país, han recibido una nueva casa después de que el mar se tragara las suyas. El Gobierno estatal los ha reconocido oficialmente como reubicados “con motivo del impacto climático” y el federal les ha entregado, de momento, 51 viviendas, aunque los vecinos avisan de que faltan personas todavía por ser censadas. Hace cuatro años que los habitantes de El Bosque prendieron las alarmas: el agua se había comido su pueblo. Eran los primeros, insistían, pero no iban a ser los últimos. Ahora poder dormir en una vivienda alejada del grito de las olas se ha convertido en “un sueño cumplido”.

El blanco recién pintado reluce en las paredes y en los techos de la nueva colonia de El Bosque. Situada a las afueras del municipio de Frontera, está a solo unos 10 kilómetros de la original. “Cada casa tiene dos cuartitos y un espacio que hace de cocina y de salita, y un pedacito de patio, para lavar y tender ropa. Muy bien en ese sentido”, describe por teléfono Guadalupe Cobos, una de las vecinas reubicadas. Las viviendas son de una planta y tienen unos 50 metros cuadrados de construcción, pero 160 de terreno, perfectos, dice Cobos, para “sembrar cositas y poner flores”.

El terreno para las construcciones ha sido cedido por el Gobierno de Tabasco, mientras que el costo del proyecto —de 38 millones de pesos (1,8 millones de dólares), según N+ Focus— ha sido asumido por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y por la Comisión Nacional de la Vivienda. Después de cuatro años de presión de la comunidad y de las organizaciones que la acompañan, todas las autoridades participaron en la entrega de llaves. “Estoy contenta, me paro en el fraccionamiento y veo a la gente feliz, sí lo siento como algo muy bonito, sí se pudo, lo logramos, el sueño se cumplió”, explica Cobos, que rápido recuerda: “Es una historia que no se ha cerrado, porque faltan todavía familias para reubicar, pero si pudimos lograr esto, tenemos que poder incluirlos a todos”.

México es el cuarto país del mundo más vulnerable a los efectos del cambio climático, según el World Risk Index. Y dentro de México, Tabasco es una de las zonas cero. El Estado es tan plano que algunas localidades están por debajo del nivel del mar: “Un cuarto de su territorio podría desaparecer en 2050″, explicaba a este periódico Nora Cabrera, abogada climática de Nuestro Futuro. La región es golpeada por eventos tropicales como los huracanes —aunque en menor medida que el Caribe o el Pacífico— y por los llamados nortes, frentes que vienen cargados de lluvias frías y fuertes vientos. Son estos los más temidos en el pueblo de pescadores.

El Bosque es como un pulgar que sale de la tierra y se mete en el golfo de México para terminar rodeado de agua por todas partes. Situado en la desembocadura del río Grijalba, antes se accedía por una carretera angosta a la que las corrientes golpeaban con fuerza. Ahora el asfalto ya desapareció y los vecinos armaron un camino nuevo; nadie cree que pueda resistir mucho más tiempo al embate incansable del agua. Los habitantes de la comunidad solo habían oído hablar del cambio climático en la tele y desde 2019 tuvieron que enfrentarse a una intensidad acelerada de lluvias y huracanes, que golpean más y más fuerte, al incremento de las temperaturas y al daño definitivo: el aumento del nivel del mar.

Fraccionamiento Nueva Colonia El Bosque en el municipio de Frontera, Tabasco.Gustavo Graf/Conexiones Climáticas

En solo cinco años, la playa ha desaparecido, el agua ha avanzado cientos de metros y las viviendas, derrumbadas, se convirtieron en islotes de cemento en mitad del mar. Cuando EL PAÍS visitó la comunidad hace dos años, Lupe Cobos apuntaba en una libreta arrugada los nombres de todos los que ya se habían marchado. Ahora, a esa lista de desplazados forzados, ha añadido a su madre, a su hermana, a la escuela del pueblo. Su casa, que era el punto de reunión en el centro del pueblo, está ahora a unos 20 metros del agua.

En El Bosque queda también todavía Margarita Chípuli. Ella y su marido tienen su casa en la comunidad, pero en los últimos años trabajaban en Celestún, en Yucatán, limpiando una vivienda. El Gobierno no los ha incluido en su lista de beneficiarios de la reubicación, en una decisión que no se explican vecinos ni organizaciones. “No se entiende, porque tienen toda su documentación: Margarita tiene sus prediales y recibos de luz, y, por ejemplo, Verónica y Pablo Cardosa, que ya perdieron su casa, cuentan con comprobantes de domicilio o el plano de su vivienda”, explica Juan Manuel Orozco, de Conexiones Climáticas, asociación que junto a Greenpeace y Nuestro Futuro han acompañado el caso de El Bosque.

“La integración del padrón fue muy compleja desde el principio”, apunta Orozco, que pide al Gobierno aprender de este caso para los que vengan en el futuro: “La falta de un criterio transparente, claro y dialogado con la comunidad genera que haya la percepción de que fue un proceso injusto, aunque en la foto grande El Bosque fue reubicado y estás haciendo un bien a la mayoría de las familias, en el proceso se han quedado personas”. Rodrigo Chávez, director de la Comisión Nacional de Vivienda, ha dicho en una entrevista que ubica a “cinco o seis familias” que alegan no haber sido incluidas: “Vamos a revisar su situación”.

Ahora es El Bosque pero no va a ser solo El Bosque. “Este caso es una muestra de la necesidad de tomar acciones urgentes y aceleradas para atender las causas, de que la crisis climática la tenemos encima: ya está pasando. Necesitamos fondos para pérdidas y daños, pero va a ser más barato y menos doloroso atender las causas para prevenir que esto sea más grave”, resume Juan Manuel Orozco. De momento, Lupe Cobos contesta al teléfono todavía desde su parcela rodeada de agua. Aún no se despide de su fogón, de las gallinas y el cerdo, que no le dejan llevarse al nuevo lugar: “Yo no soy capitán pero voy a ser la última en aventarme. Soy gente de mar, me gusta pescar y estar lejos me va a costar un poquito, pero yo le digo a mi marido, cuando se entristece, que tenemos la oportunidad de intentarlo de nuevo”.





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