Franco Félix: “Pynchon se mantuvo en México a puro frijol, tortillas y arroz”

El libro ‘El ingeniero que huyó por la ventana: Pynchon en México (1962-1964)’, premio Bellas Artes de Ensayo, indaga en la estancia mexicana del enigmático escritor a través de cartas personales y su relación con la cultura del país

Franco Félix en Ciudad de México, en 2023.Aggi Garduño

La búsqueda del escritor Thomas Pynchon (New York, 1936) podría considerarse un deporte mundial y muchos lectores se sorprenderán de lo que esconde el libro El ingeniero que huyó por la ventana: Pynchon en México (1962-1964), del narrador y cronista Franco Félix. El ensayo incluye, entre otros recursos, 10 cartas del enigmático autor durante su estadía en Ciudad de México y Guanajuato, correos que humanizan a un autor de una voracidad enciclopédica. Dice Félix: “Pynchon era un joven muy enterado de la vida mexicana en los sesentas, tiene reflexiones que van a ir pergeñando su literatura”. En su libro, ganador del Premio Bellas Artes de Ensayo de este año, logra utilizar la correspondencia de Pynchon para entender su estadía en México y como influenció en su literatura.

Las elucubraciones sobre la vida del autor van desde un ermitaño huraño, hasta un Pynchon que vio o participó en algún hecho tan oscuro como relevante de la política norteamericana, algo lo suficientemente perturbador para que decidiera ejercer la escritura desde el más completo anonimato. Los marcos de las noveles de Pynchon van desde batallas entre fuerzas misteriosas, un (des)equilibrio mundial que puede atravesar la moral, lo sobrenatural y el tiempo. En ese reordenamiento macro de hechos puntuales unidos por Pynchon existe una capacidad de profundizar sobre casi cualquier tema, desde ingeniería de cohetes hasta cultura Pop. En muchas ocasiones no solo abarca temas disímiles, sino que los une.

El título El ingeniero que huyó por la ventana refiere a la vez que el escritor escapó de un departamento en la colonia Juárez, tal como fue contado en el documental A journey into the mind of p. El evento sucedió cuando Pynchon ya había publicado V, su primera novela y el interés por develar su cara llevó a un reportero y a un fotógrafo de la revista Life a intentar ubicarlos. La gran evasión de Pynchon comenzó en tierras chilangas y nunca se detuvo. Si su búsqueda es un deporte, las teorías sobre Pynchon son un sub género literario y su estadía en México no es la excepción: el documental explora la conexión entre la crisis de los misiles de Kennedy y la salida de Pynchon de Estados Unidos, teoría que no es explorada ni sustentada su correspondencia mexicana.

Como muchos de sus lectores, Félix se inició en la obra de Pynchon seducido por la incógnita del autor. Debe haber sido tentador para él calzarse el traje de detective de fantasmas e ir en busca de las huellas de Thomas Pynchon en México, que son bastantes para la casi nula información sobre su vida: hay remitentes de cartas que prueban donde estuvo, en Ciudad de México y Guanajuato. Tal como contará Félix en esta entrevista desde Hermosillo, algunas cartas tipografiadas de Pynchon estaban escondidas a la vista, disponibles para consulta, conservadas en una universidad y otras fueron vendidas por una prestigiosa casa de remates.

Pregunta. ¿Cuáles son las correspondencias que utiliza?

Respuesta. Las cartas son las de Ransom Center de la Universidad de Texas. Y unas cuantas de Sothebys, sí. Yo no pude viajar a Austin, pero envié a un amigo a que fotografiara todo el archivo. Así que en el libro aparecerán como 10 cartas que, como dices, casi no se conocen y que, me imagino, conseguirán familiarizar a Pynchon con México.

P. ¿Qué llevó a Pynchon a México y cómo relaciona al autor con el país?

R. El ensayo es un ejercicio hermenéutico de su correspondencia, una serie de cartas que encontré y que estuve analizando para entender ¿por qué Pynchon estaba en México cuando se lanzó su primera novela? Encontré dos causas. La primera relacionada con sus finanzas. Candida Donadio, su primera agente, quien tuvo el ojo, digamos, para descubrir su talento, le consiguió un adelanto de 500 dólares. Se vino a México para que le durara un poco más ese dinero. En una de las cartas dice que se mantiene a puro frijol, tortillas y arroz. La otra razón tiene que ver con el origen de su mitología. No quería ser contactado por los medios. Desde siempre se muestra muy distante a todo este rollo del coctel party, del mundo mediático. Hay también una carta en la que explica esto. Su postura precede a su fama. Es verdaderamente subversivo. Ya tiene sesenta años en el anonimato mediático y no ha sido seducido por el zeitgeist, esta era del selfie. Porque si Pynchon quisiera, podría hacer una fortuna vendiendo sus primeras fotografías. Es impactante que no se venda el viejo P.

P. ¿Existió una conexión con autores mexicanos?

R. La relación entre Pynchon y los autores mexicanos de los sesentas es inexistente, porque el autor, como dije, fue esquivo desde el principio. Le sacó la vuelta al mundillo literario. Frecuentaba conciertos de jazz o iba a pasear a Chapultepec, pero parece que nunca estuvo en contacto con autores acá México, porque eso implicaba un cabo suelto, quizá. Todo este anonimato a lo largo de sesenta años ha sido posible gracias a sus amigos y conocidos quienes han respetado su privacidad. Esos sí son amigos.

P. ¿Qué otra conexión musical le llama la atención?

R. He escrito sobre la amistad entre él y Richard Fariña, Bob Dylan, Joan y Mimi Báez. Ellos cuatro eran muy unidos. Fariña y Mimi Báez se casaron, incluso, y hay por ahí, gracias a un libro que no es literario, la mención de Pynchon en la boda. Se cuenta que Pynchon andaba entre los invitados con un bigote gigante, según él, tratando de pasar desapercibido, porque para ese año, para el 63, ya era famoso por su primera novela. De cualquier manera, no creo que a nadie le importara mucho quién era, o qué hacía. Todo mundo lo veía raro con su bigote de Pancho Villa.

Franco Félix en la cafebrería El Péndulo.Aggi Garduño

P. En la obra de Pynchon suele estar presente un componente político, ¿sucede en las cartas?

R. Sí, en una de las cartas habla de la vista de Charles De Gaulle. Esto lo menciono en el libro, por supuesto, porque tiene muchas reflexiones culturales sobre México y sobre los países colonialistas, uno de los pilares de la escritura de Pynchon. Me encanta cómo vapulea a los presidentes extranjeros y se ríe de ellos, y de la clase política también. Pynchon era un joven muy enterado de la vida mexicana en los sesentas, tiene reflexiones que van a ir pergeñando su literatura. Pero también está esta otra parte sobre sus lecturas. Se encuentra con el Tlön, Uqbar, Orbis Tertius de Borges y queda realmente impresionado. Y de hecho termina homenajeando a Borges en El arco iris de gravedad. Hay una facción de argentinos que andan en la novela y uno cita unos versos falsos de Borges. Me gusta un montón su inventiva y su capacidad para emular a otros autores, porque de verdad parece un verso de Borges: “El laberinto de tu incertidumbre / me trama con la disquietante luna”. Por supuesto que “disquietante” es una palabra extraña, quizá estaba afinando su español apenas y lo que quería decir era “inquietante”, que en inglés es “disquiet”.

P. ¿Busca con el ensayo difundir la obra de Pynchon? Teniendo en cuenta que, hasta donde sabemos, no se relacionó con autores mexicanos

R. Por supuesto, porque creo que esta fascinación por relacionar a nuestros autores favoritos con México es una práctica común cuando se quiere nutrir el interés, cuando se quiere contagiar. Ese es uno de los objetivos fundamentales del ensayo, buscar lectores de Pynchon, primero porque me encantaría poder platicar más con sus lectores. Es difícil encontrarte a quienes lo leen con esta admiración. Y por otro lado, si en México leyéramos más a Pynchon, seguro que habría más autores tratando de escribir así y me encantaría leerlos. Yo quisiera que este ensayo produjera un escritor pynchoniano, ésa sería su tarea más fundamental y su recompensa.

P. También es inevitable su búsqueda como escritor fantasma.

R. Sí, a lo largo del tiempo he ido experimentando a Pynchon desde distintos intereses. Primero estuve hechizado por esta idea del autor invisible, aquel que no parece dejar rastro. Ya después me di cuenta que lo importante no era su imagen, su retrato, sino su obra y empecé a leerlo con otros ojos, buscando en su texto una declaración de principios. Y entre estos dos polos, fui hallando cosas sobre él. En una ocasión, en una FIL de Guadalajara, me tocó ir a un bar que se llama o llamaba Scratch, y mientras hablaba como buen proselitista del viejo P., un mesero dijo que lo había conocido. Que había estado en ese mismo bar y que se había presentado como Thomas Pynchon, lo cual, también explica que no es un ermitaño como se lo piensa (en caso de que sea verdad), sino que simplemente no le interesa el ojo mediático. El mesero me aseguraba que había estado ahí y que había tomado unas cervezas y que se marchó. El mesero mismo me confesó que no lo había leído nunca pero que le había parecido un buen sujeto. Quién sabe, quizá era otra persona, haciéndose pasar por Pynchon, pero bueno, en todo caso, la anécdota permite nutrir la paranoia y el estado de ensoñación que luego tienen sus libros.

P. ¿Qué se sabe de su estancia en Guanajuato? Algunas cartas las firmó desde un hotel.

R. Lo de Guanajuato es buenísimo. Me estuve escribiendo con esa gente del hotel y no tenían idea de quién era ni que había estado ahí. Pedí que me dejaran revisar sus archivos, los libros de registros, pero los tiraron. No queda rastro, porque cada cinco años, renuevan estos registros. Es una pena, porque habría sido increíble ver su nombre por ahí. Yo les dije que cuando se publicara el libro, les llevaría un retrato de Thomas Pynchon y lo pondría por ahí en la recepción y me dijeron que estarían encantados. Bueno, al final, se puede hacer turismo literario con eso, jajaja. Les conviene. Sí sería raro una placa, pero no el clásico retrato del marinero de Long Island.

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