Un tren hacia el progreso 

La extensión de vías férreas de pasajeros por todo México proporcionará empleo y bienestar y envía un mensaje económico de calado internacional

El tren maya durante su apertura al público, en 2023.Mónica González Islas

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Claudia Sheinbaum ha mencionado muy temprano el tendido de vías férreas para poner trenes de pasajeros por México en su sexenio. No es un gesto cualquiera. La movilidad humana en un país es un símbolo inequívoco de progreso. En esos trenes viajarán estudiantes, obreros, científicos, turistas, lo que indudablemente elevará el consumo y la inversión privada, es decir, el empleo, la cultura y todo aquello que moderniza un territorio y eleva el bienestar de su población, pero también envía un mensaje económico de calado internacional. El momento clave que atraviesa México, con previsiones de inversión extranjera en polos industriales, necesita que el Gobierno implemente las medidas adecuadas para canalizar ese desarrollo y llevarlo por todo el país, no solo en los núcleos tradicionales. La seguridad y la capacitación del personal serán dos asuntos a tener en cuenta para sacar el máximo rendimiento al dinero estadounidense y al propio.

México tuvo tendido ferroviario como cualquier otro país, pero las políticas privatizadoras de finales del siglo pasado desposeyeron a los pasajeros de este transporte y lo limitaron a mercancías que circulan por unas vías en manos de pocos y millonarios magnates que se hicieron con la concesión. Los errores del pasado cuestan en el presente enormes desembolsos dinerarios. La presidenta electa, siguiendo medidas que ya se iniciaron en este sexenio, ha anunciado una inversión pública de 475.000 millones de pesos en su mandato, del 1 de octubre próximo hasta 2030, para echar a andar esos trenes. Por fortuna, el esfuerzo para construir los nuevos caminos de hierro beneficiará al empleo. Solo para el tramo Guadalajara – Irapuato se han calculado 37.000 puestos directos y 18.500 indirectos. Y son muchos más los cientos de kilómetros previstos.

Los nuevos trenes, ha dicho Sheinbaum, serán eléctricos. La ventaja de llegar tarde al progreso es que no hay nada viejo que adaptar ni mantener, sino recoger lo mejor del momento y aplicarlo. Una buena noticia para la contaminación que ahora atraviesa los cielos mexicanos en los aviones y para las congestionadas carreteras. En algunos países, mencionó la presidenta electa la semana pasada, los trayectos de menos de 250 kilómetros ya tienen prohibido el avión, todo por tierra. Por no hablar del tiempo que se pierde en los aeropuertos.

La parte más débil del asunto es la inseguridad. Los trenes de mercancías son asaltados en numerosas ocasiones, de ahí que lleven protección. El paso de los convoyes es curioso en México, porque entre vagones suelen ir personas fuertemente armadas para impedir que los criminales frenen la locomotora y se hagan con la mercancía, ya sean electrodomésticos, colchones o trigo, que luego va al mercado negro para engrosar las arcas de los criminales. La violencia se paga cara, y no solo en vidas humanas y en lo económico. También en las obras civiles. La protección de los nuevos trenes necesitará un gasto extra. En algunos tramos no bastará con vallas de alambre, las autoridades ya han anunciado muros de cemento en ciertos kilómetros para impedir incidentes y vandalismo.

Ahora se están evaluando las cuestiones técnicas, dónde se pueden usar las vías actuales y dónde habrá que tender otras en paralelo para el transporte humano, que debe alcanzar, atendiendo a lo previsto, los 160 kilómetros por hora. Después habrá que negociar con los concesionarios las oportunas licitaciones. El presidente Andrés Manuel López Obrador abrió a los actuales operarios de las vías la posibilidad de que inviertan en los trenes de pasajeros y algunos ya han alzado la mano. De lo contrario, dijo, el Estado se hará cargo.

La necesidad de los trayectos proyectados cae por su propio peso. ¿Quién no quiere viajar de Ciudad de México a Guadalajara o a Monterrey un fin de semana en la comodidad del tren? ¿O a la playa en Colima? ¿O alcanzar la frontera con Estados Unidos sin soportar los abarrotados aeropuertos y los retrasos constantes de los vuelos? La conexión con la frontera norte es comprensible y crucial, de aquel lado llegarán las inversiones, el empleo y el turismo. Pero conviene no olvidar el sur, como ocurrió en los antiguos tratados de libre comercio con Estados Unidos, que apenas favorecieron el desarrollo de algunas regiones. La presidenta ha prometido revisar con detalle los posibles nodos comerciales e industriales, del mismo como que el Tren Maya se abre camino en un territorio de excepcional valor cultural y turístico.

La construcción de este proyecto ferroviario no será de la noche a la mañana, pero el camino al progreso está trazado. Si nadie lo descarrila.

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