Viajantes en Tierra de Nadie
A treinta años del alzamiento indígena que sorprendió al mundo, los zapatistas mantienen redes de seguidores y de apoyo fuera de Chiapas
A la izquierda del camino se alza Toniná, la pirámide más alta de México. Cuarenta kilómetros de curvas después está la sede que ha elegido el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) para recordar su levantamiento armado del 1 de enero de 1994. Viajantes provenientes de diversos lugares recorren la selva lacandona rumbo al Caracol Resistencia y Rebeldía: Un Nuevo Horizonte, centro regional de reunión fundado por el grupo rebelde hace apenas tres años en tierras re...
A la izquierda del camino se alza Toniná, la pirámide más alta de México. Cuarenta kilómetros de curvas después está la sede que ha elegido el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) para recordar su levantamiento armado del 1 de enero de 1994. Viajantes provenientes de diversos lugares recorren la selva lacandona rumbo al Caracol Resistencia y Rebeldía: Un Nuevo Horizonte, centro regional de reunión fundado por el grupo rebelde hace apenas tres años en tierras recuperadas de la comunidad autónoma Dolores Hidalgo.
A treinta años del alzamiento indígena que sorprendió al mundo, los zapatistas mantienen redes de seguidores y de apoyo fuera de Chiapas. Tras advertir del caos que sufre el Estado a causa del crimen desorganizado, los insurgentes lanzaron una cautelosa invitación a simpatizantes nacionales y extranjeros para venir a la celebración. “O sea, sí queremos que vengan, pero no lo recomendamos”, explicaron en uno de los veinte comunicados que emitieron en serie antes de las jornadas.
Pese a ser una de las entidades con más soldados y cuarteles militares de todo el país, la presencia de grupos armados irregulares ha aumentado como nunca antes, así como también la proliferación de armas de alto poder antes inusuales en el sureste mexicano. Los principales entes criminales existentes se reivindican como parte del Cártel de Sinaloa y del Cártel Jalisco Nueva Generación, los cuales se pasean a sus anchas y se dan el lujo de producir y difundir videos de sus acciones para sembrar terror.
Tras revisar múltiples informes independientes de los últimos meses y recorrer parte de la región, la crisis de seguridad chiapaneca parece más una creación institucional que una adversidad para las autoridades: una especie de situación alentada que, más allá del tráfico de drogas, pretende apoyar objetivos oficiales peliagudos como contener el apabullante fenómeno de migración que sufre hoy la frontera mexicana con Guatemala y ejecutar por fin el anhelado proceso de despoblamiento y reordenamiento territorial para explotar recursos naturales de esta entidad en la que viven cientos de miles de indígenas de descendencia maya.
“El narco”, independientemente de su negocio puntual, parece hacer el trabajo sucio que necesitan el Gobierno de Estados Unidos y los intereses económicos formales que merodean hace tiempo esta tierra rica en petróleo, gas, agua, minería y electricidad. Justo estos días, no muy lejos de aquí, en el municipio de Frontera Comalapa, la prensa local reportaba algo ya habitual: enfrentamientos, bloqueos, cortes de energía, toques de queda y desplazamientos de cientos de personas. Situaciones inéditas que presenciábamos hace quince años solo en Chihuahua, Tamaulipas y otros estados del norte, ya no son extrañas acá abajo en ciudades y pueblos del sur. Entre los logros de un Gobierno federal que pregona desarrollo sin precedentes para esta zona del país, estará el haber conseguido también que la hiperviolencia norteña descienda hasta estas geografías y Chiapas sea hoy tierra de nadie.
Bienvenidxs a Tierra de nadie, Tierra de todxs, por cierto, es lo que dice una de las mantas zapatistas colgadas en medio del tramo de la carretera entre la pirámide de Toniná y el destino al que se dirigen los viajantes.
La pirámide
Antes de llegar al Caracol Dolores Hidalgo se asoman letreros a la orilla marcando el paso por territorio zapatista. La nomenclatura ya tiene los nombres de la nueva estructura con la que el grupo ha reorganizado la autonomía de facto que ejercen en miles de hectáreas bajo su control a partir de la insurrección. “Gobierno Autónomo Local del poblado 5 de mayo. Caracol VIII Dolores Hidalgo”, señala uno de los decenas de rótulos que van apareciendo en la ruta.
El pasado noviembre, los zapatistas dieron a conocer la desaparición de dos de las instancias clave del sistema de gobierno que instauraron al margen de las leyes oficiales: los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ), inaugurados a finales de 1994 y las Juntas de Buen Gobierno (JBG), implementadas a partir de agosto de 2003.
Para explicar esta decisión, el subcomandante Moisés ―quien era Mayor en 1994 y desde 2013 es vocero y líder de la organización―, usó la imagen de la pirámide. De acuerdo con el resultado de un ejercicio interno de revisión crítica y autocrítica que les llevó tres años, ambas figuras de gobernanza habían acumulado vicisitudes jerárquicas representadas por el dirigente indígena con una punta superior angosta y una base inferior ancha que daban forma a un pirámide. “Si el zapatismo fuera solo el EZLN, pues es fácil dar órdenes… Lo militar debe ser solo para defensa. Pirámide puede servir tal vez para militar, pero no para civil”.
En el nuevo sistema de vida civil de la agrupación, el núcleo principal son los Gobiernos Autónomos Locales (GAL), instancia que existe en cada pueblo, comunidad, ranchería o barrio zapatista, la cual es coordinada por comisariados y agentes locales que toman decisiones basados en asambleas locales. Cada GAL puede convocar reuniones para atender necesidades y problemas compartidos con otros GAL, formando así Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas (CGAZ), donde se atienden asuntos comunes. Si los temas son aún más amplios y complejos, pueden organizar también Asambleas de Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas (ACGAZ), las cuales se pueden llevar a cabo en alguno de los doce espacios de reunión que tienen por zona llamados Caracoles.
De alguna forma, los GAL sustituyen a los MAREZ y los CGAZ a las JBG: al extender y flexibilizar aún más la toma de sus decisiones colectivas, los zapatistas profundizan la democracia directa y participativa que han venido practicando a su modo. Los nuevos núcleos de deliberación son su intento por voltear la pirámide y tratar de dar más poder a las bases de apoyo. He ahí que el camino de San Cristóbal de las Casas hasta acá esté ahora lleno de GALs.
Tras casi cinco horas de recorrido, los viajantes llegan la tarde del 30 de diciembre a Dolores Hidalgo. Antes de tomar la desviación de tierra hacia el Caracol, desde la carretera se mira un inmenso campo abierto flanqueado por una meseta en la que hay cientos de tiendas de campaña de zapatistas provenientes de otras regiones del Estado, quienes aún tapan su rostro con pasamontañas y ahora también con cubrebocas. De manera más disimulada, en una pequeña montaña vecina se entreven los campamentos milicianos.
Este lugar en el que se celebra el treinta aniversario de la insurrección se llamaba antes Campo Grande. Suman mil las hectáreas de tierra que eran propiedad de un cacique llamado Segundo Ballinas, señalado por asesinato, violación y explotación de indígenas. La inmensa finca que fundó se fraccionó luego en tres partes: el dueño de una era un ganadero que financiaba las guardias blancas que asolaron la región; otra era de un coronel del Ejército que usaba su guarnición militar para aterrorizar a los peones; y la tercera, de un líder local del PRI grotescamente legendario por incumplir promesas.
Sin embargo, el 1 de enero de 1994, estos tres finqueros huyeron al ver llegar armados a los insurgentes zapatistas, que desde entonces recuperaron y repartieron estas tierras entre los miles de indígenas de esta zona tzeltal.
Por la tarde siguen llegando más viajantes que vienen en caravanas de autobuses, combis, camionetas de redilas y autos compactos. Contingentes internacionales de Estados Unidos, Alemania, España, Finlandia, Grecia, Noruega, Dinamarca, Francia, Austria, Argentina, Colombia, Perú, Brasil…
Algunos acampan aquí, otros en el Caracol Nueva Jerusalén, ubicado a media hora en coche. Para recibirlos, además de darles frijol, arroz y tortillas de maíz, los zapatistas han sacrificado algunas reses y borregos cocidos en ollas humeantes y servidos en caldos que calman el frío que viene y va estos días en los que también aparece de repente un sol intenso, a ratos veraniego.
El cálculo es que alrededor de 2.000 visitantes lograron llegar desde fuera de Chiapas hasta territorio zapatista, sorteando el caos del crimen desorganizado y desobedeciendo la recomendación del EZLN.
El teatro
¿Qué prepararon los zapatistas para iniciar los eventos centrales de su Celebración? Teatro. La mañana del último día del 2023, zapatistas y viajantes se sientan en hileras interminables de bancos acomodados alrededor de la extensa meseta que sirve como explanada y macroescenario, donde integrantes de los doce Caracoles van presentando obras alusivas a la historia y el futuro de su organización.
Cientos de bicicletas de los promotores del sistema de salud y educación zapatistas permanecen estacionadas alrededor, enfatizando quizá el ánimo escenográfico que tiene este ejército por la vida, más que por la guerra.
Actuaciones, diálogos, música, vestuario, danza, utilería, maquillaje, trazo, efectos especiales… la dramaturgia zapatista gira en torno a la memoria, la rabia, la explotación y la resistencia. Los temas van desde las formas de la justicia autónoma para resolver casos puntuales de abigeato u homicidios, hasta la lucha contra los megaproyectos y programas gubernamentales como Sembrando Vida.
Si hace 30 años la palabra oficial de moda era Solidaridad, ahora lo es Bienestar; si antes el hielo que traía el Melquiades gubernamental era el Tratado de Libre Comercio, ahora lo es el Tren Maya. De la Salinostroika a la Transformación. Como el teatro serio nunca es tan serio, las obras zapatistas son juego y liturgia al mismo tiempo.
Cada representación tiene además un mundo en relieve, donde varias escenas ocurren de manera simultánea generando diversos planos ante los ojos en movimiento de los espectadores. Las metáforas se convierten en realidad y son de forma abrumadora jóvenes los que actúan cada una de las puestas: Jóvenes zapatistas caracterizando a caciques. Jóvenes zapatistas caracterizando a soldados. Jóvenes zapatistas caracterizando a periodistas. Jóvenes zapatistas caracterizando a narcos. Jóvenes zapatistas caracterizando a Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, Carlos Slim y Andrés Manuel López Obrador. Jóvenes zapatistas caracterizando a la muerte.
Jóvenes zapatistas caracterizando a jóvenes zapatistas.
Entre los espectadores, miran con atención especial la actriz Ofelia Medina, vieja conocida de estos lares, y el actor Daniel Giménez Cacho que, por sus trabajos recientes en Zama y Bardo, es consultado con curiosidad por los viajantes. Otros integrantes de la comunidad artística que se alcanzan a divisar son la directora Jimena Montemayor, que acaba de estrenar su película Mujeres del alba, basada en un par de novelas de su padre, Carlos Montemayor, sobre el asalto guerrillero al Cuartel Madera, o Valentina Leduc, quien está por terminar Los sueños que compartimos, documental sobre la gira de los zapatistas hecha por Europa en 2021.
Carlos Jacques, uno de los diseñadores de producción cinematográfica más respetados (Spectre, Temporada de Huracanes, Sicario, La jaula de oro, Bardo…) también observa con atención el espectáculo zapatista junto a sus hijos Félix y Lucio, al igual que la productora Bertha Navarro y el escritor Juan Villoro, quien en algún momento se quitó la camisa para enseñar el bello caracol que lleva tatuado en su brazo.
En el escenario, mientras tanto, en una de las obras, los jóvenes zapatistas representaron a un grupo de mujeres zapatistas encarando a soldados invasores, escena que desde cierta perspectiva del macroteatro parecía una recreación de la icónica fotografía de mujeres tzotziles rechazando al Ejército en X’Oyep en 1995, captada por el fotógrafo Pedro Valtierra, cuyo hijo cineasta de mismo nombre se encontraba presente en la celebración.
Otro prestigiado fotoperiodista que también acudió a Dolores Hidalgo fue Antonio Turok, el mismo que registró la toma zapatista de San Cristóbal de las Casas del 1 de enero de 1994, así como la periodista Gloria Muñoz, el poeta Eduardo Vázquez y la escritora Guadalupe Nettel, acompañantes de diversas iniciativas del grupo rebelde ocurridas hace 30 años.
Bertolt Brecht en la selva lacandona, pero también Grotowski con su Centro de Investigación. Un sistema de vida que es un sistema para la vida. Teatro Laboratorio para un territorio multitudinario, revelado y mágico, donde convergen presente, pasado y porvenir.
O shakesperiano, por lo menos en el sentido aquel de que una de las reglas de su dramaturgia era hacer que cada personaje sea semejante a cualquiera de los espectadores.
La cumbia
Al término de las obras de teatro, sonó un rato la música tropical de un grupo zapatista y hubo algo de baile popular hasta que cayó la noche, se encendieron las lámparas principales y comenzaron otras actividades artísticas, ahora en una especie de mirador convertido en templete, desde el que se podía divisar todo el Caracol y que tenía al frente las siglas EZLN junto a una estrella roja.
Tocó el turno de compartir su arte a algunos integrantes de las casi cien delegaciones de pueblos originarios del país que llegaron con el contingente del Congreso Nacional Indígena. Fue entonces que apareció el subcomandante Moisés para sentarse a observar los actos literarios, musicales y dancísticos.
Conforme se acercaba la medianoche, aparecieron más integrantes de la Comandancia zapatista. Los viajantes se fueron arremolinando debajo del templete para observar mejor lo que estaba sucediendo en su interior. De forma discreta, aunque llevaba su inconfundible pipa, se sentó en segunda fila el otrora Subcomandante, hoy Capitán Marcos, que hace no mucho era conocido también como Subcomandante Galeano.
La muerte del subcomandante Galeano fue dada a conocer en la tanda de comunicados recientes, precisamente por el ahora Capitán, grado militar de un mando intermedio que suele tener mayor acercamiento con la tropa. Este cambio ocurre al mismo tiempo que otro anuncio hecho en el sentido de que además de la reestructuración de la vida civil zapatista, la parte militar del EZLN reorganizó su disposición para aumentar la defensa y seguridad de sus poblados en caso de invasiones de empresas, ocupaciones militares, catástrofes naturales y guerras nucleares. “Nos hemos preparado para que sobrevivan nuestros pueblos, incluso aislados unos de otros”.
Medio centenar de milicianas formaron un anillo de seguridad alrededor del templete. El subcomandante Moisés se dirigió al micrófono y anunció el inicio del acto principal. Justo a espaldas de los viajantes que miraban al mando zapatista, ya habían empezado a bajar de sus campamentos ocultos en la montaña, cientos de milicianos para formarse en la otra esquina de la enorme explanada en la que se habían desarrollado las obras de teatro de la tarde.
Otro numeroso contingente de milicianas entró por la esquina del templete, quedando una compañía enfrente de otra bajo un silencio expectante de la noche. Ninguno de los grupos que iban apareciendo mostraba armamento de fuego, preservando la política de no ostentación que han seguido por casi veinte años, aunque la disciplina y formación militar no se disimulaban. El subcomandante Moisés dio una orden y sonó una provocadora cumbia de Los Ángeles Azules, al ritmo de la cual, el batallón de milicianas comenzó a marchar hacia el centro de la explanada, donde finalmente se detuvo y quedó en posición de guardia al término de la canción.
Una nueva cumbia sonó, pero ahora de Celso Piña, el rebelde del acordeón. El contingente de milicianos, más numeroso que el de las milicianas, marchó de su esquina hasta el centro del campo para quedar frente a frente con sus compañeras. Desde el templete, el Subcomandante Moisés ordenó los saludos respectivos de ambos contingentes. Cuando parecía que estaban por concluir las maniobras militares al ritmo de cumbia chilanga y regiocolombiana, comenzó a sonar Panteón Rococó. Las milicianas rompieron su formación para bailar ska y hacer desmadre de un lado a otro, con una rola noventera que habla de la carencia de un mundo globalizado en el que la gente pobre no tiene lugar.
Pero la música fue cortada de tajo y las milicianas volvieron de inmediato a su escrupulosa formación.
“Cumbia y vida, venceremos”, susurró alguien por ahí.
El subcomandante
Vino después la declaración política del evento por parte del subcomandante Moisés, quien dio su mensaje flanqueado en primer plano por sillas vacías que reflejaban la ausencia de las madres y padres buscadoras de personas desaparecidas, las de las presas y presos políticos, jóvenes asesinados y asesinadas, y los niños y niñas asesinadas. Bajo el templete había también altares en memoria de zapatistas fallecidos como el subcomandante Pedro, la comandanta Ramona, el maestro Galeano y la guerrillera Dení Prieto.
El actual líder militar de la organización dio primero su mensaje en tzeltal y después en español. Lo empezó diciendo que no habían cumplido lo que buscaban cuando se alzaron en armas, que no buscaban ser recordados en un museo y que no necesitaban que nadie les explicara lo mal que estaba el sistema político mundial.
Después de eso, procedió a desgranar el nuevo proyecto con el que buscan compartir extensiones de su tierra recuperada con otros indígenas de Chiapas no zapatistas, así como también con otros pueblos y grupos del resto del país y del mundo, quienes podrán venir al territorio zapatista a trabajarla, si así lo solicitan y acuerdan. Tierra en común y sin propietarios, reiteró. “La propiedad debe de ser del pueblo y común. Y el pueblo tiene que gobernarse a sí mismo. No necesitamos a esos que están ahí. Ellos creen que saben todo”.
Parecía un mensaje dirigido principalmente a la juventud zapatista, quienes formaban el grueso de los presentes. “Con los compañeros y compañeras del Comité nos da gusto que ustedes entendieron como jóvenes y jóvenas y hicieron su obra de teatro más clara, pero les decimos que tenemos que hacer en los hechos, no solo discurso. Ni poesía ni obras de teatro ni pintura ni documental, o cómo se llame, nada más… Una cosa es comunicarnos, otra cosa es pasar siglos y siglos comunicándonos y no se hace”.
También remarcó la postura anticapitalista que asumieron con mayor radicalidad desde 2005 a partir de un documento llamado la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y con una iniciativa de acción política que bautizaron como La Otra Campaña que, por cierto, tuvo aquí en la comunidad de Dolores Hidalgo una de sus reuniones preparatorias. “¿Alguien cree que se puede humanizar el capitalismo?”, preguntó el dirigente. “No se puede humanizar el capitalismo. El capitalismo no va a decir: ‘Me rindo de explotar’. Nadie, desde el más pequeño, quiere dejar de engañar, de robar y de explotar, ni se diga los grandototes”.
En torno a la seguridad de sus comunidades, les dijo que no necesitaban matar soldados, pero si venían a su territorio lo iban a defender. “Compañeros y compañeras bases de apoyo, estamos solos, como hace 30 años. Solos hemos descubierto el camino que vamos a seguir: ¡En común!”.
Si Chiapas y el resto del sureste mexicano están en proceso de volverse tierra de nadie como sucedió allá arriba en el norte del país hace quince años, los zapatistas parece que buscarán defenderse volviendo su territorio tierra de todxs.
Al final del discurso de Moisés, tronaron decenas de coloridos cohetes en el cielo nocturno con el que se fue 2023.
La travesía
El 1 de enero de 2024 el Caracol Dolores Hidalgo amaneció estremecido por la jornada del fin de año. No sólo por el mensaje político de la Comandancia zapatista, sino por el baile popular que se prolongó hasta las cuatro de la madrugada. Temprano dieron inicio las participaciones de los viajantes que se anotaron para compartir algo de su cosecha.
Así hubo a lo largo del día poemas y danzas sobre la guerra en Palestina, rap y trova de protesta, breves presentaciones de revistas y trabajos académicos sobre el zapatismo, los cuales transcurrían en el templete donde había hablado el subcomandante Moisés una noche antes, mientras que en el macro escenario de las maniobras militares y el teatro, transcurrían ahora animados torneos de básquetbol, voleibol y fútbol.
Las bicicletas estacionadas a lo largo del Caracol permanecieron inmóviles, aunque un grupo de niños zapatistas sacó las suyas para pasearse un rato. Eran los integrantes del Comando Palomitas que viajó a Europa en 2021 durante la Travesía por la Vida, quienes también se divertían con otros niños zapatistas y niños viajantes montando inflables acuáticos de unicornios, pulpos, lagartos, ballenas, dragones y demás fauna del mar zapatista decretado en el Caracol.
Cuando ya empezaba a caer la noche, otro inflable, pero el de una pantalla de 7 metros de altura que había viajado desde Morelos, comenzó a erigirse sobre el césped debajo del templete central. A unos metros de distancia, el equipo de Ecocinema instalaba sobre una mesa un proyector full HD de 6 mil lúmenes. Eran los preparativos para la proyección de La Montaña, documental de la productora Detective sobre la navegación que hizo una delegación zapatista por el océano Atlántico en un viejo velero.
Para la función nocturna, la mayoría de las luces fueron apagadas y algunos milicianos bajaron de nuevo de sus campamentos. Junto a viajantes, los zapatistas se acercaron en torno a la pantalla a ver el registro audiovisual de la tarea que encomendaron a sus compañeros del Escuadrón 4-2-1: Xime, Yuli, Caro, Lupita, Bernal, Felipe y Majo, quienes andaban por ahí presentes, trabajando ahora en tierra firme.
El Caracol se volvió entonces una enorme sala de cine durante una hora y media para navegar la travesía marítima de los pueblos originarios mayas. La noche estrellada sobre la pantalla era parte del territorio ocupado por miles de personas para la celebración zapatista. Hubo ese silencio y contemplación necesarios para mirar el encadenamiento de “ahoras” que significa ver una película. La noche del 1 de enero de 1994, muchos de los aquí presentes empuñaban un arma. Treinta años después, ellos, sus hijos y sus nietos seguían sublevando y sublimando la realidad.
Al día siguiente, buena parte de los viajantes comenzaron la retirada a sus lugares de origen. El año no parecía iniciar mejor fuera del Caracol: las redes sociales reportaban secuestros masivos de migrantes y masacres con drones, mientras los viajantes pasaban de nuevo junto a la pirámide de Toniná y descendían por montañas de la selva lacandona cubiertas de niebla.