Fátima Gamboa: “Soy una mujer maya, lesbiana y feminista”
La directora de Equis Justicia para las Mujeres trabaja para que las mujeres puedan acceder a la justicia en México sin importar su origen y sus recursos
Fátima Gamboa es directora de la organización Equis Justicia para las Mujeres y su trabajo como abogada defensora de los derechos humanos la ha convertido en un referente en México. Originaria del Estado de Yucatán, ha podido comprobar de primera mano la dificultad que tienen muchas mujeres para acceder a la justicia y vivir una vida libre de violencia. La barrera del idioma, el machismo y la desigualdad social y económica han convertido a los tribunales mexicanos en un lujo que so...
Fátima Gamboa es directora de la organización Equis Justicia para las Mujeres y su trabajo como abogada defensora de los derechos humanos la ha convertido en un referente en México. Originaria del Estado de Yucatán, ha podido comprobar de primera mano la dificultad que tienen muchas mujeres para acceder a la justicia y vivir una vida libre de violencia. La barrera del idioma, el machismo y la desigualdad social y económica han convertido a los tribunales mexicanos en un lujo que solo unos pocos pueden permitirse. A sus 38 años, Gamboa dice sentirse convencida de que otra justicia es posible en el país: una justicia nueva, abierta y accesible para todas las personas sin importar su origen y sus recursos.
Cada día en México son asesinadas entre 10 y 11 mujeres, mientras que alrededor de 60 son violadas. Del total de esas muertes violentas, solo un 30% se investigará como feminicidios, el resto pasará a formar parte de una cifra negra que no ha parado de crecer en los últimos 30 años y que muestra cómo la violencia generalizada en el país también afecta a las mujeres.
Además de esta cruda realidad, Gamboa señala cómo el sistema de justicia se ceba con las mujeres indígenas más pobres y todavía se dictan muchas condenas fruto de prejuicios machistas y racistas. “Muchas mujeres que han asesinado a sus esposos para defender su vida están ahora en prisión, por ejemplo”, comenta. “No se analiza que las mujeres vienen de contextos de violencia por parte de sus parejas, no se analiza la situación de vulnerabilidad, el contexto económico... por eso es importante investigar y juzgar con perspectiva de género”, sentencia. “Vivimos en un sistema que no cree en lo que dicen las mujeres y se cree más en la palabra de quién las acusó, por eso queremos que los jueces comiencen a mirar a las mujeres en libertad y con autonomía”.
Es una mañana cálida de noviembre en Ciudad de México y Gamboa habla sobre su trabajo y los motivos que la llevaron a estudiar derecho. Junto a ella está su perro Tatich, que en maya significa “Viejo o sabio”. “Soy una mujer maya, lesbiana y feminista; ahora lo politizo y lo utilizo con otras mujeres para sanarnos juntas”, explica. “Creo que de manera inconsciente me hice abogada para sanar porque durante toda mi niñez me enfrenté a sistemas machistas, racistas y capacitistas que, de alguna manera, me indicaban que algo estaba mal en mí. Que era retrasada por tener trastorno por déficit de atención (TDA) o que era una niña machorra por jugar fútbol y por no seguir los cánones de belleza”, señala.
Años después descubrió que el derecho era la herramienta que necesitaba para defenderse de todo aquello, sin embargo, una nueva decepción llegó a su vida cuando descubrió que no bastaba con que existieran las leyes. El acceso a la justicia era desigual y mantenía a las mujeres en una situación de desventaja. “Ponía a las mujeres en desigualdad y ponía a sus cuerpos al servicio de los hombres, permitiendo violaciones, castigando la legítima defensa y quitándoles la posibilidad de defenderse”. Fátima recuerda que es ahí cuando el feminismo se cruzó en su vida y dotó de profundidad y amplitud la manera de ejercer su profesión. “Leí a las autoras feministas que cuestionan el derecho y encontré que podía ser una herramienta de transformación social para las mujeres, pero sobre todo, encontré la manera de ayudarlas y de ser útil para mi comunidad”.
Defiende que es importante abordar el derecho desde el feminismo porque “sirve para cuestionar los sistemas de opresión que nos atraviesan” y va más allá. “El feminismo es una mirada para entender parte del problema, pero hace falta también incorporar la lucha antirracista y la lucha de los pueblos indígenas para que ese feminismo pueda ser transformador”, afirma. La abogada utiliza la historia de su abuela para explicarlo y de cómo aquello marcó su propia historia. “Vengo de una familia maya en donde mi abuela fue intercambiada por mercancía y vivía prácticamente secuestrada con el cacique de su pueblo”.
La mujer y su familia tuvieron que huir desde la comunidad de Kimbilá, a unos 45 kilómetros, a la ciudad de Mérida para empezar de cero. Eso les marcó para siempre. Gamboa asegura que cuando una mujer vive violencia patriarcal, colonialista y es obligada al desplazamiento forzado, como le pasó a su abuela, pierde algo de sí misma. “Pierde el cuerpo y el espíritu”.
La abogada considera que es importante que exista pluralidad en el feminismo, más en un país tan diverso como México. “En Equis Justicia para las Mujeres tenemos un lema que es: ‘Encontrarnos feministas en las justicias de otras’. Porque en la búsqueda de justicia, todas somos iguales y ninguna se posiciona sobre la otra. Significa recuperar desde un plano horizontal la mirada, la experiencia y la valía de las otras. En las justicias todas estamos en el círculo, quién soy yo para decirle a la otra: ‘Tú no’. Hay que escuchar la voz de todas las mujeres. De las indígenas, de las que fueron privadas de libertad, de las trans, también de las mujeres con discapacidad”, reflexiona.
Desde un puesto de responsabilidad como el suyo asegura que están trabajando no solo por cambiar la vida de las mujeres hacia afuera, también por hacerlo hacia dentro. “Aplicamos políticas de cuidado que nos permitan conciliar la vida personal con la vida laboral y eso pasa por entender que no somos una fábrica y que no hay nada laboral que pese sobre lo humano”, asegura.
Aquello que la abuela dejó por el camino para sobrevivir, impulsó a la abogada a volver a su origen, a Kimbilá, de donde es el vestido que lleva con orgullo. “Mi cuerpo pudo recuperar la raíz y entonces pude también identificarme como una mujer lesbiana. Recuperé el deseo y pude quitarme esa cadena de opresión”. Gamboa recogió los pedazos. Entendió quién era verdaderamente. Recuperó el cuerpo y el espíritu.
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