América Latina mejora su calificación en materia de discriminación por género
Un estudio de la OCDE mide actitudes hacia mujeres y niñas, así como las leyes que protegen su integridad física, acceso a recursos y libertades cívicas
Una buena noticia sobre el retroceso de las actitudes discriminatorias en contra de mujeres y niñas en América Latina. La más reciente publicación del Índice de Género e Instituciones Sociales (SIGI, por sus siglas en inglés) de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) muestra que en los últimos tres años varios países de la región han mejorado sus leyes, normas sociales y prácticas que suelen restringir los derechos de las mujeres y limitar sus oportunidades.
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Una buena noticia sobre el retroceso de las actitudes discriminatorias en contra de mujeres y niñas en América Latina. La más reciente publicación del Índice de Género e Instituciones Sociales (SIGI, por sus siglas en inglés) de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) muestra que en los últimos tres años varios países de la región han mejorado sus leyes, normas sociales y prácticas que suelen restringir los derechos de las mujeres y limitar sus oportunidades.
Latinoamérica registró una calificación de 22, en una escala del 0 a 100 en la que 0 es nula discriminación y 100 es absoluta discriminación. El país que mejor calificación obtuvo fue Costa Rica, con 11,1. México, Colombia, Argentina y Chile recibieron calificaciones de 22,3; 24,4; 17,8; y 27,7, respectivamente. De 2019 hasta hoy, la región pasó de tener ocho países en una categoría media o alta de discriminación a tener solo tres, aseguró Bathylle Missika, jefa de la división de Redes, Asociaciones y Género en el Centro de Desarrollo de la OCDE.
“En América Latina los niveles de discriminación son mucho más bajos en comparación con África o Asia”, afirma Missika en entrevista vía videollamada desde París. “No todo es color de rosa, pero creo que es muy importante que para las tres subregiones, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, todas tengan niveles bajos de discriminación”, agregó la especialista a cargo del Índice.
A escala global, el SIGI encontró que el número de países que se comprometen a eliminar la desigualdad de género va en aumento. Por ejemplo, los países que penalizan la violencia doméstica han fortalecido sus marcos legales para cubrir más tipos de abuso desde 2017, en particular contra el abuso psicológico. La voluntad política de involucrar a más mujeres en la vida pública también va en aumento: 76 países tienen un plan de acción que promueve la igualdad entre mujeres y hombres en la vida política y pública.
Sin embargo, el 40 % de las mujeres y las niñas aún viven en países donde el nivel de discriminación por motivos de género es alto o muy alto, en gran parte debido a normas de género profundamente arraigadas. Unos 340 millones de mujeres en el mundo todavía no pueden tener un aborto seguro bajo ninguna circunstancia, incluso cuando es necesario para salvar su vida o cuando es consecuencia de una violación o de incesto. En base a encuestas, el SIGI encontró que más de la mitad de la población mundial (56%) piensa que cuando una madre trabaja por un salario, sus hijos sufren y casi la mitad (48 %) piensa que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres.
“En cuanto a los roles de género, en particular el trabajo de cuidado no remunerado, está completamente aceptado que las mujeres realizarán más trabajo de cuidado no remunerado, lo que tiene que ver con la autonomía reproductiva y los derechos laborales”, explica Missika. En Chile, por ejemplo, el estudio encontró que más de un tercio de la población está de acuerdo con que, cuando el trabajo escasea, los hombres deberían tener más derecho a un trabajo que las mujeres. Y el 52% de los chilenos piensan que cuando una madre trabaja por un sueldo, los niños sufren. En Bolivia, es el 81% de la población la que piensa eso.
“Esto muestra algunos prejuicios profundamente arraigados y actitudes negativas hacia las madres trabajadoras”, continúa Missika, “y esto tiene consecuencias económicas. Significa que, debido a las actitudes, hay muchas mujeres que podrían estar en la fuerza laboral. Pudiera haber otras razones además, como la falta de protecciones sociales”. Missika apuntó que el avance para las mujeres, a nivel global, habría sido mayor sin la pandemia de la covid-19, la cual retrasó el progreso hacia la igualdad de género en más de una generación.
América Latina tiene cosas que celebrar, señala Missika, “como el hecho que Argentina y Colombia, liberalizaron sus leyes de aborto, en 2020 y 2022. Pero algo importante a tener en cuenta es que el progreso nunca es lineal. Siempre puede haber retrasos. En Honduras, por ejemplo, enmendaron la Constitución en 2021 prohibiendo el aborto en forma absoluta” Todavía hay 21 países ene la región en donde el derecho al aborto es inexistente o bajos restricciones muy limitadas.
“Esto representa una amenaza para la salud de las mujeres, porque aumenta la cantidad de abortos inseguros y la cantidad de embarazos no deseados, lo que debilita la participación de las mujeres en la fuerza laboral”, concluye Missika.
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