Los esfuerzos de México por repatriar patrimonio en el extranjero: “Quizás seamos víctimas de nuestro propio éxito”
El Gobierno ha recuperado en tres años casi 9.000 piezas arqueológicas y expertos advierten de la falta de infraestructura para albergarlas y tratarlas
Los hermanos Silva-Leander conocían desde pequeños las figuras prehispánicas que su madre, Birgitta Leander, guardaba en los cajones de su casa de Estocolmo. La antropóloga sueca las había adquirido en los años cincuenta durante una estancia en Tepeji del Río, en el centro de México, y desde entonces eran parte de su pequeña colección. Hasta que en marzo sus hijos las regresaron al país. Los objetos se sumaron así a las casi 9.000 piezas arqueológicas e históricas que el Gobierno ha recuperado desde el inicio del sexenio. Una cifra que la Administración celebra y algunos cuestionan: ¿cuál es l...
Los hermanos Silva-Leander conocían desde pequeños las figuras prehispánicas que su madre, Birgitta Leander, guardaba en los cajones de su casa de Estocolmo. La antropóloga sueca las había adquirido en los años cincuenta durante una estancia en Tepeji del Río, en el centro de México, y desde entonces eran parte de su pequeña colección. Hasta que en marzo sus hijos las regresaron al país. Los objetos se sumaron así a las casi 9.000 piezas arqueológicas e históricas que el Gobierno ha recuperado desde el inicio del sexenio. Una cifra que la Administración celebra y algunos cuestionan: ¿cuál es la relevancia de las piezas recuperadas? ¿Tiene el país capacidad para estudiarlas y albergarlas?
El Gobierno mexicano ofreció la cifra más actualizada de bienes repatriados hace un mes. Dijo que la recuperación de 8.970 objetos era una “muy buena noticia” y su exhibición, “un motivo de orgullo”. “Nuestra historia es excepcional, única, espléndida”, aseguró el presidente, Andrés Manuel López Obrador, durante una mañanera de finales de julio antes de que el canciller, Marcelo Ebrard, tomara la palabra para anunciar la recuperación más reciente: 2.522 objetos arqueológicos devueltos de forma anónima por una familia catalana. “Está dando resultados lo que se está haciendo”, celebró Ebrard.
Las secretarías de Exteriores y de Cultura han impulsado el regreso de bienes arqueológicos e históricos como una prioridad de sus dependencias, como parte de la campaña Mi patrimonio no se vende. A casi cuatro años del inicio del sexenio, los resultados multiplican los de la Administración anterior, de Enrique Peña Nieto, que entre 2012 y 2018 trajo de vuelta al país 1.300 piezas, según datos del INAH. El reclamo de México ahora encuentra eco en el debate político y social que se da en todo el mundo sobre la descolonización de los museos y el regreso de objetos expoliados a sus territorios. La estrategia del Gobierno de López Obrador para conseguirlo se enfoca en tres ejes: los decomisos, la cancelación de subastas, y las entregas voluntarias como la que hicieron los hermanos Silva-Leander.
Birgitta Leander había llegado a México cuando tenía 25 años, hace siete décadas, para estudiar un doctorado en Antropología. La mujer se instaló en Tepeji del Río, en el Estado de Hidalgo, y allí aprendió náhuatl. Años después, en 1967, traduciría el Códice de Otlazpan, un documento que ha servido como fuente para el estudio de la estructura económica de las comunidades del centro de México. Los fines de semana, en el mercado, Leander compraba pequeños objetos prehispánicos: vasijas, figurillas con forma humana o animal, máscaras. Cuando volvió a Suecia los llevó con ella y allí permanecieron todos estos años.
“En esa época no había mucha conciencia de que no debían sacarse las cosas del país”, dice Katja Silva-Leander, hija de la arqueóloga. Ella, de 47 años, y sus hermanos contactaron con la embajada mexicana en Estocolmo para devolver 39 bienes arqueológicos y cuatro cuadros de la época virreinal. “Se demoraron muchísimo, como dos años, para tomar una decisión”, recuerda Silva-Leander. En medio, la familia contactó con organizaciones y con una casa de subastas que llegó a valorar los cuadros en miles de euros, cuenta Silva-Leander. Y al final, justo a tiempo, llegó la respuesta de la embajada. En un acto a finales de marzo, la familia entregó los objetos, que fueron repatriados poco después a México. La campaña de concientización del Gobierno mexicano, asegura Silva-Leander, había calado en su familia.
Alejandro Celorio, consejero jurídico de la Secretaría de Exteriores, opina que devoluciones como esta son “historias de éxito”. Ante el triunfalismo de las autoridades mexicanas y la intensa difusión del número de repatriaciones –dos lotes en el último mes–, surge una pregunta: ¿cuál es la relevancia de estos objetos? El consejero jurídico responde con un ejemplo: “En el lote de Barcelona, había cosas muy bonitas, algunas lastimadas, otras en un buen estado de conservación. Un día nos vamos a encontrar con piezas que en realidad nos van a sorprender”. Celorio reconoce que la meta “no es recuperar el penacho [de Moctezuma]”. El tocado de plumas que conserva Austria y que el Gobierno mexicano reclama desde hace años “es una pieza más” dentro de estos esfuerzos. El objetivo, dice el consejero jurídico, es seguir recuperando objetos.
El subdirector del Registro de Monumentos Arqueológicos Muebles del INAH, Alejandro Bautista, añade que según el objeto lo excepcional puede ser “su antigüedad, su estado de conservación, su iconografía, su rareza o escasez”. El arqueólogo destaca la recuperación de una urna maya de barro “completa y con colores originales” que llegó al país en 2021 desde el Albion College, en Estados Unidos, o la de la estela de La Mar, una enorme escultura de piedra caliza saqueada de la selva de Chiapas y devuelta en 2019.
“La estela tiene una carga de información distinta a un fragmento de figurilla de barro. Pero no podemos señalar que una es más importante que otra, sino que la carga simbólica e historicidad son distintas”, explica Bautista. Una parte importante de las 9.000 piezas recuperadas, por ejemplo, la conforma un lote de 4.000 laminillas de cobre elaboradas entre 1200 y 1521 que fueron incautadas en Florida en 2020, lo que coloca a Estados Unidos como el país que más piezas ha devuelto a México: 5.650, el 63% del total. “Es un lote muy importante que viene a enriquecer los acervos”, destaca el arqueólogo. “Todos son bienes culturales y en ese sentido importantes”, defiende.
“No damos abasto”
Jesús Sánchez, arqueólogo del INAH desde hace 42 años y miembro del Sindicato Nacional de Profesores de Investigación Científica y Docencia del instituto, expone, sin embargo, la contracara de seguir recibiendo nuevos lotes. “Hay que aplaudir la iniciativa de recuperar nuestro patrimonio arqueológico en el exterior. Sin embargo, no se trata solamente de recuperar las piezas”, advierte. “Nuestros centros de trabajo tienen bodegas muy reducidas y en malas condiciones, y los museos se hallan saturados. Existen miles y miles de piezas arqueológicas que se encuentran en las bodegas, sencillamente, porque no hay manera de estudiarlas, clasificarlas y más tarde exponerlas”, cuenta.
Además de las limitaciones del espacio, el arqueólogo incide en la incapacidad de procesar una cantidad de bienes cada vez mayor: “Para proteger el patrimonio arqueológico se necesita gente, y no damos abasto. No tendría ningún sentido recuperar piezas arqueológicas si no nos vamos a dedicar a estudiarlas”. El INAH cuenta con 350 arqueólogos en plantilla permanente en todo el país, según Sánchez, que hace una ecuación simple: “350 arqueólogos para investigar 60.000 zonas arqueológicas... Naturalmente, no podemos”. Por eso, una parte importante de los investigadores del instituto están contratados como trabajadores temporales que carecen de derechos básicos como servicio médico y aguinaldo. Y aún así resulta inabarcable.
“Si el Gobierno tiene un programa fuerte de recuperación de piezas, aunado a eso debe proporcionarle al INAH los recursos financieros para su adecuada atención, protección e investigación. Y eso es lo que no sucede”, critica Sánchez. Sánchez señala una paradoja: mientras el Gobierno hace esfuerzos por recuperar bienes en el extranjero, en el país “crece el tráfico de piezas porque cada vez hay menos investigadores que protejan las zonas arqueológicas”. “No hay dinero para atender adecuadamente las piezas que están siendo repatriadas, como tampoco hay dinero para evitar que haya saqueos”, resume Sánchez.
Solo algunas de todas las piezas recuperadas llegan a exponerse. Parte de los 2.522 objetos recuperados de España se exhiben ahora, por ejemplo, en el Museo del Templo Mayor, en Ciudad de México. Pero otras aguardan en bodegas. Katja Leader no sabe aún si las que su familia devolvió serán enseñadas al público. El consejero jurídico de la Secretaría de Exteriores, Alejandro Celorio, explica que procuran “escalonar” la llegada de los objetos al país mientras los resguardan en las embajadas o consulados en el exterior. “Van a ser muchas piezas y más devoluciones”, avisa Celorio, “quizás seamos víctimas de nuestro propio éxito”.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país