Alondra de la Parra: “En México hay un pueblo sediento de música”
La directora de orquesta mexicana organiza en Quintana Roo el festival PAAX, que con más de 100 artistas internacionales pretende convertirse en un referente de la música
Alondra de la Parra aterrizará en julio en la Riviera Maya con todo un batallón musical. La incansable directora de orquesta mexicana quiere convertir uno de los grandes paraísos de México en una sede mundial de la música de orquesta, con un festival que año con año reunirá a lo mejor del sector. Su plan se ha ido fraguando a lo largo del letargo de la pandemia, en esos meses de encierro en los que, admite, se sentía impotente, hasta parir la criatura que ha bautizado como Festival PAAX. Este reunirá del 29 de junio al 3 de julio en el exclusivo hotel Xcaret de Quintana Roo a 100 artistas de 2...
Alondra de la Parra aterrizará en julio en la Riviera Maya con todo un batallón musical. La incansable directora de orquesta mexicana quiere convertir uno de los grandes paraísos de México en una sede mundial de la música de orquesta, con un festival que año con año reunirá a lo mejor del sector. Su plan se ha ido fraguando a lo largo del letargo de la pandemia, en esos meses de encierro en los que, admite, se sentía impotente, hasta parir la criatura que ha bautizado como Festival PAAX. Este reunirá del 29 de junio al 3 de julio en el exclusivo hotel Xcaret de Quintana Roo a 100 artistas de 20 países, cinco ballets y a su ya inseparable Orquesta Imposible, el proyecto digital de música clásica que dirigió de forma virtual durante el confinamiento, compuesto de 30 intérpretes que tocaron en siete ciudades del mundo. En México los dirigirá en vivo, con esa batuta que tanta atracción le ha generado a nivel mundial. El proyecto, además, tiene una fuerte carga social y política, porque los fondos se invertirán en la educación musical de decenas de niños de la zona, cuando México vive una ola de violencia brutal. “Un niño que toca en una orquesta es un niño que sabe respetar a los demás”, dice la directora en video llamada desde Berlín, donde vive. “Es un niño que es distinto y que probablemente no va a usar los lados del ser humano que nos llevan a estas atrocidades, que nos avergüenzan y que hacen que este mundo esté en peligro”, agrega. De la Parra dice que le afecta la violencia que en su país sufren las mujeres y afirma que se solidariza con el movimiento feminista mexicano, una verdadera ola opositora en el país. En esta entrevista también hay espacio para reflexionar sobre la guerra y el papel del arte en momentos de incertidumbre. “La música y la cultura siempre ha sido el bálsamo para el alma, donde no cabe la oscuridad del ser humano”, advierte.
Pregunta. Ha dicho en una entrevista que el elitismo en la música clásica afecta al público de forma desagradable, que no es amable ir a un concierto si te hacen sentir mal. ¿Cómo se puede romper ese prejuicio que establece que los conciertos de música clásica son para ciertas élites?
Respuesta. Creo que más bien es un tema de comunicación, porque la música que hacemos no tiene que cambiar en lo absoluto, porque es hermosa y no diferencia a una persona de la otra. La música le llega a cualquier ser humano. A mí me ha pasado que en México me he topado con una audiencia hermosamente diversa. ¡No te puedes imaginar! Por ejemplo, un día hice un concierto en Ciudad Juárez y, obviamente, cuando uno piensa en Ciudad Juárez tiende a pensar en historias negativas, sobre todo lo que tiene que ver con las mujeres, pero una vez allí éramos cuatro mujeres en el escenario y no sabíamos quién iba a llegar, ni cómo iba a ser. Llegaron 140.000 personas que se sentaron en paz, escucharon música clásica, sinfónica, música conocida y música desconocida interpretada por cuatro mujeres y una orquesta. ¡En perfecta paz!
P. ¿Qué rol juegan en ese aspecto este tipo de festivales como el que organiza en Quitana Roo? ¿Rompen con esa idea elitista?
R. El formato es mezclar lo mejor de la música, el ballet, la danza, incluso la literatura y el arte visual en el paraíso mexicano. Por supuesto que el poder llegar allí, pues sí, implica un gasto y sin duda eso no lo hace para todos, pero gracias a la tecnología vamos a poder ofrecer el festival en línea de manera gratuita para absolutamente todos. Creo que va a ser un trabajo paso a paso, pero sin duda sí veo en futuras ediciones conciertos gratuitos masivos para todos los que puedan acompañarnos.
P. Este festival se organiza después de un año terrible de pandemia, que paralizó los espectáculos, teatros, conciertos, hubo cierre de espacios para la cultura. ¿Cómo surge este proyecto?
R. Llevamos mucho tiempo soñándolo. Yo diría que más de 10 años llevo pensando en él. He tenido la oportunidad de dirigir en festivales por todo el mundo, en lugares bellísimos con este tipo de formatos que van más allá de solo el concierto, sino que se suma el lugar y toda una experiencia. Estaba esperando el momento y lugar correcto para construir esto, que no es fácil, porque requiere de un gran equipo, de un gran esfuerzo. La pandemia me dio el tiempo de poder sentarme a formular este esquema, a juntar voluntades, talentos y ponerle nombre y apellido.
P. ¿Por qué escoge una región como Quintana Roo para que sea el escenario de este festival?
R. Es uno de los lugares más hermosos del mundo y es un destino relativamente fácil, porque se puede llegar rápidamente de todas partes del mundo y mi intención siempre fue que esto fuera una ventana de México hacia el mundo y del mundo hacia México. Entonces, Quintana Roo me parece un buen lugar.
P. Acude a este festival con la Orquesta Imposible, ese proyecto que montó en medio de la pandemia. ¿Cómo se siente al dirigir a los 30 músicos de una orquesta ya no a la distancia, sino de forma presencial en este festival y en su país?
R. La Orquesta Imposible fue como un sueño, porque cuando estaba yo encerrada durante la pandemia con tan poca perspectiva y sintiéndome impotente, surge esta idea. Durante los varios meses que estuve trabajando en este proyecto pensaba ‘esto quizás no va a pasar, será imposible’, pero al final sí lo logramos. Movió a mucha gente y también logró ayudar a mucha gente, porque recaudamos más de 400.000 euros, o nueve millones de pesos, que donamos a diferentes organizaciones sin fines de lucro en México, que ayudan a mejorar la situación de violencia contra las mujeres y los niños. Y luego pensé ‘imagínate lo que se puede hacer estando juntos’. Y entonces de ahí sale la idea de juntar estos dos proyectos.
P. ¿Cómo se siente al regresar a los escenarios de forma presencial, a bailar de nuevo con su batuta?
R. A mí me encanta ir a mi país por la gente, porque hay un público sediento de esta música, sensible, cariñoso, y eso me da mucho gusto. Y también me da gusto que sea algo permanente, algo constante, a lo que puedo regresar cada año, que pueda crecer cada año y que pueda desarrollar una audiencia. Este es un resumen de mis últimos seis años de trabajo. Estoy llevando a los mejores solistas que he conocido. Vamos a hacer la premier de The Silence of Sound, un proyecto que llevo seis años construyendo junto con la clown mexicana Gabriela Muñoz. Vamos a traer a Christopher Wilson, con quien estoy haciendo un nuevo ballet ahora mismo en Londres, con el Royal Ballet. Prácticamente todos los personajes más importantes de mi vida artística van a estar allí y eso me da muchísimo gusto, mucha emoción.
P. Se dice de Alondra de la Parra que si no recibe una llamada para un proyecto, ella provoca el acontecimiento. ¿Qué tan difícil es hallar apoyo para montar un festival como este?
R. El tema siempre ha estado relacionado a la iniciativa privada. Desde la época de Mozart, Tchaikovsky, siempre han tenido un rol importante los mecenas del arte. Por supuesto el desarrollo de la cultura se ha apoyado desde la parte gubernamental, pero yo creo que estamos en un momento en el que la iniciativa privada tiene que tomar un rol, de una responsabilidad muy prominente en el apoyo a las artes. Tenemos la gran suerte de contar con un patrocinador que entiende esto, que es Seguros GNP. Lo entiende y le emociona y quiere que sucedan las cosas. Eso me parece que es el modelo para el futuro de la cultura, sin duda.
P. Usted ha tocado en zonas improbables como Ciudad Juárez, golpeada por la violencia de género. Este festival se organiza en el marco de un momento difícil en México, por la violencia que sufre el país y principalmente las mujeres. Hemos visto la tragedia del ‘caso Debanhi’. ¿Hasta dónde la música puede comprometerse contra este tipo de violencia?
R. Lamento muchísimo lo que ocurre en mi país y me solidarizo con el movimiento feminista y trato desde mi trinchera hacer lo que está en mis manos. Por eso nace la Orquesta Imposible. Intento ayudar también a través de la infancia. Incluimos aquí el proyecto Armonía Social, que trata de darle a niños y niñas mexicanas la oportunidad de tener la experiencia de la práctica orquestal. Un niño que toca en una orquesta es un niño que sabe respetar a los demás, sabe imaginar, sabe contar y entiende que todo esto es un acto de generosidad para un público que lo va a recibir y se va a conmover. Ese niño sabe tener disciplina, constancia, rigor. Y todo esto lo genera con sus músculos, su aliento, sus brazos, sus capacidades humanas. ¿Te imaginas un niño que tiene todas estas estas experiencias y estas lecciones a través de la orquesta? Es un niño que es distinto y que probablemente no va a usar los lados del ser humano que nos llevan a estas atrocidades, que nos avergüenzan y que hacen que este mundo esté en peligro.
P. Estamos en momentos difíciles. Usted ha dicho que los músicos no pueden quedar anulados, silenciados, ni aparte de lo que sucede en el mundo. ¿Cómo le ha afectado la guerra en Ucrania?
R. Yo estoy en Berlín y la guerra de Ucrania nos queda aquí al lado. La sentimos mucho más cerca y es realmente muy triste. Es inaudito
P. ¿Puede la música aliviar los dolores de una guerra?
R. ¡Híjole! Es lo que uno más desearía, pero no lo sé. La música y la cultura siempre han sido el bálsamo para el alma. En la música no cabe la oscuridad del ser humano, pero pensar que eso va a aliviar el dolor, pues no sé, sería mucho decir, porque esas atrocidades que pasan en la guerra no se pueden curar con nada. Uno sigue haciendo esto con la esperanza de que cada vez seamos más los que queremos paz, amor, cultura, generosidad.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país